#Polémica: El triángulo de la tristeza
Algunas películas tienen esa horrorosa y extraña cualidad de ser todo lo espantosas que siempre pensamos que podían ser, certificando todos y cada uno de nuestros prejuicios en un mil porciento. Son, a su manera, artefactos que se miran a sí mismos y a los que no hay que mirar demasiado, no vaya a ser que se abismen sobre nosotros y nos caguen el día (la semana ya es difícil, porque tenemos el beneficio divino del olvido). Sea como fuere, ahí estamos y vemos lo que confirma todos los horrores (porque a veces está bueno confirmar lo previsible tanto como ir contra toda previsibilidad). Aquí, en esa isla llamada Ruben Östlund, la misantropía dejó de importar hace buen rato. El tipo está en otra cosa, como si los humanos, el cine y las personas que creemos ver proyectadas hubieran dejado de importar hace rato.