Arturo a los 30
Con Arturo a los 30 Martín Shanly hace y no hace una continuación de Juana a los 12, que es lo que a primera vista habríamos tendido a pensar como parte de una trilogía imaginaria que podría terminar con Marcos a los 50, por decir sin ser irrespetuoso. Por un lado prolonga los tentáculos sobre otros claroscuros de la clase alta de la zona norte de provincia de Buenos Aires (en un ardid autocrítico ya casi terapéutico para mucho realizador habitué de festivales, que, en efecto, conoce ese mundo al dedillo, y precisa exorcizarlo como diciendo “yo no pertenezco, eh”), pero por otro se diferencia de ese ovni que era Juana para adentrarse en un territorio deliberadamente más hablado, mas atravesado por la comedia absurda (si, de Rejtman a Wes Anderson y el mumblecore hay y mucho por acá)).