Porno y Helado

Por Gabriel Santiago Suede

Argentina, 2022, 8 episodios de 30′
Creada por Martín Piroyansky
Con Martín Piroyansky, Susana Giménez, Sofía Morandi, Ignacio Saralegui, Eliseo Barrionuevo, Martín Pavlovsky, Javier Niklison, Santiago Korovsky, Santiago Talledo, Favio Posca

Un camino posible

“La comedia argentina está atrasada. Lleva mas de un carto de siglo estancada en posibilidades que no le permiten avanzar más allá del costumbrismo o de el grotesco mal entendido”. Esa frase podría haberse aplicado hasta los primeros dosmiles. Y sería correcta. En el medio, Martín Rejtman comenzó una revolución silenciosa pero aislada, sin contunuadores posibles. Luego de eso muchos intentos también aislados, dentro y fuera del Nuevo Cine Argentino. La extraordinaria Badur Hogar podría haber sido un norte para las formas de la comedia romántica en el cine argentino. Pero la elección fue minimizarla. La televisión, en cambio (y más a partir de la profusión incesante de contenidos exclusivos para consumo por internet, ya desde mediados y finales de los 2000s) se fue permitiendo otros tonos y posibilidades, que contrario a mirarse el ombligo, como lo hace la comedia cinéfila para el cine vernáculo, decidió mirar afuera. En esta dirección de cosas, la irrupción de una maravilla como Voley puso a Martīn Piroyansky en el radar de los directores y guionistas a tener en cuenta. En aquella película Piroyansky decidía mirar hacia otra clase de referencias (toda la Nueva Comedia Americana que va de finales de los 90s a los primeros 2010s, como si se hubiera propuesto realizar un curso intensivo). A partir de ese aprendizaje, sin embargo, no se multiplicó el trabajo para su director. Bien por el contrario, el actor fue convocado con mayor asiduidad. En el medio ese crecimiento quedó suspendido en el aire y quienes admiramos a MP nos quedamos con las manos vacías, solo llenas con la extraordinaria serie web llamada El galan de Venezia (pueden verla en este link). Varios años después, llega Porno y Helado.

El retorno de Piroyansky al pleno dominio de un proyecto, en este caso en ligas mayores, en la plataforma de Amazon Prime Video, es, cuando menos curioso:  diferencia de otros proyectos suyos en este caso va de menos a más. Quizás por la necesidad de encontrar un timming para el humor, quizás por la necesidad de incorporar a una veintena de personajes secundarios, quizás porque aquí el humor es más dispersivo (si Voley funcionaba como comedia es porque toda comedia es homogénea, mientras que lo cómico es dispersivo, funciona como un archipiélago de situaciones, que es en definitiva lo que sucede en Porno y Helado), la serie de Martín Piroyansky no arranca bien. Acaso porque necesita explicitar las influencias de McKay y Apatow, acaso porque el trío principal no funciona del todo bien hasta que el absurdo se impone y determina la química de los episodios. Acaso porque en un inicio hay una voluntad de encadenar episodios sin un anclaje preciso (algo que mejora ostensiblemente desde el tercer episodio en adelante, cuando se empieza a producir la trenza narrativa). Lo cierto es que el inicio de PyH hace prever lo peor, como si su creador no hubiera visto una sola comedia en su vida hasta una semana antes de la escritura. En ese sentido no podemos sino recomendar lo siguiente: es apenas un cuarto de la serie lo que no funciona del todo. Pero si se lo piensa como una preparación para lo que vendrá, bueno, las cosas cambian. Incluso recomiendo volver a ver los episodios del inicio una vez terminada la serie. Piroyansky deja pistas por todos lados. Por eso la serie comporta una paradoja: tiene un guion sólido y estructurado con precisión en el esquema global de su narrativa, como si se tratara de una base estructural. Pero episodio tras episodio avanza a golpe de libertades que parecen improvisadas (ahí está el sistema Apatow-McKay funcionando como dios manda), pero que en realidad son derivas demenciales compuestas al milímetro (que en PyH a veces salen de maravilla y en otros casos permiten ver los hilos). Esa deriva jazzística logra que, sin ser un prodigio, la serie avance con una velocidad pasmosa. 

Al mismo tiempo se produce un problema inesperado. Un problema casi de glotonería, algo que también experimentaba el Adam McKay de entre 2011 y 2015, cuando se produce el quiebre y el director de The Other Guys se vuelve un sujeto respetable para la industria. La glotonería y la velocidad no son buenas compañeras. Y Piroyansky, acorde a la lógica del formato, que es distinto al del cine, se desespera y llena la pantalla de gags de distinto tipo, todo el tiempo. Buena parte de ellos son realmente brillantes (desde los bajistas como prostitutas hasta el uso de la banda sonora para las secuencias de montaje o el uso del insert sin sentido en medio de una conversación), otros son realmente muy buenos (los gags verbales que mejor funcionan no buscan el remate fácil ni la puteada, sino el sinsentido lógico), otros en cambio son casi un complemento (los gags físicos no funcionan del todo bien). El problema es que Piroyansky echa toda la carne junta al asador, lo que perjudica la explotación de sus propios logros. Como si fuera una suerte de nuevo rico de la comedia decide patinarse los recursos en vez de administrarlos. El resultado es raro: nos quedamos por los personajes de la serie. No por su trama ni por la profusión de gags de todo tipo y clase. En ese rasgo humanístico es en donde la serie termina por imponerse con timidez y no con el virtuosismo humorístico que ostenta. Porque quizás el mayor aprendizaje de su director haya sido constatar que no necesita demostrarle nada a nadie. Que su capacidad como comediante puede no estar intacta, pero su precisión a la hora de construir personajes en un mundo imposible, si.

Porno y Helado es absurda, desde ya y desde el vamos. Pero cuando ese absurdo se construye como condición de posibilidad ante la acumulación es cuando el sistema funciona mejor que nunca. Hacia el cierre, con la confluencia de todas las líneas dramáticas, de todas las subtramas, de todos los arcos dramáticos (porque la serie es generosa con casi todos los que la atraviesan), Porno y Helado se nos revela como lo que puede empezar a ser: un camino posible para la comedia argentina, un camino cosmopolita y rabiosamente local. 

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter