#GimmeShelter: cine, series,libros y otras cosas para sobrevivir (II)

Por Luciano Salgado

Cómo vivir juntos

Por Luciano Salgado

Quienes estudiamos ingeniería electrónica siempre estamos cuarenteneando. En el fondo siempre nos recluimos en cuartuchos con soldadoras, con resistencias, con una radio chiquitita, con una luz de esas que te dejan ciego y apuntando al circuito que estamos armando. Hay gente que juega online, hay gente que mira series, hay gente que lee mucho. Pero a algunos nos gusta matar el tiempo armando cosas que nunca usaremos. O que quizás usemos con el tiempo. En ese sentido la ingeniería de trabajo de los mecánicos y de los ingenieros electrónicos tiene algo similar: enfrentar el tiempo con un problema que se va resolviendo por etapas es tan terapéutico como jugar a los crucigramas o a los rompecabezas: en algún momento vamos a terminar. Mientras tanto le ganamos al vacío que nos quiere matar, pero que nos pasa por encima. El tema es que, luego de cuatro horas de estar en el cuartito de 2×2 me quedo ciego si es lo único a lo que le dedico tiempo. Asi que también aprovecho y hago compras dos veces por semana mientras la temperatura empieza a acercarse a zonas otoñales y esta cuarentena todavía no se parece a las cuarentenas de invierno. En el sur sur sur, si no te acompañas de algunos materiales que solo podés conseguir en zonas más urbanas, se complica. Asi que cuando me vine a trabajar a Ushuaia jamás se me hubiera ocurrido que me iba a enfermar a esto. Asi las cosas las 20 cajas repletas de libros (que con el tiempo iba a ir desarmando) se empezaron a desarmar solas. La cuarentena me tiene acompañado de mi esposa, con la que nos turnamos para hacer que la casa no se nos convierta en un sucucho abandonado (previo a la cuarentena le dedicábamos muy poco tiempo a estar entre estas paredes, asi que fue cosa de amigarse con el lugar que apenas nos brindaba el techo a las mañanas y durante las noches).

Mientras cocino (les voy a pasar la receta que es facilísima y que me la contó uno de los compañeros de esta redacción y ahora se me ha vuelto adictiva), me pongo a hojear cosas que traje. Y me dispongo a leer por primera vez la novela maldita de un autor maldito como Osvaldo Lamborghini. Me refiero a ese horror multiforme que es Tadeys, que debe ser de las cosas más terribles que puedan llegar a leerse en la lengua española. La novela de Lamborghini es una de esas cosas que se leen a escondidas, que generan culpa de solo pensarlas. Es ocioso contar de qué va, porque en esencia no hay en ella algo parecido a un conflicto central sino más bien una descripción minuciosa de un mundo. Pero ese mundo es de una violencia tan gráfica, extrema, sofisticada y cruel que deja al Pasolini de Saló o los 120 días de Sodoma a la altura de una capítulo de El Dinosaurio Barney en comparación. Bueno, esa novela cruel, expulsiva, casi de lectura clandestina, pornográfica en un millón porciento, es una experiencia salvaje pero indispensable en este progresivo plan de degradación hacia el que nos va llevando esta pandemia (que a título personal me genera menos miedo que las personas atemorizadas por el virus).

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Mientras leía Tadeys me dediqué a cocinar mucho. Pero el plato al que me refería previamente es uno facilísimo, rico, calórico y regocijante: cazuelita de pollo, batatas, roquefort y peras. Si, si señores. Esa articulación de materiales cuaja de maravillas. Y la hechura es super simple: dos pechugas de pollo medianas (para dos personas sobra, para tres es justo, para cuatro se van a quedar cortos) que recomiendo cocinen hervidas en agua durante una hora a fuego medio-alto. En paralelo dos o tres batatas cortadas en cuadraditos, también hervidas durante 45-60′ (pero no como para hacer puré, sino para que queden con una textura semiblanda). Y en paralelo pelar tres peras, desarmándolas con las manos hasta convertirlas en papilla, sobre una sartén. En la misma sartén poner aceite de oliva y mezclar hasta que la pera se dore levemente. Y apagar. Con el pollo terminado, trozarlo en pequeñas partes (yo lo hago con las manos, limpias, claro). Y ponerlo en la sartén con la pera. Agregar la batata. Y subir el fuego a máximo. En esta última etapa agregar el roquefort (yo uso unos 200 gramos, si, es bastante) y una crema de medio litro. Con la mezcla cocinar a fuego fuerte durante cinco minutos e ir mezclando. Y luego a fuego bajo dejar unos 10′ hasta que la consistencia mas densa sea el resultado de la mezcla de los materiales. No solo es exquisito (agradezco a Fede K esta recomendación) sino que es super abundante, es ideal para cuando comienza el frío y si se come con un poco de pan incluso puede durar para dos comidas.

