El justiciero: Capítulo final

Por Rodrigo Martín Seijas

The Equalizer 3
EE.UU., 2023, 108′
Dirigida por Antoine Fuqua.
Con Denzel Washington, Dakota Fanning, Sonia Ammar, Gaia Scodellaro, Eugenio Mastrandrea, David Denman, Andrea Scarduzio, Bruno Bilotta, Andrea Dodero y Melissa Leo

El Conformista

Lo de la franquicia de El justiciero, a esta altura del partido, es previsible, para bien y para mal: sus diferentes entregas poseen un nivel muy parejo, con el piso muy cerca del techo, y es difícil que haya sorpresas. Eso se debe en gran medida a la permanencia de un equipo que posee tantas virtudes como limitaciones: el guionista Richard Wenk, que por lo general no busca ir mucho más allá de la medianía; el director Antoine Fuqua, un artesano efectivo, aunque sin mucha imaginación -todavía da para preguntarse cómo le pudo haber salido tan bien Día de entrenamiento-; y el protagonista, Denzel Washington, que sin esforzarse es capaz de salvar con su carisma los pozos narrativos y estéticos. La previsibilidad se ratifica en El justiciero: Capítulo final, que no está mal, incluso a pesar de ser olvidable.

El arranque, en el medio de la acción, toma en cuenta a un espectador que ya conoce al personaje principal, el mundo de violencia que lo atraviesa y sus dilemas éticos. Lo vemos entonces a Robert McCall (Washington) arrasando con un grupo de mafiosos en Italia, aunque termina herido de forma un tanto insólita. Casi al borde de la muerte, es atendido por un médico en un pequeño pueblo del sur italiano, donde inicia una paulatina recuperación. La sanación será física, pero también psicológica y moral, porque Robert buscará reconciliarse un poco consigo mismo y con su pasado, además de hallar en el pueblito un inesperado y quizás definitivo hogar. Claro que para eso deberá chocar con un nuevo enemigo, personificado en una poderosa organización mafiosa, cuyos negocios incluyen la amenaza y extorsión a los habitantes del lugar. Esto sucederá mientras, en paralelo, McCall establece un misterioso contacto con una joven agente de la CIA (Dakota Fanning) que está relacionada con su historia previa.

Lo más interesante de El justiciero: Capítulo final está en esos momentos de ritmo pausado, donde la violencia queda en un lugar latente o a lo sumo de breves estallidos, que parecieran dialogar con los westerns crepusculares, en los que los paisajes son indicadores de mundos que terminan y otros que empiezan. La conexión más clara es con Shane, el desconocido, donde también había un pistolero profesional que salía a defender a una comunidad frente a un grupo opresor, o, si nos acercamos en el tiempo, Gran Torino. Claro que Fuqua no posee la inteligencia, sensibilidad o conocimiento de las herramientas clásicas de George Stevens o Clint Eastwood. Por eso solo le alcanza para delinear unos cuantos pasajes amables, donde McCall conoce a un conjunto de personajes que, de tan amables, hasta parecen inverosímiles. Sin embargo, aún con su simplismo, esos tramos son consistentes y efectivos, porque la acción queda en un lugar secundario y lo que se impone es la recomposición íntima del protagonista, al que lo rodea un universo tan esquemático como simpático.

Claro que, ya entrada su segunda mitad, El justiciero: Capítulo final se hace cargo de lo que pide su espectador típico -una apología no muy sutil de la justicia por mano propia, pero hecha por un profesional del asesinato- y encara a toda marcha el choque de fuerzas entre McCall y los villanos de turno. Y, cuando decimos villanos de turno, es porque no son mucho más que eso: un conjunto de gente muy malvada que, de acuerdo a la puesta en escena de Fuqua, merece ser castigada de la peor manera posible. Por eso todo se resuelve con algunas vueltas de tuerca bastante arbitrarias, una discursividad redundante en una secuencia clave en la plaza central del pueblo -que podría haber dado lugar a un gran enfrentamiento final, pero que queda en la nada- y unos últimos minutos plagados de una violencia festiva que no se corresponde con lo visto previamente. Allí la película deja de lado toda reflexividad posible, para ir al estallido seguro y facilista, mientras fuerza la estructura narrativa para darle algo de sentido a la inclusión del personaje de Fanning. La escena final, hecha un tanto a las apuradas y con una dosis importante de sensiblería, consolida el aspecto más conformista de un film que, aún con sus méritos, desperdicia buena parte de su potencial. En eso, también es coherente con una franquicia que podía haber sido mucho más potente.

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