Argentina, 2023, 64′
Dirigida por Carolina M. Fernández & Carolina Gil Solari
Una fundación
Uno de los problemas más comunes con los que se enfrenta un documental deportivo es que el registro de los eventos suele ser más interesante que cualquier cosa que tengan los protagonistas por decir. Es realmente difícil que la descripción de un gol sea comparable a ver un gol. El problema, entonces, está en la pregunta de cómo se narra el deporte. ¿Se narra lo que está alrededor del evento? ¿Eso puede aportar algo a la hora de volver a ver un partido de fútbol? ¿Importa, acaso, lo que está en la mente de los jugadores que, como piezas automatizadas o ligeramente libres de un todo, se deslizan en la cancha intentando definir una épica?
Quizás México ’71 nos acerque a una primera respuesta. El valor de la narración de un evento deportivo aparece cuando ese evento deportivo significa mucho más que una liga o un mundial. Cuando el gol no vale por el gol sino por algo más. Por supuesto, se podría argumentar que siempre un gol es algo más. Un gol significa algo no solo para el juego sino para los hinchas, para los jugadores, para sus vidas personales. Pero México ’71 se para en un lugar en el que las vidas personales de estas jugadoras significan algo más no para un público, sino para la Historia.
Como en un ejercicio de écfrasis heterogéneo, la película muestra con diversos medios un gol del que parece no haber registro. Recortes de diario, un tablero de fútbol miniatura y diversas narraciones componen un mapa en el que podemos empezar a ver trazado el primer gran gol épico contra los ingleses. Antes que Maradona, Elba Selva ya había logrado una hazaña bigger than life contra los británicos. Pero en este caso, y por eso es tan válido el documental y la imagen reconstruída, la épica vendría a posteriori.
Ahora, más de cincuenta años después es que puede haber épica. Ahora los goles valen algo. Entonces, la película oscila entre las declaraciones de las jugadoras, que ante esa distancia temporal generan una relación interesante con el acto deportivo, y las de Lucila Sandoval, definida por una de las directoras como la verdadera investigadora de la historia. Las declaraciones de Sandoval, contrariamente a la de las jugadoras, pretenden con vaguedad un análisis político que deja parado al documental en el lugar de una solemne posición de película necesaria. La necesidad, en todo caso, está en las jugadoras, en el ímpetu irrefrenable de contar una historia.
Más allá de la extraña decisión de la dupla de directoras (sobre todo durante la segunda mitad) de dejar menos lugar a las jugadoras en favor de darle voz al subrayado de Sandoval, la historia política se logra construir por sí misma. Las anécdotas y las voces, en algunos casos roncas, en otros perfectamente conservadas, en algunos casos puntuales chirriantes en su agudeza, de las jugadoras explican lo suficiente. Quiero decir: la historia identitaria, aquella genealogía del fútbol femenino argentino, esa reconstrucción de la particularidad del evento, particularidad que luego da lugar a una significación, a un sentido distinto, esa historia se siente en esas voces diciendo esas palabras. Y eso es lo más valioso del documental.