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Después de comer no podía hacer otra cosa que tirarme a leer o a ver películas (mientras que me entrego al milagro de que la pandemia y la cuarentena no me dejen sin trabajo en un par de meses, otro problemita ya que estamos). Se impone ver series. Y sigo un consejo al que no le puse demasiada atención tiempo atrás. Y me arrepiento de no haberlo hecho, como buen quedado que soy. Me puse a ver todas las temporadas de Louie, el extraordinario programa que supo tener ese genio que es Louis CK (al que en esta revista adoramos), un cómico que hoy está vedado por haber sido denunciado por acoso laboral. Amén de su problema personal con la justicia no puedo sino lamentar que sea cada vez más dificil acceder a la obra de este genio absoluto. Ver las temporadas de Louie es algo más que retomar una época pretérita a toda esta mierda absoluta que nos rodea. Es volver a una época de libertad de pensamiento, de sensibilidad, de incorrección política y muchas cosas más de esas que son tan necesarias en estas épocas de aplausos para todos, vigilancia para todos y uniformidad de opiniones para todos. La suma de temporadas es una maravilla acaso comparable a la recientemente recomendada por aquí Curb your Enthusiasm, del genio de Larry David. Trasnochada de por medio, pero con absoluta felicidad, nos vemos a dormir. Y lo hacemos con el redescubrimiento de una banda inglesa que tiene cosas buenísimas pero que por esas cuestiones del tiempo, urgencias, etc, dejamos de escuchar. Me refiero a la maravillosa B-Movie, una banda Synth pop, con algo de Post-punk, que es dueña de una experiencia inmersiva. La banda tiene como cuarenta pirulos, pero hace una década o menos se reunió y edito nuevo material. Les recomiendo que busquen por Spotify, youtube o por donde fuera. De hecho les dejo un link maravilloso por acá para que vean a qué me refiero.

Al día siguiente, contrario a lo que me imaginaba iba a ser mi día, la cazuelita del día anterior sirvió de desayuno tadío (o mas bien un brunch poco suculento) mientras me ponía a buscar películas de un director del cual vi poco. Me refiero al demente de Andrej Zulawski, responsable de esas maravillas radicales que son Diabel (1972) y Posession (1981). Este director que comenzó su carrera en los 70s y que en los 80s tuvo su punto mas alto de popularidad filmaba como un poseído, como si el cine le quemara en la piel y tuviera que convertir esa locura que lo sobrepasaba en imágenes aún más quebrantes e hirientes. Si las películas que les dije antes fueron una excusa para entrar a su cine en realidad creo que me estaban preparando para lo que seguiría en la lista. Me propuse ver On the silver globe, que tiene algo de Tarkovski pero con una metafísica menos solemne, incluso diría que mas cercana al Herzog de The Wild Blue Yonder. El cine de Zulawski es sucio, tiene un humor sardónico que se caga en las convenciones. Y esa burla está presente aquí cuando vemos que esta suerte de ciencia ficción sucia termina convirtiéndose en una parábola política sobre la credulidad, los mitos y el fascismo. Zulawksi parece ser, por lo pronto, un buen aliado en tiempos de aduladores, de mesías falopa y de situaciones post apocalípticas. Pero me espera mi circuito infinito, mi cuartito de 2×2 y la comida que habrá que hacer para hoy a la noche. Espero que las recomendaciones hayan servido. Ahora me toca descansar.

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