Raised by Wolves – Segunda temporada

Por Ariel Esteban Ramos

EE.UU., 2022, 8 episodios de 45′
Creada por Aaron Guzikowski
Con Amanda Collin, Abubakar Salim, Winta McGrath, Travis Fimmel, Ethan Hazzard, Felix Jamieson, Niamh Algar, Aasiya Shah, Ivy Wong, Loulou Taylor, Jenna Upton, Garth Breytenbach, Daniel Lasker, Jordan Loughton, Shoko Yoshimura, Carel Nel, Matías Varela, Litha Bam, Clayton Evertson, Cosmo Jarvis, Munro Lennon-Ritchie, Steve Wall, Clyde Berning, Bronte Carmichael, Jack Hawkins, Joe Vaz, Brashaad Mayweather, Tanya van Graan, Anlia van Rensburg, Brett Williams, Danie Janse Van Rensburg, DeVille Vannik, Susan Danford, Nala Khumalo, Tarynn Wyngaard, Chris Fisher, Brendan Murray.

It’s never Lupus

Hace unos días estábamos viendo con mi hijo un video sobre los mosaicos Penrose en un canal nerd que nos gusta (pueden verlo en este link). Noté que el conductor tenía una remera genial en la que, parafraseando al “It’s never Lupus” de Dr. House, podía leerse “It’s never aliens” (no, nunca son los extraterrestres). Recordé entonces esa frase que uno de los personajes de Raised by wolves (RBW) deja caer a mitad de un capítulo: “¿Cuál es la diferencia entre un extraterrestre y un Dios”? Esta pregunta (una “diferencia ontológica” desplazada) atraviesa la historia de la ciencia ficción, y quizá se deba a ello que en esta serie de HBO Max resuenen todos los motivos y temas tradicionales de los grandes como Clarke, Asimov o Wells. Recubra con una gruesa capa de mitología, símiles históricos y hornee durante dos temporadas: Boom.

RBW presenta una distopía futurista donde los humanos, divididos entre ateos y creyentes, luchan una guerra fratricida. Sus armas tienen un poder tanto mayor que en nuestras peores pesadillas nucleares. En el libro sagrado de los creyentes, sus científicos descifran pistas para crear una tecnología poderosísima, que no comprenden del todo bien, pero les alcanza para convertir a la tierra en un páramo. Píos y ateos abandonan la Tierra en sendas arcas de Noé rumbo a un planeta habitable, mientras un científico ateo envía a dos androides, Padre y Madre (la femenina es un modelo Necromancer, con un poder de destrucción extraordinario) como pareja primordial a crear (y criar… loba, Luperca criando humanos, que a su vez son lobos para el hombre) una nueva sociedad humana, atea, en el nuevo planeta. En ese mundo hallarán todo tipo de peligros, amenazas ocultas y, especialmente, misterios. 

La última pregunta, tal vez uno de los cuentos más famoso de Asimov, lleva a sus últimas consecuencias con economía narrativa la muy conocida segunda ley de la termodinámica: el aumento de la entropía. Con sorpresa, casi como una humorada, revela una conexión verosímil, aunque más allá de los límites de lo cognoscible, entre Ciencia y Creación. Lo que en el libro de Asimov es un gesto juguetón, en la serie de Scott (guionada por Adam Guzikowski y otros) tiene un carácter ominoso, con todos los matices de un tenebroso plan trazado por una inteligencia superior que nunca se muestra, pero nunca deja de susurrar. Pero aquel cuento y esta serie comparten algo crucial: se juega la idea de un sistema más abarcativo, del cual sólo conocemos (o podemos conocer) una parte, uno de sus engranajes. Reductio ad bicicletam: si la tierra es el piñón, el nuevo planeta (Kepler 22b) es el plato, y deberemos descubrir la cadena, el mecanismo que vincula y explica ambas situaciones, el plan del universo. Si Arthur Clarke utilizaba en 2001 un misterioso monolito para propeler la evolución, RBW juega con la idea de una marcha en reversa. Ningún material clásico se desecha.

