Dossier #ContraLaCorrecciónPolítica (V)

Por Rodrigo Martín Seijas

Girl Power?

Por Rodrigo Martín Seijas

En los últimos años, Hollywood empezó a descubrir que la mujer no tenía lugar dentro del cine de acción, que todos los héroes eran hombres, que la masculinidad era la que marcaba la pauta, que su corporalidad era esencialmente machista. Lo femenino, según esta perspectiva, había sufrido décadas de injusticia, de borramiento, de exclusión, sin voz ni protagonismo. Ese género, con su nauseabundo olor a bolas, necesitaba empezar a incluir la mirada de la mujer, a hacerla parte, para así reflejar los cambios de una época donde la feminidad está (supuestamente) pisando más fuerte.

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Lo raro es que ese diagnóstico parte de una ignorancia histórica llamativa, que pasa por alto una multitud de hitos. Y no estamos hablando solamente de que las mujeres podían convertirse no solo en heroínas de acción, sino también delinear desde sus protagonismos las estructuras narrativas, como ya habían probado la Sarah Connor de Terminator y la Teniente Ripley de Aliens hace más de cuarenta años. También de que muchos héroes masculinos solo podían explicados a partir de su vínculo con las mujeres: el Martin Riggs de Arma mortal, el John McClane de Duro de matar o el Harry Tasker de Mentiras verdaderas (por citar apenas algunos ejemplos) no existirían sin sus contrapartes femeninas. O que ese sudor masculino que atravesaba buena parte del cine de acción podía ser analizado y problematizado por la mujer desde la realización, tal como había probado Kathryn Bigelow en Punto límite, Días extraños y Vivir al límite, indagando incluso en sus vertientes que se entrelazaban con la homosexualidad.

Avengers Endgame

Es que claro, lo más importante que se olvidó fue el humor, esa dosis de comedia lindante con la parodia que siempre estuvo presente en el cine de acción, incluso en el más serio o dramático. Ese que pasaba a ser pura coreografía alocada en el cine de John Woo, acrobacias desatadas en la saga de Misión: Imposible (con ese romántico empedernido llamado Tom Cruise). Ese que también estaba en las películas de James Bond, particularmente en sus momentos más sexistas: las chicas “chica Bond” y sus encuentros con el 007, tan machistas como irreales, era también el discurso machista exponiendo su propia inverosimilitud. Sin embargo, parece que el chiste dejó de entenderse. Y cuando la comedia deja de tener lugar, cuando se pierde el sentido de la ironía, ahí estamos en problemas.

Quizás empezó a quedar en claro que nadie se reía, que todo ya era demasiado serio, con la secuencia de Avengers: Endgame donde todas las heroínas se juntaban, de la nada pero calculadamente, en un momento preciso y a la vez totalmente arbitrario, para mostrar que combatían juntas, sin fisuras, en una demostración de sororidad y, principalmente, de ausencia de hombres (pueden ver el momento en esta escena). Ese momento -que subestimaba enormemente el papel jugado por todos los personajes femeninos en el Universo Cinemático de Marvel en pos de un gesto para la tribuna progre- anticipaba que no había convivencia posible: como antes la mujer supuestamente no estuvo, o era marginada al lugar de objeto, el proceso que ahora arranca pareciera que debe aplicar las mismas reglas pero en sentido inverso. Solo hay lugar para la mujer y al hombre solo le queda el rol de enemigo o de mero instrumento del guión.

The Old Guard 1

Por eso aparece una película como La vieja guardia, donde Charlize Theron practica un feminismo de cartón pintado mientras sigue integrando una franquicia machista y conservadora como la de Rápidos y furiosos, donde encima cumple el rol de villana. En la producción de Netflix -cuyo algoritmo se pone rápidamente a cualquier moda- el hombre solo puede tener un papel heroico si es gay, mientras que el antagonista es un heterosexual a reglamento. Todo ese ensamblaje de inclusión/exclusión, de buenos y malos desde el género antes que la ideología, está pautado por una solemnidad pasmosa: no hay humor, todo es serio y a la vez la fisicidad está ausente. Es un cine no solo puritano en su discursividad política, conservador aunque se pretenda actual, sino también desde la corporalidad y el movimiento: cada plano, cada situación violenta, está pautada de antemano hasta ingresar en un territorio aterrador desde su previsibilidad. 

Jessica Chastain Ava 1

Y decimos aterrador porque da miedo cuán previsibles se empiezan a poner las cosas, cuán domesticada aparece la acción en este cine supuestamente inclusivo. Eso también se puede ver en otro film de explotation del feminismo y la inclusión, como Ava, donde Jessica Chastain también pareciera querer mostrar que las chicas son mejores que los chicos. De ahí que los hombres en este film sean cretinos destinados a morir pronto (Ioan Gruffudd), maestros destinados a morir pronto (John Malkovich) o villanos destinados a morir pronto (Colin Farrell). Solo nos queda Chastain, pretendiendo que patea culos masculinos pero no construyendo un verosímil para su personaje, más interesada en la palabra, en el drama pretencioso -aunque nunca pase de lo telenovelesco- que en la verdadera acción, esa que nace del cuerpo y un magnetismo que mucha veces es innato. 

El peor enemigo del cine de acción es el aburrimiento y la pedantería. Nacen del desconocimiento del género, de su historia y sus reglas, de su vocación por la diversión y lo imprevisible, de las innumerables libertades -políticas, culturales, estéticas- que se ha tomado. Y ahora parecen asentarse en una vocación un tanto enfermiza por el didactismo antes que por el entretenimiento, por una inclusión tan tranquilizadora como falsa. ¿Cómo enfrentar esto? Con amor por la acción, que surge del conocimiento y la empatía. Desde ahí es que surgen los verdaderos cambios, las verdaderas deconstrucciones. El resto son meras gestualidades para sentirse parte de una agenda que en el fondo -o no tanto- no deja de ser conservadora.  

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