#Polémica: Barbie

Por Sergio Monsalve

EE. UU., 2023, 114′
Dirigida por Greta Gerwig.
Con Margot Robbie, Ryan Gosling, America Ferrera, Ariana Greenblatt, Kate McKinnon, Issa Rae, Will Ferrell, Michael Cera, Simu Liu, Kingsley Ben-Adir, John Cena, Dua Lipa, Rhea Perlman y Helen Mirren.

A favor

Toy Story

Barbie inaugura a la Toy Movie del milenio, en una nueva franquicia llamada a desplazar al género del súper héroe o a trascenderlo por los medios del feminismo cool, en plan de video clip hipster o fashion filme distópico.   
Si SpiderMan decreta el nacimiento del género del siglo, capaz Barbie lo termine de enterrar en su peor año en dos décadas de reinado. 
Interesante porque el resurgimiento audiovisual de Marvel y DC, vino sustentado en la glorificación del mito del salvador, del arquetipo del vigilante mesiánico, empoderando a una generación boomer y gen X de hombres en crisis, de geeks, de nerds, de fanáticos. 
Barbie hace lo propio, pero a favor de las chicas centenials y de las mujeres de todas las épocas, en función de su culto a la muñeca de Matell, cuya reivindicación sentimental acomete la directora Greta Gerwig como prototipo industrial de un cine de “juguetes inteligentes”, a lo Toy Story, por instalarse sobre las ruinas de Thanos. 
De ahí el prólogo con un reseteo de 2001, según la punta satírica de la creadora del proyecto, burlándose del canon de Kubrick con el humor de las ligerezas profundas, de la caricatura compleja. 
En tal sentido, la película emprende una rescritura de la historia del séptimo arte, a partir de sus cánones y monolitos, aparentemente inconmovibles, para primero trastocarlos y luego sustituirlos por sus réplicas femeninas, en un trabajo iconoclasta propio de los revisionismos artísticos contemporáneos, desde el enfoque de las vanguardias de ellas, ahora masticadas y procesadas por el star system. 
Precisamente, una de las problemáticas de la cinta, gira en torno a las paradojas de la rebeldía en venta, de la contracultura desactivada como negocio, de cómo las fuerzas alternativas e independientes acaban por ser neutralizadas por la regencia de los simulacros, por el gobierno mundial del espectáculo, con el fin de obtener siempre una tajada comercial de ello. 
Porque no se nos olvide el evidente trasfondo comercial de la apuesta estética del filme: la instrumentación financiera de un fenómeno trendy, brindando una sensación de cambios, cuando en realidad se mantiene el mismo status. 
¿Pero es así, Barbie es tan solo una ilusión gatopardiana, el último ejemplo de un movimiento Me Too asimilado por las corporaciones, con miras a su definitiva domesticación? 
De pronto sí y no. Procedo a explicarme. 
Por un lado, la película supone una digna propuesta de daño controlado en la Matrix, como una hija cuqui de Persépolis, de la revolución feminista de Irán y el despertar woke de occidente, con las pilas recargadas de una gigantesca campaña de mercadeo, apalancada en los servicios buenistas de un clásico largometraje de Festival con moraleja de ONG. 
Todo subrayado con discursos y monólogos cruzados, en un guion demasiado explícito a la hora de enviar sus mensajes. 
Sin duda, lo menos logrado del libreto es su segundo acto, donde el afán de bajar línea y sermonear al personal, contrastan con los oficios nobles por edificarnos con gags, set pieces y acciones inspiradoras, dentro de un formato de Show Plástico de Lucy, de Sitcom Simpson, bajo la mirada irónica, crítica y paródica de la realizadora. 
Ocurre con la película una magia de la extravagancia queer, típica del origen “mumblecore” de la autora, quien filma una comedia deliberadamente “Godardiana” y autoconciente, casi como un ensayo militante de Marker, Vardá y su querido Demy de Los Paraguas de Cherburgo, con aquellas situaciones que de lo exageradamente barrocas e impostadas, chirriantes y cringe, nos generan una risa cuestionadora. 
Mi costado favorito del filme, es su enorme montaje de un teatrino del absurdo “breachtiano”, en el que caen las máscaras del patriarcado, mediante la exposición de sus símbolos ridículos, como Ken y el CEO de Wil Ferrel. 
Aparte, amé la deconstrucción de los musicales kitsch de los ochenta, tipo Grease, así como la hilarante producción de momentos incómodos, en modo de sketches de Saturday Night Live
El filme se gana a la audiencia, en un primer acto perfecto. 
Entendemos el plot, el conflicto personal de la muñeca en su búsqueda por humanizar y preguntarse por la muerte, una interrogante tabú en el mundo de banalidades influencers en el que habita. 
De manera bipolar, la cinta se burla de la vida superficial y de consumo, que obviamente capitaliza la película, al final del día. 
De modo que se trata de una estrategia de típica subversión de la máquina, que alienta Mattel, para conseguir el afecto del malestar cultural omnipresente, siendo una válvula de escape y una catarsis. 
Resta por saber si la película tendrá un impacto real, más allá de sus adorables y justas intenciones. 
O si Barbie es un espejismo, una tormenta de verano, el saludo de la bandera de la temporada fashion, para sostener por un año más el negocio del cine. 
En mi lectura más optimista, Barbie recibe los reconocimientos que merece, arrasando en taquilla. 
Obtiene nominaciones al Oscar y alienta un debate necesario, acerca de las brechas que siguen ampliándose entre mujeres y hombres, en las estructuras de poder. 
La parte más negativa será leer la cantidad de lecturas demagógicas e interesadas que provoca el estreno, desde el espectro del maniqueísmo político hasta el verso ególatra de las redes sociales. 
Porque más de uno se la tomará como una cruzada, como una oportunidad de venta de su agenda, de su relato selfie, de su culto de la sinceridad. 
Pero Barbie dista de ser una película del victimismo o del exclusivo dominio de las sombras de la autoayuda.
Coquetea con ello, bascula entre una sororidad de manual y una reconciliación utópica como de arenga de Miss Universo. 
Sin embargo, la directora siempre tiene el tacto, el pulso adecuado, para responder a cada verso alentador con un golpe disruptivo, reservándose para un desenlace sugerente y ambiguo, que nos muestra las dos caras del reino de Barbie: la autodeterminación y la batalla que todavía está por librar en el mundo real. 
Bienvenida la Barbie de Greta a la historia del cine. 

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