Blade Runner 2049

Por Andrés Nazarala

Blade Runner 2049
Estados Unidos-Reino Unido-Canadá, 2017, 163′
Dirigida por Denis Villeneuve.
Con Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Sylvia Hoeks, Robin Wright, Jared Leto, Mackenzie Davis, Carla Juri, Lennie James, Dave Bautista, Hiam Abbass y Sean Young.

¿Sueñan los cineastas androides con la trascendencia?

Por Andrés Nazarala R.

En tiempos en los que el rótulo “obra maestra” suele ser lanzado sin mucha consciencia, es posible detectar que el entusiasmo encendido ante Blade Runner 2049 tiene más que ver con la fascinación por la película de origen que por sus méritos reales. Por supuesto que también ayuda el hecho de que detrás esté Denis Villeneuve, un buen artesano que nunca llevará una saga hasta el desastre porque siempre fue el aplicado del curso (al menos técnicamente lo es).

Aquí, el director canadiense construye un universo propio a partir de las cenizas del primero. Nos muestra a un Blade Runner (Ryan Gosling) que debe cazar viejos replicantes, mientras nuevos modelos -disciplinados y funcionales- son fabricados en una corporación liderada por un magnate desquiciado (Jared Leto, sobreactuado y disfrazado, otra vez).

Blade Runner 1

La California del 2049 que construye Villeneuve es una extensión obvia -más tecnológica y subdesarrollada al mismo tiempo- de esa suerte de Chinatown decadente que mostraba la versión de 1982 (vemos incluso los letreros de Atari y Pan-Am). El mérito de que podamos sentir que nos hundimos en esa urbe contaminada es principalmente del subvalorado director de fotografía Roger Deakins. No es de extrañar que en 2017  se pueda elaborar un universo cinematográfico más sofisticado, táctil y “sensorial” que en 1982. Digamos que parte del “encantamiento” que BR2049 ejerce sobre sus fieles se apoya centralmente en la experiencia audiovisual; por eso muchos recomiendan verla en IMAX.

Original 4

Donde Villeneuve -y los guionistas Hampton Fencher y Michael Green- pierden fuerza es en un guión algo encaprichado, y volcado al efectismo del giro, que buscar abarcarlo todo: conectar con la película de Ridley Scott (hacia el final aparece Harrison Ford instalando una duda: ¿era o no un replicante?), reflexionar sobre la naturaleza humana a través del conflicto existencial del protagonista e, incluso (como si faltara algo), establecer la posibilidad de una secuela. Vale señalar que en estas vueltas no hay cabos sueltos ni incoherencias, pero sí, de alguna manera, un distanciamiento de las fortalezas de la Blade Runner original. Se ha escrito tanto sobre ella que nos olvidamos que aquella era una película tremendamente simple. Tenía códigos propios, como toda buena obra de ciencia ficción, pero éstos estaban incorporados dramáticamente a la trama (no eran suplementos anabólicos). Además, apuntaba a un núcleo emocional en vez de uno cerebral, por eso no se volvía solemne. Ridley Scott era un cineasta arriesgado, justamente porque carecía del afán de trascendencia de Villeneuve.

Blade Runner 2049 Trailer Breakdown 32

Podríamos decir que lo que experimentó el británico en 1982 es un momento de inspiración: tomó a Philip K. Dick ( la novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”) aunque sacó el título de un texto de William Burroughs (“Blade Runner: Una película”, basado a su vez en “The Bladerunner”, de Alan E. Nourse); miró hacia Raymond Chandler y el cine negro para construir esos escenarios urbanos aplastantes y el desencanto de un agente solitario, y finalmente se obsesionó con la estética trasnochada del cuadro “Nighthawks”, de Edward Hopper, para diseñar el rostro de esa sociedad distópica. En definitiva, armó un mundo propio con múltiples ingredientes, en una de esas películas citadas por el postmodernismo, que vio en ella un objeto de culto en torno a la idea del reciclaje. Scottt hizo eso y acertó. Así, logró una obra visionaria, fascinante y “humana” que afortunadamente no está exenta de debilidades, pero no viene al caso ahora.

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Lo que hace Villeneuve es distinto, quizás estrictamente opuesto: construir, con cálculo de ingeniero (o androide), un blockbuster anómalo que debe estar a la altura de la apuesta original, pero que carece de emoción, como si fuera consciente del problema de lo humano y lo robótico como ejercicio creativo. Villeneuve es el alumno aplicado que complace a la maestra con un trabajo más extenso y riguroso que el exigido, es un cineasta perfeccionista y minucioso que sabe cómo filmar un largometraje de casi tres horas de duración, si. El problema es que, en comparación con la película de 1982, el ejercicio se siente algo desalmado, como la obra de un replicante. Si fuésemos blade runners seria fácil desenmascararlo.

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