Pero la ofuscación de ese plan que cada tanto muestra sus cartas (nunca del todo) es incesante: nuevas pistas y misterios se agregan a cada paso, y todavía encantados mientras identificamos las referencias literarias y cinematográficas de los guionistas, nos preguntamos si esta ambición enorme no terminará desinflándose en un fiasco como Lost. El riesgo es enorme: aunque lo conocido siempre resulta trivial en comparación con lo misterioso, algo hay que entregar al final del camino. En un libro como Encuentro con Rama, Clarke empieza y termina con una incógnita: después de todo el viaje, el misterio es el mismo. Pero al menos no se ofrecen, como en RBW, anzuelos ni promesas. La serie está sembrada de objetos persistentemente impenetrables, cubiertos de símbolos a la vez claros pero indescifrables. Cuando varios de esos objetos, todos candidatos a ser la gran Piedra Rosetta continúan (tal como en Rama) mudos y misteriosos, nos sentimos casi tan estafados como por los mejores MacGuffins. El formato y el medio cambian nuestras expectativas.

Para los amantes de la mitología, RBW ofrece un placer suplementario no menor: los píos tienen un sistema de creencias con muchas de las características de cierta religión terrestre: un libro sagrado, simbología, mandamientos, etc. El símil estructural se complementa con el histórico: fanatismo, persecución, inquisiciones, muerte. Por supuesto, aunque todo el material simbólico está más fuertemente asociado al cristianismo, también está lo suficientemente metamorfoseado (mediado por referencias al culto solar tardorromano) como para no ofender a nadie. Lo cierto es que, a ambos lados de esta grieta, todos reciben su bofetada: si vemos a los píos como fanáticos inhumanos, los ateos no lo parecen menos en su utopía científica y su organización orwelliana. Son transparentes las referencias tanto a lo peor de las religiones monoteístas como al comunismo, coincidiendo ambas en un déficit de empatía deshumanizante. El tema de la alienación, de ajenidad, atraviesa todos los planos de la serie y tal vez sea su mayor logro. La excusa es mostrar a los androides como mecanismos complejos privados de interioridad, pero… ¿Qué tan verdadera es esa interioridad que percibimos los seres humanos? ¿Cuán autónomos somos? ¿Somos apenas máquinas orgánicas extremadamente complejas? ¿Seguimos programas de los que no somos totalmente dueños? ¿Cuánta otredad hay en nuestra mismidad? Y en el límite: ¿es Dios, si existe, esta autoconciencia absoluta, o acaso existe un diseño mayor que nada tiene que ver con esta metáfora imperfecta?

Es simpático que los androides terminen siendo a la vez tan y tan poco capaces sus creadores de dudar y poner en cuestión sus certezas. La frontera entre lo artificial y lo humano se vuelve borrosa, no sólo por los logros de los androides con la empatía (observar el sentido de la relación entre los ojos y las armas de la Necromancer), sino por la capacidad peligrosamente humana de ceñirse solamente a un programa, un código, moral o de otro tipo. Entre tanta lucubración intelectual, la relación entre Padre, Madre y sus “hijos” es un respiro divertido, casi de Sitcom, aunque sólo superficialmente es liviano: los androides se encuentran tan dominados como los humanos por sus sentimientos encontrados, con sus programas en conflicto al verse arrojados a situaciones concretas junto a estas extrañas criaturas paradójicas que somos. Se recicla aquí uno de los clásicos temas de la filosofía de la mente: ¿qué sucede si una computadora encarna, tiene un cuerpo? ¿Y qué le sucede al programa cuando aparece algo como un hijo? Hace milenios ya que los humanos conocemos la respuesta: el programa revienta. 

Si en un autor como Alejandro Jodorwsky (tanto en sus novelas como en los comics) apreciamos y admiramos esa ubicuidad de los símbolos que sólo puede dominar un tarotista experto, en RBW el juego es ligeramente similar y distinto a la vez: tenemos a la serpiente, al padre y a la madre primigenios, la cruz, el árbol de la vida, nombres mitológicos. Todo es conocido, pero su contexto está alterado, como sucede en tantos casos de mitología comparada. O mejor: desplazados y posicionados de maneras ambivalentes. Por ejemplo, el nombre del androide Madre es Lamia, personaje mitológico clásico que devora niños. En este sentido, todavía no podemos saber si RBW apunta de manera light a cierto gesto psicoanalítico o apenas (mucho más probable) se divierte desorientándonos, reacomodando todos los muebles de nuestra iconografía mítica y religiosa para crear un mito nuevo, es decir, una máquina de pensar otras cosas. Esperamos la tercera temporada con ganas.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter