#Polémica: Madres Paralelas – Algo a favor

Por Agustín Campero

España, 2021, 123′
Dirigida por Pedro Almodóvar
Con Penélope CruzMilena SmitIsrael ElejaldeAitana Sánchez-GijónRossy de PalmaJulieta SerranoAdelfa CalvoAinhoa SantamaríaDaniela SantiagoJulio ManriqueInma OchoaTrinidad IglesiasCarmen FloresArantxa ArangurenJosé Javier DomínguezChema AdevaAna Peleteiro

Offside

Almodóvar tiene un estilo definido y rápidamente decodificable al que le sigue sacando provecho como si fuese una máquina tradicional de sacar petróleo, o incluso con la tecnología del fracking que le saca a la piedra gasificada y empetrolada todo lo que puede. Esto, si no es la repetición de una fórmula, no es necesariamente malo. Y para este caso es algo bueno: aún consciente de su personaje, de los rasgos que lo hicieron a la vez prestigioso y popular, Almodóvar no se regodea en la repetición y puede seguir filmando sobre la amistad y el compañerismo entre mujeres, la maternidad, la soledad y el miedo a no ser aceptado, sobre la familia, los lazos culturales y la identidad con la fuerza y las convicciones cinematográficas de un cineasta que todavía tiene por inventar y que no acusa el miedo de parecerse a sí mismo. Madres paralelas no es una repetición ni un auto homenaje. Aporta novedades al cine de Almodóvar, mantiene tensiones hasta el final y salimos de la película encantados con todos sus personajes. Para Almodóvar estilo no es encasillamiento ni corset. 

La autoridad de su prestigio y la alta productividad de la inversión en cualquier proyecto de este director le da la posibilidad de desarrollar un tipo de película cada vez más distinta al resto de las otras películas que se pueden ver hoy. Distinta en los tiempos, en la contemplación, en las exageraciones. 

Pero hay algo en la película que queda fuera de la coreografía, como un paso dado en otra dirección al del resto de la historia que cuenta. Se nota que lo alusivo a las fosas comunes del período falangista y franquista en España fue una pátina posterior a la película. Hay algunos elementos del tema de las fosas comunes que están mal remachadas, frases que se gritan y anclajes en la información propia de la tapa del diario que, se nota, le habla a la política española con urgencia y saliéndose, en esos segundos, de su propia tradición de cómo aludir al marco político y a la historia de su país. 

Madres paralelas cuenta el devenir de dos mujeres que se conocen en la sala de parto y son madres el mismo día: Janis Martínez Moreno (Penélope Cruz) una fotógrafa cercana a los 40 años que queda embarazada y decide ser madre en contra de la decisión de su amante y Ana Manso Ferreras (Milena Smit) una madre soltera muy joven que decide tener al hijo a pesar de lo que quieren sus padres. Estas dos figuras maternas se van entrelazando y se complementan con tres madres más: Teresa (Aitana Sánchez-Gijón) la mamá de Ana, y con la madre muerta y la abuela de Janis. Almodóvar se agarra de estas mujeres como si fuesen una balsa que contiene todo lo que el mundo debería salvar. Se agarra de estas madres, de sus historias, y de las mujeres de pueblo en la historia de las fosas de los desaparecidos. Aún con sus dobleces, aún en contra de lo que a priori podría ser la ideología de alguna de ellas, en estas mujeres está toda la pulsión vital de la humanidad, todo lo que hace al ser humano una fuente de amor, de amistad. De resistencia frente a la injusticia. Los varones rodean esa balsa, a veces como amenaza, otras como miseria, otras veces como ayuda. Y allá en la lejanía de la historia como valentía y como víctima del salvajismo. Pero son las mujeres las que se encargan del mano en mano en el pase del testigo. 

La película trata principalmente de la identidad y de los lazos familiares, del amor (o el desamor) de las madres, del amor de pareja, del machismo y la dificultades que padecen las mujeres, de las tradiciones de las familias y de la memoria de las personas y la que sostienen los testimonios y los relatos orales que van muriendo. Trata, también, del paso del tiempo y de la urgencia por no dejar desvanecer el deseo de justicia antes de que esa desaparición sea irreversible. 

