Algunos problemitas de traducción

Por Claudio Huck

Traduttore, traditore!

Por Claudio Huck

    La traducción de un idioma a otro siempre es problemática y más aún si de eso depende la afluencia del público a las salas de cine. Más que traslación, siempre se ha hecho una adaptación del original a la idiosincrasia local y, la mayoría de las veces, es un invento liso y llano del distribuidor que tira un anzuelo para capturar espectadores incautos. En el arte de titular ha habido de todo, desde visionarios cargados de inspiración, mercachifles irrespetuosos y sanateros muy graciosos.

 Todo vale si la finalidad es cortar entradas.

    The searchers, la obra maestra de John Ford, fue inmortalizada en nuestro país como Más corazón que odio, nombre excepcional que resume el espíritu de la película, aunque poco tenga que ver con el original. Los españoles también dieron rienda suelta a su vena poética y la llamaron Centauros del desierto. Luchino Visconti también optó por el lirismo cuando tituló a su película de 1965 Vaghe stelle dell’Orsa…Se ve que a alguien le pareció muy complicado traducirla en Argentina como Vagas estrellas de la Osa Mayor…o algo similar, por lo que se estrenó con el nombre de Atavismo impúdico. Hay que ser corajudo para atreverse a tanto. Más acá en el tiempo, en el extremo creativo opuesto y con apabullante simplismo, se aniquiló a la excelente producción neozelandesa What we do in the shadowscon el horripilante título local de Casa Vampiro.

 Star wars, el megaéxito de 1977, se denominó La guerra de las galaxias, ampliando aún más el horizonte de aventuras. El resto de la primera tríada tuvo una transposición respetuosa. Ellas fueron El imperio contraataca(The empire strikes back) y El regreso del Jedi(Return of the Jedi), siempre aclarando que eran parte de la saga de La guerra de las galaxias. Cuando se encararon las nuevas secuelas, dejó de traducirse el nombre de la saga, se dejó el original en inglés. La razón es sencilla: ingresamos en el tiempo del merchandising. Los juguetes, videogamesy demás adminículos vienen en inglés.

 En la posibilidad de la mercantilización adyacente al filme es que uno encuentra la respuesta de que una película para chicos como Toy storyno haya encontrado la necesaria traducción para los pequeños espectadores.

    Alguna vez el respeto por el título original se convirtió en un atentado hacia la propia película. Les Quatre cents coups, el primer largometraje de Tuffaut, se inmortalizó con el nombre literal de Los cuatrocientos golpes, película que todo cinéfilo ha visto alguna vez. Uno termina el visionado y la primera pregunta que se hace es ¿Dónde están los 400 golpes? Un título enfermo de literalidad. Los 400 golpes es un giro idiomático sin equivalente en otra lengua que hace referencia a un niño muy travieso. El título más aproximado en nuestro idioma, para encontrar una correspondencia con el imaginado por Truffaut, podría haber sido Las mil y una.

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    Cuando se estrenó La mujer públicade Andrzej Zulawski se respetó a rajatabla el francés de La femme publique. El afiche mostraba a la protagonista, Valérie Kaprisky desnuda, llevando puestos sólo un par de zapatos de taco aguja dorados. Eran los años 80 y los valijeros inundaban las salas en la primera función. Se conocía con ese nombre a una raza extinta de hombres de traje que portaban maletines (de ahí la denominación), sin dudas empleados de oficina, que cambiaban el horario del almuerzo por una escapada al cine para mirar alguna película erótica de porno blando habitual en la época.

 Hacía pocos años que había terminado la dictadura militar y era una novedad poder ver mujeres completamente desnudas en una película. El exhibidor del cine Maxi (que se encontraba frente al Obelisco de Buenos Aires) tuvo la idea de colocar a lo largo de la marquesina y en letra catástrofe, un interrogante: ¿Qué argucias utiliza una mujer para excitar a un hombre? El anzuelo para valijeros estaba tirado. Zulawski tenía una manera de filmar muy delirante, extraños puntos de vista, diálogos que muchas veces tendían al absurdo y personajes histéricos hablando a los gritos. Claro, Valérie Kaprisky estaba en bolas todo el tiempo, pero en ese contexto narrativo era lo que menos importaba. No estaba allí para calentar a nadie. Encima, algo quedaba en la película del libro de Dostoievski, funesto y trágico, en el que se inspiraba. A los diez minutos de iniciada la función los valijeros comenzaban a chiflar y a quejarse: “¡Esto es una porquería! ¡Devuelvan la entrada!” Habían sido presas de la publicidad engañosa. La anécdota es literal, fui testigo de la indignación valijera.

    En la literatura inglesa y en la norteamericana hay una tradición de llamar a los libros con el nombre del protagonista: Daisy Miller, Tom Sawyer, Ulysses. Esa costumbre se trasladó al cine y son incontables las películas que se reducen a un nombre propio. En nuestro país no somos tan elusivos. Necesitamos contundencia. Por eso a Carrie de Brian de Palmase le agregó el subtítulo aclaratorio de Extraño presentimientoo a Patrick  de Richard Franklin el de Una experiencia alucinante. Peor fortuna corrió Danny Collinsque fue sepultado bajo el insólito Directo al corazón. El sugerente Alien de Ridley Scott también necesitó una aclaración y localmente se le añadió el explícito El octavo pasajero. O a Sisters de Brian de Palma se le añadió el adjetivo rimbombante y se retituló como Hermanas diabólicas. Ya que venimos hablando del gran Brian recordemos lo acertado de estrenar su filme Dressed to killcomo Vestida para matar. El inglés da la posibilidad de la neutralidad, pero en la traducción castellana hay que optar obligatoriamente por el género. Vestida era la alternativa correcta porque de traducirse como Vestido para matar(que hubiese sido la alternativa correcta, porque el asesino es un hombre que se trasviste) se hubiera spoileadoel final de la película.

