Upgrade

Por Ignacio Balbuena

Australia, 2018, 99′
Dirigida por Leigh Whannell
Con Logan Marshall-Green, Betty Gabriel, Harrison Gilbertson, Simon Maiden, Benedict Hardie, Melanie Vallejo, Richard Cawthorne, Christopher Kirby, Linda Cropper

El viejo placer de la previsibilidad

Los títulos de Upgrade empiezan de una forma bastante peculiar: una voz robótica y femenina anuncia los créditos iniciales y el nombre de la película a la manera de un asistente virtual tipo Siri. De allí la película corta a la primera escena, con el protagonista, Grey, escuchando rock and roll clásico, arreglando el motor de un auto engrasándose las manos y tomándose una birra. Solamente cuando la mujer se acerca en un auto futurista que se maneja solo y ambos entran a una casa minimalista manejada por una AI, nos damos cuenta de que Upgrade transcurre en el futuro. De todas formas, es un futuro plausible y cercano, con versiones más estilizadas de tecnologías que ya existen. Upgrade es una película de género de presupuesto pequeño, lejana del diseño de arte de otras producciones que recurren a los avisos gigantes de neón, los hologramas y la gente con implantes cibernéticos para significar futuro. Bueno, de esto último algo hay en Upgrade; de allí el nombre de la película. Cuando Grey y su esposa Asha vuelven de dejarle un auto vintage a un cliente -Eron Keen, un joven CEO ermitaño y antisocial que se puede dar el lujo de mantener autos de los ‘70-, sufren un asalto. Asha es asesinada a sangre fría y Grey queda cuadripléjico. Eron Keen se aparece en el hospital y le ofrece a Grey el ‘upgrade’ en cuestión: un chip que se implantaría en su columna, dándole la posibilidad de volver a caminar. 

Desde el comienzo de la película se ve el contraste entre lo humano y lo cibernético. Los títulos y la primera escena. Los autos futuristas y los autos vintage. Los brazos robóticos y la casa automatizada de Grey frente a su madre que lo afeita con cuidado y lo asea. Cuando Grey observa el chip que luego termina en su cuerpo, por primera vez dice “Vos ves este aparato y ves el futuro. Yo veo una fila de tipos desempleados”. Hay cosas que solamente los humanos pueden hacer. Pero cuando STEM, el chip dentro de la cabeza de Grey, le habla y le muestra que tiene la capacidad de ver, escuchar, analizar y registrar el mundo de una forma que para él es imposible, Grey elige formar una alianza con la máquina dentro de su cuerpo. Otro contraste divertido se plantea: para el mundo, Grey es un cuadripléjico postrado en silla de ruedas, pero secretamente es un humano mejorado con una AI incorporada. Y STEM no sólo es un Google maps y asistente personal. Cuando se encuentran con un sospechoso del crimen, STEM pide permiso para “tomar el control” y revela también un enorme expertise para la lucha cuerpo a cuerpo. Esa primera escena de pelea es de lo mejor de la película, con un Logan Marshall Green extraordinario, que lucha con movimientos extremadamente veloces y robóticos por un lado, pero angustiado por el pobre tipo que está cagando a palos por el otro. Y para rematar, un plano brutal bastante gore al final de la pelea.

Y sí, la escribió y dirigió Leigh Whannel, artífice de la saga del Juego del Miedo junto a James Wan, que hoy ya transita las aguas del mainstream en Aquaman. Pero al contrario que aquella saga famosa por sus escenas de torture porn, aquí Leigh Whannel aparece más moderado, limitando la violencia a momentos muy puntuales y breves, usando el gore como remate efectivo antes que como una nota sostenida. Tal vez el único problema de Upgrade sea el de la previsibilidad. Al jugar con un vocabulario conocido, tanto los villanos como la resolución del plot recaen en lo convencional, como con esa agente de policía que siempre está apenas unos pasitos atrás del protagonista, tratando de armar el puzzle. No hay nada en Upgrade que sorprenda demasiado; es cierto. Incluso el hecho de que STEM es una AI bastante sociopática desde que aparece, que no se hace problema en torturar y asesinar, es un indicio de lo que vendrá al final. Sin embargo, es para destacar el manejo del tono, alejado del clase B que ofrece películas de culto ready made pero sin caer en lo solemne. Los intercambios entre Grey y STEM, que siempre sostiene un tono deadpan aún en las sugerencias de violencia, le brindan a la película un bienvenido sentido del humor.

La ejecución es precisa, y Upgrade cumple de forma notable en lo que importa en una película de acción y venganza, que son los bifes. Poco importa que la película no sea un ‘upgrade’ respecto de obras maestras similares como Robocop o El Vengador del Futuro, Upgrade toma distancia tanto del cyberpunk filosófico y pretencioso, pero también del mainstream edulcorado. Incluso se ahorra la exposición gratuita, con una construcción de mundo sugerida antes que sobre explicada. Como esa hacker andrógina que dice en un momento “no podemos dejar que ellos ganen.” ¿Quiénes? ¿Los villanos con implantes cibernéticos virtuales? ¿Las empresas inescrupulosas de tecnología? Upgrade prefiere contarnos más mostrándonos un galpón lleno de pibes conectados al mundo de Realidad Virtual por semanas, que con monólogos o secuencias explicativas. Es cierto, tal vez hay algo en el final con tufillo a vuelta de tuerca de canchera, en especial con esos flashbacks para contar “ah, pero esto no fue así.” Pero el desenlace resulta tan inesperado y poco feliz que paradójicamente, deja una sonrisa en la cara. Es la felicidad que produce el buen cine de género, sobriamente ejecutado, sin gestos de autoconciencia, artesanal y sin grandes ambiciones. Lo previsible y pequeño no quita lo satisfactorio

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