Sex education – Cuarta temporada

Por Rodrigo Martín Seijas

Sex Education – Season 4
Reino Unido, 2023, 8 episodios de 45′
Creada por Laurie Nunn
Con Asa Butterfield, Ncuti Gatwa, Emma Mackey, Gillian Anderson, Chaneil Kular, Alistair Petrie, Connor Swindells, Cerys Watkins, Kedar Williams-Stirling, Aimee Lou Wood, Mimi Keene, Tanya Reynolds, Patricia Allison, Simone Ashley, Chris Jenks, Max Boast, Kadeem Ramsay, Daniel Adegboyega, Jason Isaacs, Edward Bluemel, Femi Elufowojo, Lily Newmark, Rakhee Thakrar, Milly Thomas, Adam Young, Conor Clarke-McGrath, Jim Howick, Mikael Persbrandt, Hannah Waddingham, Samantha Spiro, Sami Outalbali, Jemima Kirke, Anne-Marie Duff, Lisa Palfrey, Doreene Blackstock, George Somner, Joe Wilkinson, Sharon Duncan-Brewster, Deobia Oparei

Inclusión al extremo

Casi sin lugar a dudas, la cuarta y última temporada de Sex education es la más floja de todas, continuando un declive que había empezado con la tercera entrega, que había estado marcada por una fuerte ideologización de los conflictos de los personajes. Esto eventualmente había conducido a un forzamiento muy notorio de situaciones y resoluciones, siempre con el objetivo de decir algo “importante”. En esta última parte, esa tendencia se profundiza aún más, con resultados bastante negativos, a pesar de que la serie se las arregla para revelar ciertos hallazgos y apuntes atractivos.

A la obsesión por lo ideológico (que abarca cuestiones de género, pero también culturales y religiosas), la cuarta temporada de Sex education le suma otro inconveniente que conspira contra sus posibilidades: si ya había un montón de personajes y eso llevaba a algunos desequilibrios narrativos evidentes, acá el número se amplía, lo que conduce a una todavía mayor dispersión. Más personajes, más conflictos, más subtramas, más tópicos por abordar, como si la serie quisiera erigirse en una enciclopedia de la inclusión y la agenda woke, hasta convertirse en algunos pasajes en una experiencia un tanto agobiante. Se podía pensar que alcanzaba con la mudanza de los protagonistas a un colegio nuevo, tras el cierre de Moordale, más la necesidad de cerrar las historias principales, pero no, la serie creada por Laurie Nunn busca decir o dar testimonio de todo lo posible. De hecho, hasta da para pensar que se necesitaba una temporada más, o que estos ocho capítulos eran apenas la primera parte, aunque solo se termina tratando de acumulación, de cantidad por sobre la calidad que había caracterizado a las dos primeras temporadas. 

Si se tuviera que contar aunque sea brevemente cada una de las vías narrativas que despliega esta última temporada, estaríamos en problemas, aunque vale la pena señalar algunos casos testigo, momentos o micro-relatos que ejemplifican lo que fueron estos ocho episodios, para bien y para mal. Ahí tenemos la subtrama que involucra a Viv, que establece un vínculo romántico con otro estudiante, que súbitamente, casi sin sustento o explicación previa, se transforma en una relación tóxica, que pareciera solo destinada a decir que las mujeres deben ser firmes ante la posesividad y violencia machista. O el recorrido de Eric, que entra en una especie de crisis de fe, que inicialmente posee componentes interesantes, pero que es resuelto con recurrencias al realismo mágico y un optimismo bastante facilista. Ni hablar de buena parte de la premisa llevada adelante en el séptimo capítulo, que fuerza los discursos y consignas de una forma un tanto infantil, casi como una parodia involuntaria. A cambio, tenemos secuencias como la de un funeral pautado por la canción With or without you, de U2, que, por más que no es precisamente original, condensa apropiadamente el dramatismo que aqueja a los personajes. O la forma en que confluyen los caminos personales de Adam y su padre, que progresivamente se reconocen mutuamente, reconciliando el pasado con el presente.

Posiblemente, lo que salva un poco a la cuarta temporada de Sex education es el tratamiento de algunos de sus personajes más reconocibles, incluso a pesar de sus altibajos. No solo Adam, sino especialmente Otis, un individuo donde conviven la inteligencia con el capricho, las inseguridades con el optimismo, siempre con la honestidad como elemento conductor. De hecho, donde la serie se muestra más perspicaz y sensible es al momento de darle una clausura a su historia de amor con Maeve. De hecho, el plano final -además de sus momentos previos- es un cierre perfectamente coherente, que incluso es un indicador de lo que podría haber sido esta última entrega. Pero esa profundidad y cariño por lo que se cuenta es sobrepasada por la impostación y solemnidad. Una oportunidad desperdiciada y una pena por una serie que podía haber terminado mucho mejor.

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