Belmonte

Por Rodrigo Martín Seijas

Belmonte 
Uruguay-México-España, 2018, 74′
Dirigida por Federico Veiroj 
Con Gonzalo Delgado, Olivia Molinaro Eijo y Tomás Wahrmann

Las identidades múltiples

Por Rodrigo Martín Seijas

Lo que voy a decir es obvio, pero no viene mal recordarlo: los humanos no somos seres precisamente lineales. El habitar en sociedad, el estar insertos en múltiples ámbitos que muchas veces no se entrecruzan, nos llevan a desarrollar múltiples identidades, varias caras que integran un rostro fragmentado. Cada individuo es uno y muchos a la vez, construcciones que mutan incluso con minutos de diferencia. El conseguir renovar de manera palpable esta certeza es quizás el mayor mérito de Belmonte, la nueva película de Federico Veiroj, realizador de AcnéLa vida útilEl apóstata.

Es que el protagonista (Gonzalo Delgado, en una sólida actuación) no es solo un pintor con una dosis saludable de éxito en su profesión. Es también un padre y ex marido, que entra en crisis ante el hecho de que la que fue su esposa va a tener un bebé con una nueva pareja, lo cual puede llevar a un potencial alejamiento de su hijo. Además se trata de un hombre con apetitos carnales un tanto azarosos y arbitrarios, pero que disfruta a medias de su soltería; un hijo y hermano que no termina de hallarse satisfecho e integrado con su núcleo familiar; que observa todo y a todos, pero que no se siente cómodo cuando él es el observado. Hay un delicado equilibrio entre sus roles y personalidades, que no termina de ceder por completo, pero que es puesto en duda desde la mirada propia y ajena. 

Belmonte Perro Blanco 2

La película va mostrando este proceso de crisis personal y relacional con un tono medido, casi opaco, donde la distancia es clave, a favor y en contra. Pero Veiroj encuentra otras formas para transmitir los dilemas identitarios, donde confluyen lo íntimo con lo social, particularmente desde el nombre y apellido. Porque el protagonista es Belmonte para muchos, el apellido como una marca registrada y hasta lugar de pertenencia, pero para otros puede ser Javier, o incluso Javi, marcando un lazo más cercano y a la vez demandante. Sin embargo, esa utilización no es lineal, del mismo modo que las acciones del personaje no son lineales y las reacciones de quienes lo rodean tampoco. El nombrar, nombrarse y ser nombrado como algo atravesado por lo afectivo, lo social y lo cultural, maleable al espacio-tiempo que se atraviesa.

Esas sutiles elecciones de Veiroj exhiben sus cualidades como cineasta, lo mismo que sus precisas elecciones de encuadre, donde la ubicación del personaje que es Belmonte en relación a la cámara –la cercanía o el alejamiento, la centralidad o la marginalidad en el plano- funcionan como indicadores de su relación con el mundo y consigo mismo. Algo similar puede decirse de la banda sonora, que hasta funciona como un texto con vida propia dentro del texto mayor que es el fílmico. Eso compensa varios pasajes donde el realizador cae en remarcaciones discursivas que en vez de acrecentar la empatía por lo que se narra, la disminuyen.

Belmonte Perro Blanco 3

Hace casi tres meses, mi hermano fue papá y, a la vez, por pura lógica familiar y sanguínea, mi madre fue abuela, mi hermana tía, yo tío. Hará unos días, mi madre hablaba con un conocido que acababa de ser abuelo, y ambos coincidían en que lo que más los sacudía no era ver a sus nietos, sino a sus hijos siendo padres. Escuchar esa conversación me recordó que no solo somos quienes somos por nuestras acciones y elecciones, sino también por la mirada de los que nos rodean. La identidad es un proceso tan personal como comunitario, y el recorrido de Belmonte(personaje y película a la vez) evidencia esa certidumbre innegable. 

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