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    El cine de Francis Coppola también sabe de metamorfosis. Rumble fish, que esta vez podría haber quedado en su forma original por imposibilidad de traducción, terminó siendo La ley de la calle. Peggy Sue, en lugar de conseguir marido (Peggy Sue got married, en el original) acabó con la aclaración de Su pasado la espera. Y el metafórico Fabricante de lluviade The Rainmakerterminó con el más mundano (y trillado) El poder de la justicia. Hay una predilección de los distribuidores nacionales por cierta grandilocuencia. Obsesión fatal(Deadly friend, de Wes Craven), Obsesión mortal(Play Misty form me, de Clint Eastwood), La venganza del muerto(High plains drifter, también del viejo Clint), lo demuestran.

    La comedia delirante de Abrahams y Zucker que llevaba el escueto Airplane! trocó en Argentina a ¿Y dónde está el piloto?La casa solitaria de Home Alonequedó inmortalizada para siempre en la memoria colectiva argenta comoMi pobre angelito.

O a la picaresca de Sergio Martino con Edwige Fenech que llevaba el nombre tan itálico de Giovannona Coscialunga disonorata con onoreterminó como Juanita nalgas de oro

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En Argentina no tenemos el hábito de los nombres largos como en el cine italiano. Quizás la excepción sea Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…, pero a la que todos conocemos como “El romance…” de Favio. Lina Wertmüller sabe de mutilaciones criollas. Su Travolti da un insolito destino nell’azzurro mare d’agosto quedó reducido drásticamente al escueto Insólito destino. Existe el curioso caso de Les valseuses de Bertrand Blier, que podría traducirse literalmente como Los huevonesLos rompebolasy terminó llamándose Las cosas por su nombre.Una frase que apela a que se nombren las cosas con literalidad, justamente, no lo hace. La censura en tiempos de la dictadura militar no perdonaba nada, ni siquiera a los títulos de las películas argentinas. El filme de Cahen Salaberry protagonizado por Alberto Olmedo y Susana Giménez conoció el tijeretazo de Miguel Paulino Tato, que cercenó el original Mi novia el travesti reduciéndolo al enigmático Mi novia él…

    El clásico de Disney One hundred and one dalmatiansse recordará para siempre como La noche de las narices frías(que no está nada mal). La serie The Simpsonsdebe traducirse como Los Simpson, ya que el plural en el inglés no es admitido en su traducción castellana. Pero Telefe insiste en llamar a los clásicos dibujos de personas amarillas como Los SimpsonsUnforgiven, la obra maestra de Clint Eastwood se estrenó en Argentina como Los imperdonables, insensata pirueta que transformó un adjetivo en sustantivo. Mucho más ajustada fue su traducción española, Sin perdón. El clásico beatle A hard day’s nightse desfiguró en el supuestamente piola ¡Yeah, yeah, yeah, Paul, George, John, Ringo!Todos tenemos un muerto en el ropero e Italia no es la excepción. La genial The producersde Mel Brooks se conoció allí como Per favore non toccate le vecchiette!(¡Por favor no toquen a las ancianas!)

La Salchicha Peleona

    Si hablamos de traducciones espantosamente delirantes, las palmas también se las llevan los españoles. The fast & the furiousse estrenó como A todo gas, Beetlejuicese galleguizó en Bitelchús, Harold & Kumar go to the White Castleen Dos colgaos muy fumaos Beberly Hills ninjafue conocida como La salchicha peleona. Billy Wilder sufrió la mutación inusitada de su Some like it hotCon faldas y a lo loco(Mucho más aceptable es el Una Eva y dos Adanescon el que se la conoció en Argentina). Tampoco tuvo suerte Martin Scorsese cuya Alter Hours(que adquirió el juicioso Después de horaen Argentina) terminó en la península ibérica como Jo, qué noche.

    Eso sí, en picardía nadie nos gana a los argentinos. A Claudio María Domínguez, en su etapa de distribuidor cinematográfico, se le atribuyen las más recordadas traducciones autóctonas. La comedia de Ron Shelton White men can´t jumpterminó en nuestras tierras como Los blancos no la saben meterCompromising positionsde Frank Perry acabó como ¿Me la saca doctor?Morgan Stewart´s coming homellegó al colmo de lo bizarro con El pendex está de la nuca, y el estupendo policial germano-canadiense Julie Darling quedó grabada a fuego en la memoria colectiva nacional como Déjala morir adentro. Nadie jamás pudo superar tremenda osadía. 

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    Como corolario, hace unos días vi un estupendo policial británico de 1953 llamado The yellow balloon (El globo amarillo). La traducción local, sorprendente en la época, se resignifica en nuestra triste actualidad nacional:La amenaza siniestra

Queloparió, como diría Mendieta.

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