The Right Stuff

Por Federico Karstulovich

EE.UU., 2020, 8 episodios de 45′
Creada por Will Staples basada en la novela de Tom Wolfe
Con Patrick J. Adams, Patrick Fischler, Eric Ladin, James Lafferty, Shannon Lucio, Jake McDorman, Colin O’Donoghue, Jackson Pace, Eloise Mumford, Aaron Staton, Micah Stock, Michael Trotter, Nora Zehetner, Chandler Head, Josh Cooke, Kaley Ronayne, Taegen Burns, Lucy Capri, Steve Heinz, Jim Cleary, Ellen Marguerite Cullivan, Christopher Cassarino, Jordan Blair Mangold Brown, Christopher Mann, Ed Amatrudo, J. Scott Browning, Jonathan Sienkiewicz, Austin Bollinger, Daryn Kahn, Todd Allen Durkin, Randall Newsome, Jordan Woods-Robinson, Robert Curtis Brown, Tom Hillmann, Adam Hose, Courtney Halverson, Chris Mayers, Demi Castro, Andrew Romano, Bradley Bowen, Matthew Ezell, Alea Figueroa, Rod Grant, Shawn Genther, Holland Hayes, David Haynes, John Hardy, Bill Kelly, Tyler Jacob Moore, Paige Patterson, Justin Smith, Andres Perez-Molina, Ward G. Smith, Kristen Wharton, Elizabeth D’Onofrio, Sallie Glaner, Denise Gossett, Fiona Green, Andrew Heller, Jennifer Keister, Lauren O’Quinn, Tatum Price, Marquel Skinner, Danny Strong, Paul Wilson.

Una épica discreta

Por esas cosas del acontecer de cada fin de año, cuando todo se acumula, cuando estamos desbordantes de actividades para sacarnos de encima todo el cansancio de nuestras espaldas (al final de cuentas la semana que va del 24 al 31 de diciembre funciona como una extraña mezcla de vacaciones y suma inaudita de trabajos), es cuando más se nos escapan muchas de las últimas maravillas deparadas por el tiempo que se termina. Tantas vueltas tenía que dar para decir que me perdí The Right Stuff solo porque el cierre de 2020 me pasó por encima? Si. Pero llegó enero.

Cómo se me pasó esta serie eastwoodiana? Creo que no fui el único. Se le pasó a la mayoría. De hecho no cuenta con estrellas rutilantes. Ni fue emitida por ninguna plataforma rutilante. Ni cuenta una historia que pueda resultar particularmente atractiva para gran parte del público contemporáneo, acaso más ocupado en otros asuntos que vayan más allá de la épica de la carrera espacial desatada entre mediados de los 50s y la década del 80. La cuestión es anacrónica para el presente. Y es que The Right Stuff ya ni siquiera puede dialogar con el presente de la guerra fría como si lo hacía el extraordinario largometraje de Phillip Kauffman de 1981 sobre el que esta serie se apoya pero que al mismo tiempo expande (no, no me voy a tomar el trabajo de realizar las comparaciones odiosas porque no vienen al caso: vean ambas). La versión 2020 es todavía más feroz en su anacronismo que su predecesora cinematográfica, por lo que se impone la pregunta: por qué esta serie vio la luz en este 2020? No, tampoco voy a hacer especulaciones ni lecturas políticas estériles que nos vuelvan a poner en el centro del coronavirus y la guerra de las vacunas. No. Prefiero elegir el riesgo y la decisión de narrar una aventura incapaz de dialogar con su época, por lo tanto universal y atemporal.

The Right Stuff tiene un aliento eastwoodiano no solo por sus personajes (todos y cada uno de ellos incompletos, problemáticos, contradictorios, repletos de agachadas y mierdas varias en el closet), sino por la obsesión manifiesta que tiene la serie por el mundo del trabajo como herramienta vital, como instrumento para aferrarse a la vida, pero también como elemento con el cual lidiar desde los márgenes. Si en el cine de Eastwood el trabajo no es un regulador moral ni una proyección pública de una vida privada intachable (eso sería un protestantismo normativo), sino una herramienta que habilita a los personajes a contrapesar sus propias limitaciones (repito: en Eastwood el trabajo salva porque matiza). Y en esta serie el trabajo no hace otra cosa más que eso: no convierte a las personas en mejores o peores. Simplemente les provee un contrapeso a sus propias vidas en las que la existencia se convierte en un camino sinuoso (desde la adicción al sexo y las putas a la adicción al alcohol, desde la inseguridad cargada desde la cuna hasta las enfermedades con las que deben convivir los personajes). En este punto, como también sucedía en el film de 1981, la serie utiliza a la carrera espacial y el proceso de poner a una nave a orbitar en el espacio exterior (compitiendo con la Unión Soviética) como una mera excusa para hablar de las personas que formaron parte de ese proceso.

Si el mundo del trabajo del cine de Eastwood reaparece aquí, también está el de las contradicciones. En este punto, como en el cine del nonagenario, no hay héroes destacables. O por lo pronto la épica que se nos promueve dista de ser una épica liderada por personajes envidiables. La épica es aquí un emergente natural de ese trabajo hecho con o sin responsabilidad. La épica es un camino repleto de piedras. Por ese motivo la serie va de menor a mayor: su aliento clásico se toma un tiempo más extenso del acostumbrado para instalarnos en los personajes pero también en la épica, que cuando gana lugar se convierte en el resultado natural de la discreción. Porque en definitiva no hay mucho que festejar. Porque en definitiva es apenas el inicio del camino. En su carácter tecnocrático y antihumanista, en donde el trabajo es apenas una herramienta más para que pervivan las instituciones y se olviden los hombres es en donde esta serie también se instala con timidez en esa capacidad política que tiene la épica asordinada para comentar hechos olvidados.

Seguramente muy pocos hayan visto o vayan a ver The right stuff. Sería un destino coherente con su programática discreción.

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