#DossierMonteHellman: Los primeros años. Beast from haunted cave & The Terror

Por Amilcar Boetto

Aprendizaje

Huellas y pistas. Para ingresar en una filmografía tan decididamente ecléctica como la de Monte Hellman, nos propusimos que la mejor manera de hacerlo era de forma cronológica. De esa forma, podemos enfrentarnos solitos, sin ayuda, a la arbitrariedad a la que el paso del tiempo y la industria condujeron a este director maldito. Con conciencia de que el final de nuestro recorrido es más bien incierto -como en efecto lo fue la carrera de Monte- no podemos más que empezar buscando pistas, huellas de lo que empezó a ser Hellman como director en sus primeros trabajos con Roger Corman, en producciones ultra mega archi independientes, en un furioso bajo presupuesto.

Inversión de términos. Beast From Haunted Cave (1958) es una monster film, un género marginal que desde la década del 30 siempre trajo buenos resultados al cine. No obstante, cuando miramos con atención pareciera que el monstruo es menos el centro de la película antes que un enorme Deus Ex Machina. Este mecanismo es, si prolongamos la hipótesis sobre las siguientes películas del primer MH, un verdadero modus operandi. Porque en definitiva el mosntruo en cuestión, apenas sugerido al principio de la narración, da por concluido un conflicto que sobrevive alrededor de la película: estamos frente a una heist movie, que además viene con triángulo amoroso incluido. Lo curioso del sistema armado por Corman-Hellman en esta tan particular ópera prima radica en el orden prioritario de los conflictos parece estar alterado en relación a lo que las películas de monstruos de su época (y actuales también) suelen establecer. Pensemos en una contemporánea de BFHC, Invasion of Body Snatchers (Don Siegel, 1956), donde el romance entre los protagonistas es más bien algo que inspira al protagonista a luchar de forma más vehemente contra la invasión de los usurpadores. Incluso, si recordamos con atención, es algo que multiplica su horror ante estas criaturas (la escena de la posesión de ella es, sin duda, el momento más terrorífico de la película). La película de Siegel utiliza la fórmula centrífuga de afectar al mundo privado primero para que el horror social sea mayor. Esa estrategia es la que nos convence de la conclusión paranoica: no se puede confiar en nadie.

La excusa de los géneros. En Beast From Haunted Cave el mayor enemigo del romance protagónico es en realidad el gángster que pretende dominar a su secretaria y que los amenaza constantemente. Los protagonistas se ven obligados a emprender un viaje con él a una cabaña aislada de la sociedad y ahí es donde el monstruo en cuestión aparece, (y de paso justifica el título), que suponemos que resulta como producto de la radiación. Como consecuencia salva a los protagonistas de las manos de los criminales. Decisiones curiosas, ya que la fórmula moralista de la película contrasta con el resto de la filmografía de Hellman, una obra en la que, al menos en general, el director nunca tuvo problema con la impunidad criminal (recordemos el desolador final de The Shooting sin ir muy lejos en el tiempo). Quizás sea la prueba de que a MH le importa más el juego con los géneros (monster film, heist movie, películas bélicas, westerns, road movies, cine de aventuras, slasher, policial) que sus matrices previsibles.

Espacios desencajados, montaje laberíntico. En The Terror, película codirigida con varios del semillero Corman, aunque acreditada finalmente a Roger, podemos adivinar, por similitud, la influencia de Hellman en lo primeros planos de Nicholson en la playa, desorientado, intuyendo que ahí está la pista para su posterior Iguana (1988) o incluso la de alguno de sus westerns. En unos pocos planos la película funda un espacio irreconocible, en donde los cambios de mirada de Nicholson tienen siempre una descarga distinta, persiguiendo al personaje-fantasma femenino que se escapa y aparece siempre en alguna parte nueva, inexplorada por nuestra mirada, de la costa. Finalmente aparecemos en una morada en donde una anciana le explica a nuestro protagonista que todo aquello fue una gran alucinación. Pero está alucinación es probablemente lo más hellmaniano que tenga la película. En Iguana, como veremos más adelante en este dossier, nos resultará imposible ubicar al pueblo en relación a la guarida del protagonista, así como en The Shooting nunca sabemos cuando se está por llegar al pueblo, ni que pueblo, y en Two-Lane Blacktop la ruta, misteriosa, se desdobla como un infinito, del que los personajes nunca salen.

Un desaprendizaje. En The terror el castillo de Boris Karloff tiene medidas, y la cueva donde se ubica el amistoso monstruo de Beast From Haunted Cave también. Hellman quizás tuvo que hacer el proceso de aprender con Corman, para luego desaprender, como aquella famosa frase de Picasso sobre aprender a pintar como un niño, ver las primeras películas del director estadounidense en perspectiva de lo que filmó después evidencia ese proceso de desaprendizaje, en el que primero tuvo que hacer caminar a sus personajes con motivaciones claras y sobre espacios resueltos a ser definidos por la acción, para luego hacerlos vagar en un desencuentro permanente, en un desdoblamiento que le pertenece solo al cine, el del espacio y el tiempo infinito. Nicholson quería descubrir el pasado de Karloff, estaba enamorado del vagante fantasma de su esposa, pero el amor que sentimos por Laurie Bird está solo en nuestra mente, y ese es el juego con el que Hellman cargaba su cine como un arma llena de futuro.

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