Superman vive! (Superman Lives)
EE.UU., 1998, 144′
Dirigida por Tim Burton
Con Nicolas Cage, Linda Fiorentino, Christopeh Walken, Kevin Spacey, Courtney Cox
Unos días de libertad
Por Federico Karstulovich
Solo un tipo desprejuiciado, subvalorado, desposeído de toda necesidad de autorizarse frente a terceros como Richard Lester pudo hacer una maravilla tan liberadora como Superman III (Richard Lester, 1983). En aquella, el hombre de acero se entregaba a un espíritu más jodón y menos atado a las necesidades del melodrama familiar que Richard Donner le insufló a la primer entrega (y parcialmente a la segunda, que teminó siendo un híbrido poco feliz entre dos directores con visiones opuestas). En la tercera parte de esta saga irregular Lester supo ver al personaje desde su costado más pedestre: un Superman enojado, depresivo, un poco harto de su vida y, por qué no, con algo del goce vengativo de aquellos que se saben poderosos. Lamentablemente fue el costado del personaje que nadie quiso ver y que menos que menos osaron explotar. Exceptuando, claro está, a una película que decidió volver sobre los pasos de Lester (y borronear el mamarracho en el que Superman IV había dejado a la saga, del tapabaches conocido como Sidney J. Furie, en 1987). Tuvo que pasar al menos una década de la última entrega y quince años respecto de la de Lester para que alguien recordara o pensara en ese Superman alternativo al bonachón que acostumbramos a ver.
Pero no todo fue color de rosa. Hacia 1993, con un contrato extraordinario e inusual por cuatro largometrajes con Warner (los dos primeros fueron las primeras dos películas de Batman, de 1989 y 1992, respectivamente, los siguientes largometrajes serían Superman Reborn y Superman Lives, que inicialmente formaron parte de una trilogía inacabada que comenzaría con The Death of Superman, pero que nunca llegó a buen puerto), que se había abocado a la reformulación de los dos personajes mitológicos de DC con el fin de iniciar una era dorada para el cine de superhéroes. Pero nadie creyó en el fondo que semejante tontería atrajera al público mucho más que lo que había logrado Burton con las dos primeras entregas de Batman. Asi y todo Superman Reborn (Tim Burton, 1993) fue un fracaso en las proyecciones previas de prueba y jamás vio la luz. No obstante el contrato por la cuarta película, que parecía el principio del fin de la carrera del director, fue, precisamente, su retorno. O no, dependiendo de qué costado se lo vea.
Superman vive! (Tim Burton, 1998) es, sin lugar a dudas, una de las películas más personales sino la obra más personal del director a la vez que una extravagancia industrial que terminó saliendo redonda. El argumento, para ser sinceros, es vano, casi pueril: luego de fingir su muerte para dejar en evidencia los planes de sus amigos en la Liga de la Justicia (amigos de los que desconfía y sobre los que monta un pleno de sospecha), Superman se exilia (hechos que suceden en la fallida Superman Reborn) y decide organizar una estrategia alternativa: clonar, gracias a los genes de su propia sangre, a un millar de supermanes, un ejército de superhombres alternativos que custodien la tierra para que él pueda retornar a su vida como Clark Kent y, por el plazo de un año, vivir entre los mortales como uno más. Lo que no sospecha es que ese ejército de supermanes en algún momento se rebelará, gracias a la injerencia de Spider, un villano insólito salido de una mente delirante, quien será el responsable de un ataque mortífero a la tierra…que obviamente deberá ser defendida por Superman, quien es obligado a abandonar su anonimato y su existencia terrenal, existencia que pudo disfrutar apenas durante una semana.
Si, el plot es triste y patético. Pero vale la pena adentrarse en el asunto. Volvamos un poco para atrás.
Qué puede haber convertido a Superman Vive! en una película personal de Burton? Precisamente todo el tramo en el que Nic Cage no es Superman, sino Clark Kent. Porque en el centro mismo de la película por encargo de Burton está la libertad: Kent es el hombre extraordinario que se siente un extraterrestre, un freak, un alien(ado) entre los ordinarios hombres terrestres. Ese Kent es el sujeto burtoniano por excelencia: es el tipo que no encaja, que por más que lo intente nunca será parte. Y que en alguna medida lo padece. Pero lo interesante aquí (y que se vincula con la tercer entrega de Superman de la que hablamos al inicio) es que este Kent-Superman se permite excesos, borracheras, noches de lujuria (de hecho Cage parece aludir con este papel a que que rechazara en 1995, un papel para una película de Mike Figgis, sobre un alcohólico, siendo reemplazado por Johnny Depp, cuya interpretación le valió un premio Oscar en ese año). Es, si se quiere, un Superman feliz y humanizado. Un Superman que pudo abandonar, aunque sea por un rato, ese rol insoportable que le impusieron y del cual nunca había podido desembarazarse.
El Superman de Burton-Cage es el mejor que nos pudo haber legado el cine reciente, no por su condición de héroe, sino porque, por segunda vez, alguien decidió pensar en ese tipo, que ajustado en un traje de látex, no pedía otra cosa que invertir un poco las reglas del juego. Y dejar de ser alguien extraordinario para ser uno como todos, un tipo más entre la multitud.
En algún momento de su carrera, de manera indirecta e inusual, al menos por un rato, Burton tomó conciencia de ese tierno descanso que es no tener que ser extraordinario (para bien o para mal) y poder perderse entre los miles sin ser señalado. Pero Burton siempre prefirió hacer de las anomalías una constante. Poco tiempo después una oferta golpearía su puerta: Aquaman precisaba una película y Burton era el hombre indicado. O sería Baz Luhrman, luego de que Fox rechazara su proyecto de un musical moderno? Pero esa historia, la de Lord of Atlantis (Baz Luhrman, 2001) se las contamos en otro momento.
