Mil Uno

Por Raúl Ortiz Mory

A Thousand And One
EE.UU., 2023, 117′
Dirigida por A.V. Rockwell.
Con Teyana Taylor, Josiah Cross, Will Catlett, Aaron Kingsley Adetole, Aven Courtney, Terri Victoria, Abney Delissa Reynolds, Amelia Workman y Adriane Lenox.

Cartografías

Nueva York, 1994. Inez (Teyana Taylor) ha salido de la cárcel, pero sigue buscando su libertad. Para ella, vivir en la capital del mundo es una experiencia de encierro perpetuo. No ha tenido que pasar mucho tiempo para que vuelva a delinquir: ha secuestrado a Terry, su hijo de seis años que estaba bajo custodia de los servicios sociales. Juntos se esconden en casas ajenas sin tener un rumbo fijo o un plan de vida. Empezar con nuevas identidades será un riesgo que asumirán durante muchos años hasta que la verdad aparecerá cuando menos lo esperen.  

La guionista y directora A.V. Rockwell debuta en el terreno del largometraje con un trabajo sobre la fragilidad familiar y el tránsito de una maternidad sin tregua en el contexto de la cruda convivencia que generó la explosión demográfica de finales del siglo pasado para los ciudadanos de Harlem, especialmente para los afroamericanos. En concordancia a la misma aspereza que distingue las relaciones interpersonales que alberga, Mil uno está recubierta de una capa intimista potenciada por diálogos cortantes y confrontacionales, propios de personajes heridos por la indiferencia de un sistema que los mantiene al margen del protagonismo público. Para darle mayor profundidad a esta historia de individuos anónimos, la directora plantea subtramas en las que desarrolla temas que van desde el racismo hasta el abuso por parte de las autoridades policiales.

Uno de los grandes méritos de Mil uno es que va creciendo en intensidad conforme Terry también lo hace en edad y en situaciones que lo enfrentan a la vida -Terry está encarnado por tres actores que lo representan a los seis, 13 y 17 años-. No es una intensidad extrema equipada de suspenso sino pequeños golpes que conmueven y aterrizan las ilusiones de la madre y su hijo. Si bien el arco temporal se inicia en 1994 y abarca hasta mediados de la siguiente década, el carácter de Inez en todo este lapso es inquebrantable -respecto al tipo de presión académica y crianza hogareña que ejerce en Terry-, pero es el chico quien pasa de la orfandad a contar con una gran oportunidad que podría definir su vida.

Entonces, la experimentación de las conductas de los dos personajes se hacen complejas e idóneas para entender los problemas que afrontan. Cuando vemos que Inez puede ser excesivamente dominante, casi violenta, -sobre todo al enfadarse porque Terry no coincide con sus ideas y forma de ver el mundo-, nacen tensiones que elevan la calma de las escenas anti climáticas que las preceden. Ese juego alternado de acciones sosegadas y tempestuosas es otro de los valores de la película que la directora equilibra con gran ritmo. De igual manera, el guión de Rockwell explora los miedos de Terry bajo la óptica de un niño que aprende de la desventura y se convierte en un adolescente taciturno, observador y con algunas inseguridades. Las dudas del primer amor, la ausencia de la figura paterna y el estatus de chico con futuro prometedor son otros temas que la película expone. 

No obstante, el elemento que sostiene desde el inicio a toda la cinta es la actuación de Taylor. La fuerza de esta cantante, bailarina y coreógrafa radica en una interpretación naturalista que comprende elementos expresivos que recorren caminos oscuros -hasta cierto punto crueles- y sensibles -el final revela en toda su magnitud a Inez-. No es gratuito que Taylor haya recibido múltiples nominaciones a Mejor Actriz desde que Mil uno ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance en el 2023.    

Mil uno también funciona como una cartografía política de Nueva York entre 1994 y mediados de la década de 2000. Los discursos en off, tanto de Rudy Giuliani como de Michael Bloomberg bajo el cargo de alcaldes de la Gran Manzana, en los que se les escucha prometiendo un pujante  crecimiento urbanístico de la ciudad, suenan como vacíos cantos de sirenas casi 30 años más tarde. En el fondo, Rockwell ajusta cuentas con el pasado para interiorizar el comportamiento de sus criaturas y, de paso, otorgarles un poco de justicia. 

Es inevitable percibir de reojo la influencia del primer Spike Lee en la ópera prima de Rockwell, aunque esa salvaje quietud de Mil uno asoma con una originalidad que obliga a desmenuzar su encanto en un segundo visionado. Si tuviera que elegir una película sobre la fuerza de la maternidad en un entorno adverso, salpicada de cierta crítica social, sería esta.  

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