El color púrpura
Una vez asimilado el formato, lo cierto es que El color púrpura tiene secuencias musicales notables, llevadas a cabo (no siempre, pero sí) con planos secuencia que permiten apreciar la destreza de los intérpretes. Hay una sensación de artificio que invade todo, echando por tierra el “realismo” de la versión de Spielberg (que de cualquier modo ya tenía bastante de melodrama); para el espectador, es un caso de tómalo o déjalo. ¿Qué pasa conmigo, obligado por un compromiso profesional a verla? Lo tomo, me dejo llevar por la estilización y las voces, la potencia escénica del gospel y del R&B, y dejo pasar algunos subrayados, cierto divague hacia el final, sumado a la necesidad de atar absolutamente todos los cabos