Sharper: un plan perfecto

Por Gabriel Santiago Suede

Sharper 
EE.UU., 2023, 116′
Dirigida por Benjamin Caron
Con Julianne Moore, Sebastian Stan, Justice Smith, Briana Middleton, John Lithgow, Darren Goldstein, Kerry Flanagan, Benjamin Caron, Quincy Dunn-Baker, Phillip Johnson Richardson, Lauren Yaffe, Samuel María Gómez, Patrick Cooley, John V. Barbieri, Brooke Raymond, Lucy Taylor, Hannah Dunne, Giullian Yao Gioiello, Blaise Corrigan, Emily Cass McDonnell, David Pittu, Brian Rojas

Quédate a mi lado

El cine de estafadores debe ser uno de los subgéneros del policial (incluso lo excede, ya que en muchos casos la policía ni el estricto problema de la ley se hacen presentes) que más placeres le depara al público popular, al cinéfilo de tablón, al degustador de azares del zapping de fin de semana o medianoche o mera modorra vacacional. El azar suele entregarnos a esas películas que no nos piden saber demasiado para entrar en ellas. Y si son lo suficientemente nobles y no nos toman por estúpidos, podemos hasta atesorarlas en rincones de nuestro corazón cinéfilo sin la menor vergüenza, como alguna vez me dijo mi abuelo respecto de El golpe, película que él amaba, justamente, porque el truco se realizaba frente a nuestros ojos, sin ocultarse nada.

Si la obra maestra vernácula del cine de embaucadores fue (ES) Nueve Reinas quizás se debe a que en ella reconocemos parte de lo mejor y lo peor de nuestra cultura local, que como Tolstoi quería, entregó el mundo a la luz de la aldea. Quizá sea por eso que, cuando nos topamos con cosas como Sharper: un plan perfecto (en este caso se trata de una película poco vista, ya que solo puede verse legalmente por la plataforma de Apple TV…o por sitios non sanctos) nos acomodamos en la cama, asiento o adminículo que nos retenga las pompas porque sabemos que puede haber un lugar que nos cuide al menos durante algún par de horas (en este caso). 

Sharper: un plan perfecto construye un sistema, en beneficio de su pertenencia al género, de múltiples estafas encadenadas, de esas que nos obligan a retener información que nuestro cerebro no está en condiciones de procesar sin un anotador al lado…por eso nos entregamos a la suspensión de la incredulidad, que en estas películas nos pide que bajemos la guardia cuanto antes porque sino el viaje puede ser tortuoso: aquí no hay juegos cerebrales, sino juegos de magia y esplendor.

El guión de Sharper: un plan perfecto es, como puede preverse, la gran estrella de todo esto, porque dispone de todos los artificios posibles ante nuestros ojos pero, como todo truco de magia, lo hace con una velocidad endemoniada y filosa, que además entrega en su haber una serie de guiños cinéfilos retro que no se ostentan, pero que dejan entrever un aroma noir constituído con una nobleza que ya no se fabrica en el mainstream.

Curiosamente, como sostenía mi abuelo, las críticas que le llovieron a esta película de otra época vinieron por el lado de aquello que podemos prever en el sistema de engaños. Y es ahí donde creo que se equivocan: las películas de embaucadores necesitan tanto de nuestra inocencia como de nuestra complicidad. Por eso demandarles tanto una como la otra a la vez es fundamental para que el sistema funcione. Por el contrario, volverlas excluyentes mutuamente sólo logra que el asunto se tropiece consigo mismo y lo abandonemos. 

Las películas también pueden querernos y demostrarnos su amor a partir de la distancia y el acercamiento. Pero para jugar no hay que enojarse ni creerse el dueño de la pelota. Sharper: un plan perfecto apenas si nos pide que la acompañemos en el juego, sin demandar demasiado, pero tampoco sin ponernos por debajo o por encima de ella, apenas a su lado es más que suficiente.


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