Dossier Estudio Ghibli (Xx): Susurros Del Corazón
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Dossier Estudio Ghibli (XX): Susurros del corazón

Las películas de Miyazaki están organizadas por una misma operación: el protagonista y el espectador descubren un universo prodigioso con reglas propias que deben aprenderse para escapar y retornar al mundo conocido. Susurros del corazón, dirigida por Yoshifumi Kondō y escrita por Miyazaki, introduce una variación: Kondō, que murió en 1998, debía creer que la vida de este lado tiene ya dificultades suficientes como para andar inventando reinos imaginarios y, en consecuencia, propone buscar lo maravilloso en los intersticios de todos los días. El coming of age seguramente sea el dispositivo que mejor y más frecuentemente le permitió al cine japonés (animado y del otro) observar el tránsito de sus protagonistas por rituales singulares: el salto de nivel educativo y las largas horas de estudio, el descubrimiento de una vocación negociada con el mandato de la familia, el ingreso a un mundo adulto con jerarquías férreas.

One Child Nation
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One child nation

One Child Nation avizoró el impacto tóxico de la propaganda China en el tercer milenio, entre otras prácticas siniestras del partido comunista del gigante asiático. El documental narra en primera persona, como la profética Los rubios de Albertina Carri, el relato familiar de la directora al momento de concebir a su hija, trayendo de vuelta los fantasmas y demonios que la rodearon cuando creció en un país que condenaba judicialmente la procreación libre. Desde el seno de la revolución cultural, el estado decretó el nacimiento de un solo infante por cada matrimonio establecido, de modo de garantizar el supuesto balance institucional y la administración de recursos. Al cabo de los años, la quimera planteada terminó en el escándalo y el bochorno de reconocer su fracaso, al cambiarla de un tajo, de la noche a la mañana, sin pedir disculpas y menos indemnizar a las víctimas del modelo.

#Gimmeshelter: Cine, Series, Libros Y Otras Cosas Para Sobrevivir (Vii)
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#GimmeShelter: cine, series, libros y otras cosas para sobrevivir (VII)

Ya no sé ni cuándo empezó todo esto. No puedo contar las semanas. Tampoco duermo demasiado así que los días se me meten unos en otros. Allá, al principio de la cuarentena, cuando todavía tenía algo de voluntad y creía que para sobrevivir al encierro alcanzaba una cierta dosis de espíritu, había tomado la determinación de no escribir un diario de la pandemia. Sin embargo, acá estoy. Algunas semanas alcanzan para aplastarlo todo. Una de las cosas más curiosas del encierro es que descubro que tengo menos tiempo que antes: casi no miro películas, cuando no estoy haciendo trabajo remoto trato de entretener a mi hija que más o menos entiende que la situación está más allá de nuestro control pero igual se aburre. Si de casualidad se produce un claro y me encuentro con algún rato libre en el día (¿semana? ¿fin de semana?), no me quedan muchas fuerzas para nada que sea demasiado productivo. Sí, sé que todos ustedes, los que pululan por las redes sociales, están descubriendo el potencial infinito de la educación online, la panadería amateur, los ejercicios físicos entre muebles y la reflexión al paso. Confieso que a mí no me da el cuero. Empiezo a ver algo y tardo semanas en terminarlo. Hasta escribir se me volvió una especie de tortura.

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