Sly

Por Luciano Salgado

EE.UU., 2023, 95′ 
Dirigida por Thom Zimny
Con Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Quentin Tarantino, Frank Stallone, Talia Shire, Henry Winkler, John Herzfeld, Wesley Morris, Jennifer Flavin, Scarlet Rose Stallone, Sistine Rose Stallone, Sophia Rose Stallone, Sage Stallone

Decilo, decilo

Cuando Sly termina, con su protagonista desarmando todo para volver a mudarse (uno de los tantos cambios de piel mas a los que acostumbró en toda su carrera), la piña va directo a la cara. La trompada es frontal. “Yo estoy en el negocio de la esperanza” debe ser una de las grandes líneas para finalizar una película, que en este caso, como sucedió en su momento con Arnold, también mezcla autobiografía con bullshit. En ambos casos el negocio de la esperanza se mezcla con el negocio de la mentira, sobre el cual poder pararse para poder crearse y creerse una vida, la propia. Pero como con Arnold, a Sly no hay que creerle, hay que escucharlo, porque su fabulación redentora también hay inevitables rasgos de verdad, que emergen como tronco en el agua.

Sly hace, de manera previsible, lo que los documentales celebratorios hacen: convoca amigos y conocidos en el presente, convoca archivo del pasado y los enfrenta al bullshiteo asombrosamente real de Sly, quien a diferencia de Arnold opta por una narrativa que atraviesa derrotas y victorias en iguales proporciones, por lo que el mito se forja en carne con mucha más persistencia que en bronce. De ahí que lo que Sly personaje hace de Sly película es una inevitable narrativa de la superación de las adversidades a cambio de la persistencia, a la que Stallone denomina como esperanza. En este punto, la autoconciencia expresada por Sly se vuelve patente e hiperbólica, como en casi ninguna otra obra-actoral del Hollywood reciente. Esa autoconciencia convierte a las sagas fundadas por Stallone en conjuras indirectas de sus propios traumas y males. Y aunque le creamos (y cada tanto intercale verdades incómodas como la del maltrato paternal, hoy por hoy casi un lugar común inevitable en estas producciones), el negocio de la esperanza está agazapado para lograr reconectar el cine con la vida: miramos esas sagas para entender que alguna vez, alguien, más allá del cine, también estuvo en lugar y lo superó.

Sly no es un Cristo. Stallone lo sabe. La película también. Pero lo que se nos muestra tiene una fuerza suficientemente capaz de hacernos creer que los mitos son una posibilidad. Solo con los mitos podemos hablar a la pantalla: les creemos que son todos y no son nadie. Y por eso nos hablan.


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