Janis y Ana se conocen cuando son madres. Se cuentan sus historias, hacen la amistad. Gritan gritos exagerados pero verosímiles, que no se corresponden sólo con el acto de parir. Este tipo de gritos sí son cinematográficos, son una nota de fondo en el dramatismo del melodrama, y van a contrastar más adelante con el grito impostado del enojo político. El camino de estas dos madres, más adelante, se vuelve a entrelazar, las circunstancias complican sus historias con problemas de identidad. Almodóvar hace avanzar a estas mujeres contra las dificultades y empujadas principalmente por su valentía y la afirmación de sus personalidades. Janis no duda en sus decisiones, sin ser perfecta mantiene la nobleza de las buenas intenciones y de sostener cierto código de intrepidez que en el pasado sólo hubiese sido territorio masculino. Ana es todavía más valiente. Y por ser más joven, más inocente y pura. Tiene menos prejuicios, se mueve con mayor naturalidad en la niebla confusa de las identidades y la ruptura de la naturalización de las convenciones sociales. Janis disculpa a su madre hippie (ella se llama Janis por Joplin) que la deja con la abuela para dejarse morir de heroína. Reivindica a su abuela, con una reivindicación que no es sólo en su rol de madre sino también en su rol de justiciera, de hacer justicia con el cuerpo de su bis abuelo, fusilado por los falangistas y enterrado en una fosa común. Ana cruje en la relación con su familia, no le extiende ninguna culpa de lo que le pasa ni a su madre ni a su padre, y termina teniendo una mirada condescendiente con la imposibilidad de su mamá de ser una buena abuela.

En esta película los parentescos no se viven como un karma. Por el contrario, el drama familiar sirve para que las continuidades y las rupturas con los pasados inmediato y lejano se vivan con convicciones y sin tanta rosca. Aún con las injusticias, la familia es en Madres paralelas el escenario más cercano de cómo fue y cómo es el mundo que rodea a estas mujeres. 

La familia no es sólo los personajes que se ven en cámara. Aunque el amor nuclear entre madres e hijas (ambas recién nacidas son también mujeres) parece ser a prueba de todo más allá de la herencia genética. Las familias son, también, el sonido telefónico o la presencia lejana del padre de Ana, las fotos colgadas de Janis, y los retratos y la memoria de boca en boca de sus antepasados y de los desaparecidos en manos de la falange. Si las personas en carne y hueso que se nos muestran en la pantalla tienen virtudes y defectos, están atravesadas por el drama de la vida y la imperfección, las personas en off o las de los cuadros y los testimonios son buenos o malos en estado puro, lejanos e idealizados. 

Tres son los elementos que dan el paso en falso, que quedan en evidente off side. En primer lugar la referencia al dato presupuestario del ex Presidente español Rajoy. Más allá del sentido de justicia de ese reclamo, y de la consistencia de la información respecto al resto de la película, dicho en un diálogo totalmente exagerado y fuera de registro queda como un injerto impropio de Almodóvar, que sabe ser político sin hacer subrayados ni obligar a sus personajes a vociferar su propio pensamiento o su propia denuncia. Eso es al principio de la película. Luego, el personaje que actúa Penélope Cruz se calza la remera de Dior que nos invita a todos a ser feministas. La película ya es feminista. Las mujeres son feministas. Salimos más feministas del cine. No hacía falta la remera. No hacía falta ese anclaje con el mundo real. Es una concesión al capricho coercitivo del presente. Seguramente Almodovar lo hace con convicción, pero queda descalzado de la película. Ese subrayado calza a tono con el grito de enojo de Janis contra Ana porque se quiere desentender de la historia de España. Algo también exagerado porque la historia no demanda ese enojo y el devenir del drama iba ubicando a los personajes alrededor del tema de los desaparecidos sin necesidad de esa sobre actuación. Es un enojo de Almodóvar y no del personaje en la historia. 

Lo que sí hace doler los ojos es una de las imágenes finales, el uso de una alegoría para hacernos sentir que los fusilados, enterrados y desaparecidos podemos ser, hoy, cualquiera de nosotros. Ese injerto queda totalmente desubicado sobre todo porque la película no lo necesitaba, ya era fuerte y sutil en el tratamiento del tema y la empatía con la historia y con las víctimas funcionaba muy bien, no gracias a estas alegorías y exageraciones sino gracias a lo más tradicional del cine de Almodóvar. 

Los personajes más tiernos, graciosos y con los cuales nos sentimos totalmente empáticos son las mujeres del pueblo de las desapariciones y aquellos personajes lejanos y reales que tienen una presencia contundente a partir, simplemente, de fotos. Son personajes muy propios del cine de Almodóvar, quien a la vez los toma del cine de García Berlanga y los guiones de Rafael Azcona. Son personajes fuertes porque son sencillos y auténticos, no son caricaturas ni exageraciones. Sólo hacía falta mostrar las fotos y que esas mujeres cuenten la historia. Las escenas en las que aparecen tienen la gracia de la simpatía sin caer en el costumbrismo ni el pintoresquismo ni las imágenes de postal. 

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