Con todos menos contigo

Por Federico Karstulovich

Anyone But You
EE.UU., 2023, 103′
Dirigida por Will Gluck
Con Sydney Sweeney, Glen Powell, Alexandra Shipp, GaTa, Hadley Robinson, Dermot Mulroney.

Trabajos de amor perdidos

“Cuando se trata de eso, todos estamos en la secundaria”. Es bien sabido, que Will(iam) es, fue y será citado mas veces de lo que fue leído (y comprendido). Por eso cada vez que aparece la ocasión de convocarlo, como si legitimara todo lo que toca, tenemos que temblar un poquito porque su mera invocación no nos asegura nada de nada. En cambio, cuando su espíritu ronda, pero lo que se produce es una apropiación, la cosa puede terminar funcionando muchísimo mejor. De hecho, en una pequeña maravilla como 10 cosas que odio de ti (Gil Junger, 1999), el espíritu de Shakespeare era el perfecto punto de partida para jugar al juego de los histeriqueos que tan bien la salían al inglés, pero trasladarlos con comodidad a una escuela secundaria en donde la tensión hormonal estaba a flor de piel. A tal punto sucedía el milagro que, cuando queríamos acordarnos, ya era tarde para traer la referencia de La fierecilla domada. En este sentido no es menor citar a Shakespeare y la secundaria: cuando se trata de él y su obra todos estamos en la secundaria. Lo estamos porque no lo entendemos, porque creemos dominar una idea parcial y básica de su obra(r) y porque queda mal decir que no sabemos mucho sobre él. Bueno, con el sexo pasa lo mismo: cuando se trata de él también estamos todos en la secundaria. No porque seamos adolescentes y estemos alzados todo el tiempo (esta afirmación tiene tanto de verdadero como falso para adultos y adolescentes), sino porque creemos saber de él, creemos dominar su práctica y nos da vergüenza decir que conocemos apenas una parte de sus misterios. Quizás por eso, cuando se trata de sexo y de Shakespeare, si no sabemos de que vamos a hablar, mejor callar. O hablar, para que el vacío no se note.

Ostranenie. Con todos menos contigo es la película más shakespereana de los últimos años. O al menos la que mejor supo entender al inglés que llenaba sus obras de gente calenturienta que hablaba hasta los codos solo para que no se note su inseguridad galopante. Lo es porque todo su sistema de comunicación verbal es una antigüedad que casi no reconoce punto de contacto con el habla cotidiana. O al menos es una antigüedad para un presente que enterró y prendió fuego a un género como la comedia romántica neoclásica (esa que renace a mediados de los ochentas y que hasta principios de los 2000s todavía contaba con un público cautivo que hoy solo puede consumirla a escondidas). Es tan curioso eso que, lo que en los 90s podía resultar verosímil para el realismo hoy es un artilugio poético (hay que convocar a los formalistas rusos para que vean esta película: quizás la entiendan mejor que los sub 30). O para decirlo de otro modo: nadie habla, de mueve, se viste, interactúa físicamente con el otro como lo propone esta película, que está cargada del más pleno artificio (y se hace cargo largamente). En este sentido la curiosidad es que el artificio realista de hace dos décadas aquí parece extraterrestre, como si sus personajes hubieran salido de una película de fantasmas-muertos que reviven de Pedro Costa. Toda esa operación de hablar un idioma viejo y poético (que en el fondo es escatológico, porque tiene una obsesión con las finalidades: coger o emparejarse), pero que alguna vez fue posible y verosímil, en definitiva, hace de la experiencia de ver Con todos menos contigo una situación feliz que excede la comedia de las risotadas. En esta película la felicidad y su búsqueda (gracias Stanley Cavell) son un territorio que suspende al mundo exterior: nada de lo que vemos existe, por eso es posible en el cuadrilátero de luz.

Cómo hacer cosas con palabras. Para ver y disfrutar de Con todos menos contigo es indispensable pensar en una de las grandes claves de la screwball comedy: es mas importante lo que las palabras hacen, que es en donde encontramos su significado escondido, a lo que las palabras dicen, es decir, una vestimenta histérica del significado pero que no hace mas que mentir. Este punto hay que buscar al especialista. Y en vez de preguntarle a J.L Austin cómo se hacen cosas con palabras, mejor es preguntárselo a Jane Austen, la mejor heredera de Shakespeare en eso de usar la palabra para no hacerse cargo de los actos (por lo tanto, la segunda gran inventora de la pragmática luego del bardo inglés: se ve que eso de hacer bardo con las palabras es un problema isleño). De ahí que cuando vemos una película como Con todos menos contigo, la palabra como significado y posibilidad de realidad nos violente: por mentirosa, por extraña, por artificial. Y por el contrario, la palabra como acto nos traiga una y otra vez de vuelta al territorio de la felicidad, que, para los personajes (y posiblemente en la vida de este lado) sea la seducción, el amor demostrado con el cuerpo, el sexo y la dicha de girar en torno a alguien y que alguien gire en torno a nosotros. Quizás, en este punto, el mayor error de esta película extraterrestre es que no sabe cómo generarnos todas esas cosas con la empatía por sus dos protagonistas (contrario a la empatía que si nos generan los secundarios australianos que linkean con las rom-coms de P.J. Hogan, en particular con la feliz La boda de mi mejor amigo, que como buen australiano genera torsiones y contorsiones en eso que los estadounidenses habían estandarizado). Pero sospechamos que ese fracaso químico en la pantalla y para con nosotros es, también, el testimonio de la imposibilidad de un género que no sabe cómo hacer para sobrevivir si no es guiñando al pasado, mientras las generaciones actuales lo consumen a escondidas como si fuera porno (la cancelación de todo aquello que huela a patriarcal ha generado lo opuesto: consumos privados y vergonzantes, pero consumos al fin).

Comieron perdices. Finaliza el mundo de mentiritas y de first world white people problems y salimos. Tomamos el colectivo. Hace calor en Buenos Aires. La gente está en la calle y es la madrugada. La gente duerme en las calles y se caga de hambre. Desde hace una década. Y en los últimos cuatro años de forma pronunciada, como hace 20. Nada mas distante que esta película australiana sobre algo que alguna vez fue y que quizás solo sea una rémora del pasado. Hasta que recupere su memoria y, quizás podamos volver a creer. Quién les dice: quizás esta comedia romántica no hablaba de otra cosa sino de creer y recuperar la memoria de glorias pasadas. ¿Hablaba de Argentina y no nos dimos cuenta?

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