Deception

Por Marcos Rodríguez

Tromperie
Francia, 2021, 105′
Dirigida por Arnaud Desplechin
Con Denis Podalydès, Léa Seydoux, Emmanuelle Devos, Miglen Mirtchev, Anouk Grinberg, Ian Turiak, Madalina Constantin, Gennadiy Fomin, Matej Hofmann

Aterciopelado

No recuerdo haber visto todas las películas de Arnaud Desplechin (de hecho, seguro que no las vi todas) pero de ese aire de familiaridad rancio que solemos llamar autorismo, Deception es la que resulta más compacta. Se trata, por supuesto, del efecto de la novela de Philip Roth sobre la que se basa: los temas son ligeramente diferentes (tampoco tanto), pero sobre todo lo que cambia es la forma: la novela se articulaba sobre las conversaciones entre Philip y su amante. Desplechin se apega al mecanismo: sus escenas son conversaciones entre Philip y, fundamentalmente, su amante, pero también otras mujeres. No vemos escenas fuera de esas conversaciones, las tramas que se tejen surgen de las palabras, todo depende de la chispa de esos encuentros. No hay aire y tampoco hay trampas que puedan transportarnos hasta el otro extremo de un momento que tal vez no nos atrapó: en esta película la apuesta es al todo por el todo.

Sin embargo, Desplechin no se ciñe tampoco al minimalismo y decide también jugar con la forma. Tiene que ver en parte con la idea del título: ¿cuál es el engaño de esta película? ¿Existen esas conversaciones? ¿Es así de putañero el personaje-Philip? ¿Tiene razón la esposa que encuentra las notas de lo que sería esta novela/película? ¿Lo que vemos son charlas, son ficción? ¿Las escenas que se nos presentan son recuerdos? La película pone de manifiesto la mentira al articular el naturalismo de los espacios con juegos formales mucho más abstractos: paredes rojas infinitas, conversaciones sobre fondos proyectados, montajes imposibles que traen a primer plano el engaño de todo esto. Esto es cine (o, dentro del cine, literatura) y el engaño es parte del juego.

El problema de la apuesta por lo concentrado es, por supuesto, que lo que se nos presenta tiene que arrebatarnos o, de lo contrario, no se sostiene. O nos enamoramos junto con Philip (Denis Polaydes) de las compañeras con las que interactúa, o nos aburrimos soberanamente. Pasa, en parte, sobre todo cuando las conversaciones son con personajes secundarios: historias breves, tangenciales, que aportan otra perspectiva, traen “temas” a la película.

Por suerte, en el centro de Deception no está Philip y las cosas que la película cree que puede decir: lo que está en el corazón y en la piel de Deception es Lea Seydoux, filmada con gracia, filmada con pelo corto, con más o menos ropa, con lágrimas pero sobre todo con enormes sonrisas. Es ahí donde la película brilla y donde cobra un sentido: como suele pasar con todo el cine de Desplechin, lo que lo salva no son sus juegos, sus profundidades, sus historias, sino finalmente el encanto. El placer de filmar. La tersura de sus planos. Lo mejor que tiene Desplechin, una y otra vez, es que a pesar de todo (y a pesar de lo que él mismo parece creer), está enamorado del amor. Y sabe transmitirlo.

Lo que se cuenta en Deception es triste y enrevesado y, al final, ni siquiera estoy seguro de qué se supone que se cuenta. Parece vivir en la tierra del capricho, ahí donde a lo mejor hay un juego que tiene sentido pero no me interesa demasiado descubrir cuáles son sus reglas. Un poco lo mismo puede decirse de cualquiera de las películas de Desplechin. Y, sin embargo, una y otra vez me descubro viendo su nueva película, que nunca termina de sorprenderme. A veces me canso, a veces salgo encantado pero el entusiasmo suele durar poco. Ya no me animo a revisitar las primeras películas que vi que me hicieron desear aprenderme su nombre. Y, sin embargo, no existe mucho cine como Deception: tanto compromiso, tanto esfuerzo por capturar el encanto. ¿Ese encanto es más de Seydoux que de la cámara de Desplechin? En parte, pero Lea parece mucho más fatal en esta película que, por ejemplo, en cualquiera de las James Bond. Es conmovedor ese esfuerzo denodado por intentar, película tras película, lograr encantarnos. Aun si probablemente no tenga demasiado sentido.

¿Lo queremos a Desplechin? Sigo esperando que me sorprenda, ya es algo.

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