Secretos de un matromonio

Por Agustín Campero

Scenes from a Marriage
EE.UU., 2021, 5 episodios de 58′
Creada por Hagai Levi
Con Jessica Chastain, Oscar Isaac, Nicole Beharie, Corey Stoll, Sunita Mani, Tovah Feldshuh, Maury Ginsberg, Zachary Hausman, Lily Jane, Susan Pourfar, Daniella Rabbani, Shirley Rumierk, Tre Ryder, Gwyneth Anne Trumbore

Historia normal arrojada en una prisión

Secretos de un matrimonio es una remake de la serie (luego película) que Ingmar Bergman realizó en 1973. Esta versión está dirigida por el israelí Hagai Levi (The Affair, En terapia) y tiene un anclaje que pasa por el check list propio de los tópicos de la época: parejas abiertas, roles hogareños cambiados respecto a lo que era el mundo hace casi cincuenta años, aborto, la mujer en el trabajo, la pandemia. 

Detrás del tema de la crisis matrimonial y los vaivenes de la ruptura de la pareja que sufren Jonathan (Oscar Isaac) y Mira (Jessica Chastain) se encuentra lo que para mí es el elemento principal: el artificio, la actuación de roles, y cómo se ponen en tensión con los sentimientos, la culpa, el deseo y la costumbre. 

La película empieza con una puesta en escena del artificio: la actriz protagónica Jessica Chastain se aproxima al set de filmación a filmar lo que sería la escena inicial de la ficción. Al principio, en los primeros segundos, nosotros los espectadores no somos conscientes de tal artificio, y no lo somos sino hasta que se dice la palabra “acción”. Cuatro de los cinco episodios empiezan con la misma lógica, y uno de los cinco pone la lógica al final: nos hacen recordar que se trata de una ficción. Ahora bien: no es la filmación de un making off: los movimientos de todo lo que aparece en pantalla es tan calculado que parece una coreografía, toda la iluminación es precisa y detallista, lo mismo el sonido, la perfección milimétrica de los barbijos bien puestos de todos los seres humanos que van apareciendo. La miniserie no evita, sino que subraya, los elementos de la corrección política, que en este caso van de los nuevos roles de los géneros sexuales a cumplir a rajatabla con los protocolos de la pandemia. 

Entonces es un artificio sobre el artificio, un señalamiento adicional a lo que ya sabemos que es ficción. Semejante manifestación de control está puesta en tensión con los sentimientos de los protagonistas y con el generoso fulgor de sus cuerpos. 

Las reglas impuestas por la rígida concepción del director para la escenificación del recuerdo de que estamos mirando una ficción atraviesan esos momentos y se cuelan en todas las escenas de dos maneras: respecto a las convenciones sociales y los roles familiares, y en lo que tiene que ver con la rigidez de sus protagonistas. Ambos vectores están ahí puestos para ser atravesados: la mujer de la pareja como sustento, el varón que cría al hijo en común, la madre que decide un aborto para no verse perjudicada en su trabajo, el padre que llora con bronca por el aborto, el engaño de ambos, la desafectación del amor, la decisión de los personajes principales de no retroceder respecto a lo que tenían como premisa en cada inicio de escena. El marco del hogar, filmado desde afuera, con detalles como hojas en movimiento o nieve que se hace agua nos rercuerda no sólo el paso del tiempo, también, como si hiciera falta, que se está retratando una pareja normal y todo lo que pasa en pantalla puede pasarle a cualquier familia en cualquier lugar del mundo, o al menos en cualquier lugar parecido al que vemos en escena. 

Los cinco capítulos dividen lógicas temporales. Entre capítulo y capítulo se suponen que pasan años y decisiones muy relevantes que alteran los caminos trazados en el capítulo anterior. Hay pocos personajes en escena más allá de los dos protagonistas y ese entorno afecta en su aparición a la pareja sobre la cual recae la historia. La casa, su geografía, es un protagonista adicional. También sufre cambios, también impone ilusión, decadencia, dejadez, ruptura, como si ese exterior reflejara el interior en común de la pareja. 

Aviso de spoiler: Jessica arranca insegura, triste, padeciente. Tiene el mejor trabajo posible (ejecutiva en una empresa tecnológica), es preciosa, teóricamente tiene una familia ideal pero la premisa notable es que es infeliz. Se desata con un nuevo amor, con la aventura. Se desestabiliza cuando Jonathan encuentra una nueva pareja y construye un futuro con cierta esperanza. Se re encuentran con realismo y una mezcla de anhelo y resignación. Nada es forzado, todo se desenvuelve con fluidez, si aceptamos resignados el injerto temático de la corrección política y la coreografía forzada de máscaras y barbijos. Fin del spoiler. 

La cercanía de la cámara a los cuerpos, la claridad de los susurros, el detalle de los gestos que los personajes comparten con el espectador producen el vaivén del oleaje de los sentimientos que los héroes sufren y surfean en la historia. Porque los padecen, pero también los asimilan para convivir, como se puede, con la carga sentimental en la espalda. Los dos padecen transformaciones, avances y retrocesos, reflejos físicos y estéticos de su ánimo. Cada capítulo tiene su sorpresa, su volantazo, pero desde la concepción de que se asimila y se convive con todo nuestro pasado esas sorpresas no funcionan como arteros golpes de guión sino como cambios que la pareja a veces decide, a veces acepta, y que casi siempre sobrellevan resignados. 

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