EE.UU., 2022, 130′
Dirigida por Roland Emmerich
Con Halle Berry, Patrick Wilson, John Bradley, Charlie Plummer, Donald Sutherland, Stephen Bogaert, Eme Ikwuakor, Michael Peña, Wenwen Yu, Carolina Bartczak, Maxim Roy, Hazel Nugent
Una isla
Seguramente a partir del insólito y a la vez lógico éxito de Día de la Independencia, Roland Emmerich se autoconvenció de que podía y debía ser el rey del cine de desastre en Hollywood. Ego le sobra -para muestra, basta ver algunas entrevistas que le hecho-, y lo cierto es que ha ido mostrando a lo largo del tiempo vocación creativa y amor por el género, aunque su cine está plagado de altibajos. Películas suyas como El día después de mañana y El ataque son realmente muy disfrutables; 2012 tiene una primera hora muy sólida, pero una segunda mitad bastante insoportable; Godzilla tiene pasajes directamente inmirables; Midway es un film un tanto fallido; de Día de la Independencia: contraataque mejor ni hablar.
Pero en esa montaña rusa que es su cine, Emmerich se mantiene coherente con su propósito y por eso nos llega Moonfall, que tiene una premisa sencilla y complicada a la vez. Sencilla porque la trama la podríamos resumir en un par de renglones: una misteriosa fuerza saca a la Luna de su órbita y la pone en rumbo de colisión con la Tierra, amenazando con extinguir a la humanidad. Compleja porque el relato despliega teorías conspirativas y mitología alienígena que solo podría ser explicada por un freak total como el encarnado por John Bradley, en un papel que parece hecho a su medida. Él, junto a dos astronautas encarnados por Halle Berry y Patrick Wilson, serán los encargados de llevar adelante una -como siempre en estos films- improvisada misión, de características cuasi inverosímiles, para salvar al planeta, que afronta eventos catastróficos de cada vez mayor escala, que es, al fin y al cabo, lo que todo espectador posible quiere ver.
Así, Moonfall se va armando como una cruza entre la ciencia ficción espamentosa de Día de la Independencia y el típico relato catastrófico de El día después de mañana. De hecho, podría haberse llamado El día de la Independencia después de mañana y no habría estado mal. El problema es que a Emmerich tiene dificultades para hallar el ritmo adecuado para ordenar todas las piezas narrativas. Por eso la película solo de a ratos encuentra el dinamismo apropiado, con varios pasajes donde se muestra timorata y hasta lenta, y otros donde acumula hechos de forma un tanto torpe. Incluso hay algunos personajes sin sustancia y con interpretaciones pésimas, como el del hijo de Wilson y el ex esposo de Berry. Encima ocupan espacios importantes dentro de la subtrama familiar y terrenal que va en paralelo a la misión a la Luna, lo que hace más engorroso al film.
Sin embargo, hay que reconocerle a Emmerich que, cuando se ilumina un poco, es capaz de conseguir imágenes de destrucción sumamente atractivas. Hay, por caso, un puñado de escenas donde la Luna se convierte en un objeto tan bello como espeluznante, recuperando la fascinación apocalíptica que en Día de la Independencia: contraataque estaba reducida a su mínima expresión. A eso hay que sumarle la progresiva autoconsciencia que ha desarrollado el realizador, que le permite abrazar con fervor la total falta de sentido del ridículo y la vocación por el absurdo, construyendo así un refrito con algunos puntos de interés.
Desbordada, bastante fallida pero también convencida de su carácter de película clase B con alto presupuesto, Moonfall muestra a un Emmerich lejos de su mejor forma, pero despreocupado de cualquier descalificación posible y contando lo que quiere sin condicionamientos. Incluso haciéndose cargo de que está cada vez más marginado en Hollywood, que el cine catástrofe que impulsó en los noventa ya quedó superado -o deglutido por diversas franquicias-, pero aún así tratando de ser fiel a sí mismo. Esto último, en una actualidad artística bastante cínica, no deja de ser meritorio.
