Iosi, el espía arrepentido

Por Luciano Salgado

Argentina, 2022, 8 episodios de 45′
Creada por Daniel Burman
Con Gustavo Bassani, Natalia Oreiro, Mercedes Morán, Alejandro Awada, Carla Quevedo, Minerva Casero, Marco Antonio Caponi, Daniel Kuzniecka, Matías Mayer, Christian Zagia, Juan Leyrado, Roly Serrano, César Troncoso, Carlos Belloso, Damián Dreizik

La traición como identidad

Hay modos de ingresar a la narrativa de una historia. Algunos de ellos derivan directamente de la reproducción de lugares comunes de un género preexistente, otros de maneras que apuesten a la ruptura de los lugares comunes. Pero también hay anclajes “reales” a los documentos que dieron origen a la historia sin mediar apropiación alguna, bajo la dictadura de los hechos reales. Afortunadamente nada de lo que propone Iosi, el espía arrepentido se limita, técnicamente, a caer en ninguno de esos lugares preestablecidos, a los que en cambio, si visita oportunamente según la necesidad circunstancial.

La serie creada por Daniel Burman y dirigida por él mismo junto a Sebastián Boresztein sabe coquetear con varias de esas posibilidades que la dejan, en diversos momentos, al borde de un precipicio indeseable. Pero como si se tratara de esos viejos colectivos que hacen caminos de montaña con pilotos experimentados, nunca se cae, nunca deja, siquiera, una rueda en el aire para que temamos lo peor. Pero si juega con todos los límites posibles de lo criticable (verosímil llevado a extremos dudosos, actuaciones y configuraciones de personajes poco convincentes -como el de Natalia Oreiro, a quien sospechamos querer hacer su propio juego respecto del resto de sus compañeros-, aproximaciones a formas locales del policial acaso un poco remanidas, un arco dramático por momentos forzado), de ahí que el triunfo que supone su segunda mitad se disfrute doblemente.

Iosi, el espía arrepentido cuenta una historia increíble pero no imposible, con un transfondo claramente borgeano, que supone el reconocimiento, la anagnórisis, de si mismo en el otro, como la historia del guerrero y la cautiva. En esta ocasión ese reconocimiento es el que habilita el recorrido que permite que un policía abiertamente antisemita lleve adelante un reconocimiento de su propia historia reprimida a partir del acercamiento pragmático, interesado, a la vida de los demás, aquellos que antes podían ser objeto de desprecio y que, poco a poco, comienzan a convertirse en una familia posible, incluso a la cual poder traicionar.

Justamente es una paradoja la que atraviesa a Iosi, el espía arrepentido. Y es la que indica es que su protagonista precisa pertenecer a algo para luego alejarse y, luego si, en todo caso, poder volver cambiado. Es, si lo pensamos bien, un cuento moral caro a la obra de su creador, Daniel Burman, que durante buena parte de su trayectoria cinematográfica (y en particular en los mejores exponentes) se ha dedicado a narrar las variaciones sobre esa necesidad identitaria reconocida a partir de la diferenciación, el egreso, la traición, el reconocimiento y, finalmente, el retorno con cambio.

Hacia el final, sostenido con firmeza gracias a la elipsis que supone la oscilación entre dos tiempos que no nos permite entender qué fue lo que pudo haber cambiado en Iosi entre 1992 y 2007 para pasar de ser un entregador a un arrepentido, sospechamos que la formación de la identidad modificada del personaje radica en el misterio que tiene en el centro al segundo atentado. En ese silencio, en esa elipsis, radica la potencia del final de la primer temporada y la promesa, a esta altura obvia, de una segunda.

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