Paterson

Por Fernando Luis Pujato

Paterson
EE.UU-Francia-Alemania, 2016, 113′
Dirigida por Jim Jarmusch
Con Adam Driver, Golshifteh Farahani, Chasten Harmon, Barry Shabaka Henley, William Jackson Harper y Rizwan Manji.

La vida de un poeta

Por Fernando Luis Pujato

Desde la generación llamada los “poetas malditos”, cuyos representantes más notorios fueron sin duda Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud con el aporte de Paul Verlaine y Stephan Mallarmé, pero también algunos otros fuera de Francia que guardaban cierta sintonía con aquellos como podrían serlo Emily Dickinson y Fernando Pessoa, el ideal romántico burgués de que ser un poeta era un asunto en el cual no solo la delgada línea que separa la razón de la locura podía volverse indistinguible sino también algo ante lo cual se jugaba la vida -a veces literalmente- en este mundo horrendo y hermoso a la vez, ha llegado hasta nuestros días de una manera casi intacta a través de dos siglos de sufrimiento y dolor y algún efímero instante de felicidad; como corresponde. Siempre hubo matices, claro, y ciertamente no es lo mismo morir debido a la cirrosis o a la neumonía o alguna de esas extrañas enfermedades decimonónicas incurables en una miserable pensión delirando entre los fantasmas de amores imposibles que hacerlo más o menos apaciblemente en la habitación de una casa señorial añorando los queridos fantasmas de un tiempo ya ido. Hay otros matices también, porque más allá de que Victor Segalen pasara buena parte de su vida en Polinesia y China (1903-1917) y que Michel Leiris abandonara su cómoda vida en París para sumarse a la expedición etnográfica Dakar-Djibouti (1931-1933) comandada por Marcel Griaule y que T. S. Eliot -el más grande poeta del siglo XX sin lugar a dudas- y Ezra Pound cruzaran el océano para adoptar otra nacionalidad aunque por diferentes razones y con distintos resultados y que Jorge de Sena en 1959 se viera forzado al exilio para no regresar nunca más a Portugal, viajar como un manera de conjurar el exotismo -o al menos enfrentarse a él- o como una forma de adquirir plenamente una lengua heredada o para huir de un estado totalitario han sido siempre una constante en la vida de los poetas, al menos desde Dante Alighieri en adelante condenado al destierro de su Florencia natal de por vida; y seguramente antes también.

Adam Driver Paterson Movie Image 3

Sin embargo, hay algunos que llevaron una vida un tanto ordenada y apenas viajaron a ningún lado como William Carlos Williams, durante varios años médico en el Hospital General de Paterson, a sólo unos kilómetros de Rutherford, la ciudad natal que jamás abandonó hasta su muerte y pater simbólico escritural de un chofer de colectivo llamado justamente Paterson que escribe poesías en una pequeña libreta minutos antes de comenzar a trabajar y durante la pausa del almuerzo y en un sótano de la casa que comparte con su afable esposa Laura y su no tan afable perro Vincent a quien lleva a pasear todas las noches dejándolo atado en la puerta del pub donde toma un vaso de cerveza; solo uno. Esta rutina, repetida de lunes a viernes desde las 6,15 am a partir de un plano cenital de Laura y Paterson en la cama siempre en la misma posición no guarda, sin embargo, una estricta relación con el resto de los planos del film que varían como puede variar la cotidianeidad de una persona con un trabajo regular de ocho horas y una vida familiar sin sobresaltos, aunque la cadencia de los planos secuencia y sobre todo los fundidos encadenados sí son la expresión de una manera de transitar este pequeño mundo y una forma de verlo para traducirlo a otro lenguaje; o al menos intentarlo.

Y Paterson lo intenta, una y otra vez, trabaja con las palabras como se han trabajado oralmente desde aquél tiempo pretérito que jamás podremos datar con certeza para inscribirlas y como se han inscripto en aquél tiempo más o menos datado en el cual se inventó la escritura bajo cualquiera de sus múltiples formas. Trabaja, literalmente, en sus poesías con una birome y un papel, sin computadora, inmerso en un espacio temporal simbólico que parece corresponder más al siglo pasado que a este, pero como los personajes en algunos de los films de Jarmusch -los tardíos inmigrantes húngaros de Extraños en el paraíso (1984) o el moderno ronin de Ghost Dog: la sombra del samurai (1999)- no es una anacronía, alguien situado en un tiempo que no le es propio, sino más bien una criatura que ha elegido, conscientemente, mantenerse en los márgenes de un sistema que produce banalidades en forma de mercancías. Que esta elección signifique que Paterson deba pedir prestado un celular para comunicarse con la compañía cuando el colectivo se descompone no parece ser un asunto demasiado serio aunque sí lo es cuando Vincent destroza su libreta de poesías de las cuales no guardaba ninguna copia; y cualquiera que tenga o haya tenido una mascota sabe que esto puede suceder.

Paterson

En un libro escrito por Marcel Mauss en 1926 llamado The Gift, este antropólogo francés que jamás viajó a ningún lado sostiene, entre otras cosas no menos interesantes, que donar o dar un objeto no solo engrandece al donante sino que crea una obligación inherente en el receptor por la que tiene que devolver, de alguna u otra manera, el regalo. La hermosa libreta que el desconocido poeta japonés, admirador de William Carlos Williams al punto de viajar a la ciudad de Paterson para conocer donde residió este otro poeta tan conocido, le regala a Paterson es un don. Una libreta con todas sus hojas en blanco es un desafío. La vida de Paterson, la de cualquiera de nosotros, siempre ha sido una contraprestación.

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