Tres documentales en los #Oscar: Campamento extraordinario/Mi maestro el pulpo/Time

Por Pedro Gomes Reis

Crip Camp: A Disability Revolution
EE.UU., 2020, 107′
Dirigida por James Lebrecht & Nicole Newnham

My Octopus Teacher
Sudáfrica, 2020, 85′
Dirigida por Pippa Ehrlich & James Reed

Time
EE.UU., 2020, 81′
Dirigida por Garrett Bradley

Statements

Agotado por ciertos vaivenes de la semana, en la última semana de marzo me tomé el trabajo de ver o bien de rever algunos documentales nominados para los premios Oscar, de ceremonia inminente. A lo largo de tres jornadas me dispuse a completar la tanda de documentales que había iniciado con El agente topo y con la excelente Collective. Considerando que me quedaban tres más y no mucho tiempo extra, me dispuse a ver el resto del material que supuse estaría a la altura de los otros dos que había visto. Error.

Campamento extraordinario (conocida en inglés con el nombre políticamente incorrecto de Crip Camp, como si llamáramos hoy “Campamento de tullidos”, pero incluso peor) es la más interesante de las tres, sin por ello saltar demasiado de lo previsible. Quizás logra algún que otro gran momento precisamente cuando se aparta de cierta condescendencia que suele estar detrás de esta clase de proyectos, que ponen el centro en la necesidad de inclusión y que propenden a construir una mirada lastimosa que, contraria a encontrar rasgos de humanidad no hace otra cosa que subrrayar los aspectos más contrastantes de las personas con discapacidades físico-motoras (hoy por hoy debemos decir “capacidades distintas”, que siempre me ha resonado a un eufemismo que, en vez de permitir lidiar con la pérdida de las capacidades que una persona puede experimentar, se limita a silenciar ese inconveniente y a magnificar una presunción de capacidades distintas, como si se tratara de Daredevil, que al ser ciego agudiza sus otros sentidos). El momento en el que logra ese apartamiento de la lástima es, curiosamente, el momento en el que recupera a las personas, discapacitados de carne y hueso con deseos, con dolor, con limitaciones y también con un extraordinario sentido del humor que nos descoloca (una de las grandes frases que podemos escuchar es la que indica un discapacitados neurológico, que narra la recomendación que le diera su madre” “No te podías poner de novio con una que tuviera Polio en vez de una con tus mismos problemas?”). En este punto, la crueldad y la ironía sobre la propia limitación es precisamente la que habilita a la película a apartarse de la corrección política de su tiempo y de las normas habituales de representación (sin ser South Park ni Freaks, claro está). Asi las cosas, el resultado tiende a ir hacia un costado edificante y eso también es síntoma de una mirada que excede a los personajes, porque elige hacer prevalecer la moral exterior a la del mundo registrado.

Mi maestro el pulpo (debió haber sido Mi maestra la pulpa, pero bueno: las traducciones de Netflix se caracterizan por su especial mal gusto) se concentra en un formato documental un tanto anticuado, que es el del registro de las maravillas y misterior de la naturaleza. Al mismo tiempo mezcla algo de esa fascinación con el relato en primera persona (tan Jacques Cousteau) y pretende reunir ese recorrido de manera un tanto forzada, ya que instala en nosotros una evolución dramática de una relación -que bordea la sugerencia de la zoofilia- entre un investigador biólogo marino y una pulpo hembra, con la que entabla una relación de amistad a lo largo de un año. En ese intento de dar una narrativa al recorrido, nada de lo que narra la película elude los lugares comunes de la voz over, de cierto didactismo ecologista y de una presunta narrativa de autodescubrimiento. El mayor problema, entonces, radica en que no consigue nada de lo que presume -una mirada distinta y emocional- sino que todo el tiempo precisa instalarlo mediante elucubraciones un poco vacías, un poco tontolonas, un poco obvias, sobre la velocidad de la experiencia humana frente al maravilloso ciclo vital de los pulpos. A título personal -les hablo desde España-, no me ha movido un pelo ni me ha cambiado el menú de degustación de tan maravilloso animal (que fue otro caballito de batalla de la película y sus defensores: “Si la vez te vuelves vegano”). Creo que la película es, en esencia, el resultado de ese forzamiento. Y como tal, lo que nos queda es un encuentro cinematográfico que desperdicia las posibilidades de un encuentro real, observado, sin intervenciones banales.

Time en cambio, creo que compone a la peor entrega de las tres. Respaldada por una cantidad de premios y nominaciones, creo que estamos ante otra de las películas respaldadas por el contexto del Blacklivesmatter. Digo esto porque nada de lo que narra este documental sobre una mujer que espera y desespera mientras el tiempo pasa y su marido (afroamericano, dato ineludible) espera la sentencia que lo libere de prisión luego de haber superado por mucho su tiempo de reclusión. Es cierto: la denuncia a las iniquidades del sistema de administración de justicia estadounidense ya se ha convertido en un género de por si. El problema es que en este caso lo que observamos es una denuncia desde dentro, en donde la procesión es privada. Esa lucha de una mujer, que ve crecer a los hijos sin su padre, que ve la posibilidad de “lograr el éxito, porque el éxito es la mejor venganza” compone también el armado de una máscara social, que es quizás el punto más interesante de Time. No porque no nos creamos esa tragedia que implica ese encierro y esa familia alterada durante dos décadas solo porque el sistema tiende a liberar a menos presos afroamericanos que de otras etnias. En todo caso lo que más interesa de la película es su capacidad de revelar la intimidad como construcción de un personaje social. Y permitir enteveer en esas grietas de la máscara los resquicios de dolor inagotable. En este punto, atravesada por la solemnidad de un pensamiento religioso omnipresente -algo que irrita el visionado, no lo voy a negar- cuando la película se permite pensar en el personaje antes que en el caso y la persona, se vuelve, paradójicamente, humana. Por el contrario, cuando subrraya su condición de película militante de una agenda a partir de la exposición del caso privado convertido en agenda pública es cuando todo el asunto se nos vuelve un poco insufrible.

Tres documentales que completan las miradas que podemos proponerles desde estas páginas. Tres decepciones con oscilaciones pertinentes. Tres posibilidades de seguir pensando que el mundo del registro de lo real todavía es un misterio. Y que lo mejor sucede cuando el misterio prevalece por encima de la necesidad de formular statements sobre todo lo que se nos cruza.




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