Ghostbusters: Apocalipsis Fantasma

Por Pedro Gomes Reis

Ghostbusters: Frozen Empire
Estados Unidos, 2024, 115′
Dirigida por Gil Kenan.
Con Paul Rudd, Carrie Coon, Finn Wolfhard, Mckenna Grace, Kumail Nanjiani, Patton Oswalt, Celeste O’Connor, Logan Kim, Bill Murray, Dan Aykroyd, Ernie Hudson, Annie Potts, William Atherton y James Acaster.

Vino para robar

Yo lo lamento. Lo lamento porque quería. Realmente lo quería. Quería que fuera buena. Que fuera un reinicio noble, como lo había sido Cazafantasmas: el legado, película en la que lo importante era cuidarse, hacer el bien (por los demás y por uno), y finalmente, despedirse. En Ghostbusters: Apocalipsis fantasma (¿les dio vergüenza el nombre original en español? ¿o fue que la estrenaron con ese nombre para no complicarse con el marketing y los hashtags?) no queda nada de todo eso que había logrado el milagro de reconectar con la saga original a la vez que mandar al arcón del olvido a la nefasta versión woke de 2016.

Digo que lo lamento, porque si algo prometía este reboot de la saga era no volver al pasado para explotarlo descaradamente o para negarlo. No había voluntad exploitation. Había una lisa y llana continuidad de tono, de humor y de empatía. Pero aquí, de todo eso, solo quedan las marcas: el pibe de Stranger Things creció 2.5mts, por lo que ya no de para chiste decir que está grande como para pagar monotributo, Paul Rudd ingresa lentamente en un cono de sombras en donde ya no encuentra su lugar en el cine contemporáneo (como, por el contrario, si lo había logrado entre finales de los 90s y buena parte de los 2010s, al menos hasta Avengers: Endgame seguro), Carrie Coon está completamente extraviada en un rol que podría haber hecho Carla Peterson en la versión local dirigida por Ariel Winograd. Y la incorporación de los originales es mera espuma, ya que ni siquiera los cuida.

Digo Winograd y no puedo dejar de pensar en Ghostbusters: Apocalipsis fantasma como una forma del cine de nuestro director vernáculo en versión exportable: la película de Gil Kenan (sin chistes por favor) se parece bastante a lo que el director de Mamá se fue de viaje ha sabido hacer a lo largo de su extensa carrera: un cine imitador de formas, un cine de sustitución de importaciones. En este punto es que esta entrega de Ghostbusters se parece a una mala copia de si misma, como si se tratara de una versión mala y para consumo interno porque la versión buena era muy cara para reproducir al pie de la letra. Lo curioso es que en esa decisión no interviene ninguna limitación económica (mas bien diría que se trata de una película que ciertamente derrocha presupuesto). El problema es que este tal Kenan no vino para aprovecharlo, sino que vino para robar (el espíritu de lo que alguna vez fue bueno, bello y noble y hoy solo es una marca más para usar).

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