Kidnapping Stella

Por Amilcar Boetto

Kidnapping Stella 
Alemania, 2019, 89′
Dirigida por Thomas Sieben
Con Max von der Groeben,  Jella Haase,  Clemens Schick

Algo por el estilo

Por Amilcar Boetto

Viendo Kidnapping Stella había un estilo cinematográfico que se me venía constantemente al cerebro. No se me ocurre mejor manera de definirlo sino con el término acción seca, conceptos que siempre me surgieron a la hora de describir ciertas películas de Michael Mann y otras películas de acción más actuales (considerando que desde hace años Mann tiene su carrera en suspenso) que han tenido una fuerte influencia manniana como Mátalos Suavemente El Caballero de la Noche. Esas películas comparten unas cuantas características formales precisas: sonorización realista, con menos reverberación (escapando de la sonorización cartoon de los tiros y golpes de varias películas de acción de los ’80, y ni hablar del cine clásico de Hollywood), ambientes bajos, planos fijos -generalmente sobre trípode- y, fundamentalmente, construcción mítica de los personajes como enemigos personales, donde la lucha entre el bien y el mal se vuelve un conflicto personal para los personajes más que un imperativo moral (en Heat, sucede eso, el personaje de Al Pacino percibe a De Niro más como un enemigo personal que como un enemigo de la justicia).

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Todo eso es inmediatamente reconocible en el film dirigido por Thomas Sieben (de hecho, los personajes tienen, esta vez, una explícita relación personal, la de ex novios y la de compañeros de la cárcel -formando el previsible triángulo de relación, secuestrador-secuestrador y secuestrador-ex novia-). El problema es que las influencias no parecen haber sido aquí lo suficientemente adquiridas como para reorientarlas en otra dirección. En ese punto es en el que uno desconfía un poco del filtro Netflix, que por momentos parece imprimirle a sus producciones un cariz estilístico que dé más cuenta de su marca antes que de las necesidades narrativas. Ese gesto de estilo es más bien un gesto inflacionario: diluir lo que funciona en otros casos en el propio, intentando teñir de un estilo reconocible algo que no ha dialogado con el estilo en cuestión.

En Kidnnaping Stella son varias las cosas que no funcionan. No funciona que la relación secuestrador-ex novia aparezca luego de haber sido secuestrada la ex novia, pero tampoco que todo el fuera de campo de lo horrible que fue la relación para llegar a tan fatales consecuencias se explicite vía diálogos. No funciona la relación secuestrador malo-secuestrador bueno, en donde el malo es estereotipado y ridículo pero que luego se muestra comprensivo y tolerante. Pareciera ser que la película avanzara por ramalazos, por latigazos de efecto, decisiones forzadas para generar un falso suspenso que se desintegra a los pocos minutos, como si a cada intento la película se quedase sin aire y volviera a intentarlo. Porque en definitiva la película juega ese juego: el de forzar el suspenso en escenas inverosímiles para construir un efecto (la escena del baño es clarísima, ¿por qué sería tan raro que un personaje vaya al baño? Y ¿por qué si luego se muestra tan comprensible el secuestrador malo, intenta entrar al baño, violando su intimidad en un principio?) que la narración no pide. Inclusive la escena de la bala en el piso -que al menos funciona más legítimamente porque es algo que anteriormente vimos- se resuelve con la bala desapareciendo. No obstante, escenas más tarde, el secuestrador malo encuentra otra bala (porque en definitiva, iba a encontrar otra bala escondida en otro lugar (las balas, significan, la confirmación de que su compañero lo está traicionando y de que le oculto la relación de ex-noviazgo que tiene con la secuestrada, Stella). En definitiva: una acumulación impropia de momentos de suspensión y de duda que no encuentran sustentabilidad estructural.

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Si, no es muy difícil de reconocer que la película gira en torno a la idea de la toxicidad de las relaciones, de las marcas traumáticas que una relación puede tener en las personas y alguna que otra cosa más. El problema es que los recursos que encuentra para representar eso son falaces, vagos, obvios y subrayados. No hay contradicciones, para citar una película que bien podría reverenciar problemas similares a esta, como en El Hilo Fantasma. No hay, una idea real de tragedia, como en cualquier melodrama, porque nunca se mostró lo maravillosa que esa relación había sabido ser en un principio. La película, desde semejante fuera de campo informativo, es una sucesión importada de sufrimientos. Esa impostación tiene bastante que ver con el griterío de Stella, con la crueldad del maltrato a la que se la somete. No hay un contrapunto enfermizo con el amor no correspondido, porque tampoco importa, ni siquiera importa el bebé que ella lleva adentro suyo, que parece más un juego de guión para que empaticemos, aunque sea por unos minutos, con un personaje que nos importa poco y nada. El estilo de la crueldad, como siempre, vuelve.

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