Raiders!

Por Gabriel Santiago Suede

Raiders!: The Story of the Greatest Fan Film Ever Made 
EE.UU., 2015, 95′
Dirigida por Tim Skousen,  Jeremy Coon
Con Eli Roth, Rob Fuller, Harry Jay Knowles, Ernest Cline, Chris Gore, Casey Dillard, Eric Zala, Chris Strompolos, Angela Rodriguez, John E. Hudgens, Jayson Lamb, Karl Preusser

La película de mi vida

No hay que ser demasiado despierto, ni demasiado viejo ni demasiado nostálgico no demasiado de nada para darse cuenta cuando hay más corazón que odio. Y si algo le sobra a una película como Raiders! (no hace falta el título completo, que es más bien prosaico, preferible conservar la poesía simple del parcial, que remite a la película mucho mejor) es ganas de amar. Porque todo lo que experimentamos en sus 95′ de idas y vueltas de parte de un grupo de preadolescentes que se habían propuesto recrear plano a plano su propia versión low-budget de Los cazadores del arca perdida se concentra, esencialmente en el arte de amar cosas que sostengan la vida que llevamos.

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Quienes amamos el cine (ya sea hacerlo o verlo o ambas) entendemos la experiencia que cuenta este documental en buena medida porque, a lo largo de años, hemos sabido reconocer esa experiencia, que es la de verse cuidado por las películas que nos eligen (y no al revés). Serge Daney insistía una y otra vez con la idea de las películas que nos miran. Y asi como ellas nos miran y nos hablan también nos cuidan, nos conservan del mundo al que algún día debemos salir. O en todo caso, nos proveen de elementos indispensables para superar las cagadas que ese mundo puede estar haciéndonos. En su costado menos inspirado, no obstante, Raiders! puede ser un poco obvia, ya que precisa subrayar lo que se caía de maduro: que los juegos hermanan, que las acciones conjuntas logran que la gente se cuide y que esas acciones también son indispensables a la hora de construir nuestra personalidad. El tema es que la película expresa en dos o tres oportunidades que “si esos chicos ni hubieran estado filmando obsesionados por ahí habrían caído en el mundo de cierta marginalidad, desprotección o drogas”. Bueno, ese comentario acaso poco feliz, acaso estigmatizante, tiene algo de cierto y algo de falso. Pero afortunadamente la película no precisa hacerse eco de él. A ver: no estamos ante un film sobre “los peligros del mundo de la calle para los menores de edad” sino que estamos ante una película sobre cómo el amor por los demás, por las cosas que nos producen felicidad, por los trabajos, nos permiten saltar en el tiempo, al final de cuentas, nos permiten crecer sin que nos demos demasiada cuenta.

Raiders The Story Of The Greatest Fan Film Ever Made

Pero Raiders! no es solo eso, sino que propone un salto ulterior, a un contexto en el que los personajes se reencuentran…con casi tres décadas en el medio. Y con un objetivo definido: rodar la única escena que no habían podido grabar, sencillamente por una limitación presupuestaria. Y que la película se complete…incluso con ellos cumpliendo los mismos roles pero con varias décadas en el medio…sin solución de continuidad. Esa escena faltante, esa escena pendiente es la encargada de cerrar el rompecabezas que el pasado abrió en las cabezas de los personajes. Por eso toda la energía puesta en terminar de filmar la escena faltante indica algo más que un simple juego nostálgico para adultos retro. De hecho en el presente que convoca la película no hay un solo aspecto retro (que suele referenciar a adultos pueriles infantilizados, anclados a un pasado que se les repite y se les cristaliza como un bucle interminable), sino que se produce la afirmación más contundente de la idea de crecimiento: en esa terminación hay un cierre, una despedida de ese pasado que, para los giles que miran desde afuera, con la ñata contra el vidrio, parece ser el territorio de los sueños. No, el pasado no es un sueño. Apenas si es una etapa en la vida de las personas. Y la niñez y la adolescencia no son ni la peor ni la mejor época.

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El cierre de Raiders! con su escena concluída (escena que por sus costos y problemas de producción pone en crisis a buena parte de los logros de la vida adulta de uno de los personajes) es también el reconocimiento de un pasado que se va, que no atormenta a nadie con la potencia de lo que se pudo haber sido y nunca se intentó (ya lo dijo Fitzgerald: no hay segundos actos en las vidas americanas). Por eso el gesto del reconocimiento del presente es también un giro ético de parte de la película. Es la necesidad de contrastar los agridulces de dos épocas que constituyen a una persona. Y si de paso podemos dar cuenta de ese proceso de hacerse grande mediando la furia y el sonido del cine, que mira, que cuida, pero que también puede ser una cárcel, entonces mucho mejor. Somos grandes. Fuimos chicos. La historia se escribe cuando no se la borra. De eso se encarga Raiders! durante sus breves 95 minutos de duración. Busquen la película original en youtube. Vale la pena.

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