The World to Come

Por Raúl Ortiz Mory

EE.UU., 2020, 104′
Dirigida por Mona Fastvold
Con Vanessa Kirby, Katherine Waterston, Casey Affleck, Christopher Abbott, Andreea Vasile, Ioachim Ciobanu, Karina Ziana Gherasim, James Longshore, Sandra Personnic-House

Contención

Abigail titubea. No sabe si responder al intento de Tallie por besarla. Baja la cabeza, pierde la mirada en el suelo y su voz mortecina se convierte en un suave eco agudo que implora y pregunta: “¿por qué te detienes?”. Abigail desea el beso, lo ansía, lo necesita, pero es incapaz de dar el primer paso. Sus convencionalismos y el rol que se espera de una mujer de los Estados Unidos de mediados del siglo XIX no encajan con las nuevas sensaciones que le produce una mujer atractiva, de ojos penetrantes, cabello pelirrojo y voz grave, segura de sí misma. El intercambio de miradas, por momentos en medio del disfrute que otorga la forzada evasividad, y los silencios, tan incómodos como azarosos, hacen que esta y todas las escenas donde aparecen las dos mujeres estén cargadas de elegancia y sensualidad.

The World to Come es un ejercicio de apetitos contenidos en medio de un mundo rural, áspero y monótono, pero, a la vez, encierra un universo estilístico delicado, una suerte de belleza salvaje donde la tensión va creciendo hasta el punto en que el retorno a la calma es imposible. Todo avanza lenta y destructivamente, sobre todo, para los personajes masculinos. La premisa del desencanto por el matrimonio heterosexual y la exploración del romance lésbico que propone la directora Mona Fastvolt está constuido por medio de mecanismos narrativos como la lectura en off del diario de Abigail (Katherine Waterston), quien va contando su infeliz destino desde la pérdida de su pequeña hija, y una serie de diálogos reflexivos cargados de tristeza poética. La aflicción se vuelve más profunda cuando su esposo, Dyer (Casey Affleck), un hombre sombrío y rutinario, se empecina en sacar adelante la miserable e infructuosa granja que posee. 

Para asentar la estampa conyugal, Fastvolt se toma un tiempo prudente, especialmente cuando se trata de presentar y consolidar el conflicto que une a Abigail y Dyer. Detalles como el rechazo de la mujer a los encuentros íntimos, la desidia del hombre ante la curiosidad intelectual de su esposa, la desesperante poca comunicación entre ambos, son algunas de las claves a las que recurre la directora para mostrar la resquebrajada alianza de la pareja. Sin embargo, la llegada de Tallie (Vanessa Kirby) hace que la historia abandone su derrotero de círculo vicioso para abrir líneas argumentativas que rompen las texturas uniformes de la película. Es decir, la directora plantea bien la historia, nos sumerge en un contexto donde la opresión femenina se normaliza para que después, con la presencia de su elemento disruptor (Tallie), todo marche en la dirección de un potente drama.

No obstante, lo que The World to Come gana en construcción lo pierde en contundencia. Si bien el acercamiento entre las dos mujeres -cómplice, plagado de sutilezas- aflora en medio de una atmósfera intimista con resultados convincentes, el punto más alto de la relación está trabajado con una resolución anticlimática que deja a medias la retribución que merece el apasionamiento mostrado por los dos personajes. Y no es que Fastvolt desentone, sino que fuerza algunas acciones en perjuicio de graficar y dosificar la intensidad del romance con escenas que recién aparecen en el tramo final de la película -los momentos de intimidad lésbica son poco efectivos cuando son mostrados, más bien pudieron acompañar a la desesperación y los recuerdos de Abigail al pensar que Tallie había desaparecido de su vida-.

The World to Come es una buena película que por momentos hace recordar por su riesgo y estética a Disobedience (Sebastián Lelio, 2018). Tiene entre sus puntos fuertes los registros interpretativos de sus cuatro actores centrales (a Waterston, Kirby y Affleck hay que sumar el trabajo de Christopher Abbott como Finney, el violento y chabacano esposo de Tallie). En gran medida, el filme de Mona Fastvolt es sólido y apreciable, pero, al mismo tiempo, se siente insuficiente, quedando a un paso de convertirse en una gran película de amores trágicos. 

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