El color púrpura

Por Marcos Ojea

The Color Purple
EE.UU., 2024, 141′
Dirigida por Blitz Bazawule.
Con Fantasia Barrino, Taraji P. Henson, Danielle Brooks, Colman Domingo, Corey Hawkins, Gabriella Wilson “H.E.R.,” Halle Bailey, Aunjanue Ellis-Taylor, Ciara, David Alan Grier, Deon Cole, Jon Batiste, Louis Gossett Jr. y Elizabeth Marvel.

Ver un musical: una crónica

Atención, atención: a modo de confesión, lavado de culpas, apertura de paraguas ante posibles atentados hacia mi persona, diré que no soy una persona que vea musicales. He visto algunos, claro, e incluso he disfrutado con algunos, pero sigue siendo un género al que esquivo como la peste. O mejor, dado que me resfrío con facilidad. La noticia de que la nueva versión de El color púrpura es un musical llega hasta mí con el estruendo de la desconfianza. Me preparo para lo peor y, sin embargo, ese mal tan temido nunca llega. Tampoco opera un milagro y de repente estoy cantando y bailando bajo la lluvia, pero la película consigue, en varios pasajes, integrarme como espectador. ¿Será entonces que los musicales sí me gustan? No me atrevería a afirmarlo, no aún, pero sí podría decir que, entre el espanto inicial y las lágrimas que casi brotan al final, un prejuicio se fue desarmando en mi interior.

Como ya todos saben, El color púrpura está basada en la novela homónima escrita por Alice Walker en 1982, ganadora del Premio Pulitzer al año siguiente. Steven Spielberg la adaptó en 1985 y yo, que nací seis años después y soy un devoto de Spielberg desde siempre, no la vi hasta hace poco tiempo. Sabía que existía, conocía el libro, y quizás la vi de reojo en la televisión alguna vez, pero nunca la consideré como parte esencial del corpus spilbergiano. Entiendo que a muchos les pasó lo mismo; no lo de no verla, si no lo de dejarla relegada a un segundo plano que, quizás por respeto, no se convierte en olvido. O al menos eso sucedió en Argentina, porque en 2005 Oprah Winfrey y Quincy Jones (ambos involucrados en la versión original), entre otros, produjeron un musical para Broadway. En 2023, con un agenda más explícita con respecto a qué tipo de historias deben contarse en la pantalla, El color púrpura vuelve a aparecer con la convivencia de sus dos formatos anteriores: una película, pero esta vez un musical.

Dirigida por Blitz Bazawule, narra los acontecimientos trágicos que rodean la vida de Celie Harris Johnson, una mujer negra, de bajos recursos, que es obligada a casarse a una edad muy temprana. El escenario es rural, al sur de los Estados Unidos, a principios del siglo XX. Esta nueva versión reemplaza la voz en off de la película de Spielberg (en donde Celie era interpretada por Whoopie Goldberg), que a su vez era una adaptación del formato epistolar de la novela, y deja que las canciones sirvan como el espacio para que los personajes reflexionen o se rebelen. No deja de resultar un tanto extraño, al menos para alguien poco habituado al género, que en una historia donde abunda la violencia, y donde desfilan temas como el machismo, el racismo, e incluso el incesto, los personajes de repente canten y bailen. Pero la extrañeza, entiendo, tiene más que ver con mi carácter de extranjero que con la lógica interna de la película.

Una vez asimilado el formato, lo cierto es que El color púrpura tiene secuencias musicales notables, llevadas a cabo (no siempre, pero sí) con planos secuencia que permiten apreciar la destreza de los intérpretes. Hay una sensación de artificio que invade todo, echando por tierra el “realismo” de la versión de Spielberg (que de cualquier modo ya tenía bastante de melodrama); para el espectador, es un caso de tómalo o déjalo. ¿Qué pasa conmigo, obligado por un compromiso profesional a verla? Lo tomo, me dejo llevar por la estilización y las voces, la potencia escénica del gospel y del R&B, y dejo pasar algunos subrayados, cierto divague hacia el final, sumado a la necesidad de atar absolutamente todos los cabos.

En definitivas cuentas El color púrpura es una película de su tiempo, un presente signado por la corrección y el miedo a ofender a alguien.Sin embargo, no deja de ser llamativa la manera para tratar sus temas, con algunos grises arriesgados: no todos los tipos son malos (los que lo son, sí, son monstruosos), no todas las mujeres son buenas, ni todos los blancos son demonios ni todos los negros son santos. En el medio está Celie, en el cuerpo y la voz de Fantasia: una protagonista sufrida a más no poder, a la que la historia le regala un final épico, un tanto inverosímil, con algunos golpes bajos, pero decididamente feliz. Si hasta se emociona uno, para qué mentir.

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