Somos una familia

Por Sebastián Santillán

Somos una familia (Shoplifters)
Japón, 2018, 121′
Dirigida por Kore-eda Hirokazu
Con Kirin Kiki, Sôsuke Ikematsu, Lily Franky y Moemi Katayama.

Stockholm a la japonesa

Por Sebastián Santillán

Luego del breve e inusual paréntesis que significó el thriller The Third Murder (2017) en su carrera, Kore-eda Hirokazu vuelve en Shoplifters al tópico central de su filmografía: las tensiones inmanentes a las relaciones familiares. Sin dudas existe en esta nueva película, que le valió la Palma de Oro del Festival de Cannes, un expreso deseo de ampliar al alcance de su mirada. Al plantearnos la historia de una familia que apela al robo como modo de subsistencia, la visión humanista de Kore-eda busca ampliar el horizonte de abordaje social, pero esta vez su compasión recurre a una gran ingenuidad discursiva al abordar un tema serio como el secuestro de menores de edad. Sus buenas intenciones se verán desbaratadas ante la dificultad de sostener éticamente una visión naif de un problema de enorme gravedad.

Shoplifters

Somos familia—edulcorado título de estreno en Argentina que cuesta aceptar: el título original, 万引き家族, podría traducirse como “Robo en familia”, más cercano al “Shoplifters” (“Ladrones de tiendas”) que tuvo para los mercados anglosajones— nos cuenta la historia de los Shibata, una familia compuesta por el padre Osamu (Franky Lily, actor habitual de las películas de Kore-eda), la madre Nobuyo (Ando Sakura), su joven hijo preadolescente (Jyo Kairi), la joven hermana de Nobuyo, Aki (Matsuoka Mayu), y la abuela Hatsue (Kirin Kiki, protagonista de Una pastelería en Tokio de Naomi Kawase y también recurrente intérprete de Kore-eda). Con el desarrollo de la historia nos iremos enterando que en realidad los Shibata son una familia ensamblada, cuyos miembros tienen en común el haber atravesado traumáticas experiencias familiares previas. Ellos viven juntos en el modesto departamento de la abuela, y si bien su subsistencia es mostrada de manera cálida, indudablemente es frágil: tiene trabajos precarios y recurren a pequeños hurtos en tiendas como modo de subsistencia. Una noche, luego de una recorrida de robo para abastecerse de comestibles para la cena, Osamu y Shota encuentran a una niña temblorosa de unos cinco años, posiblemente abandonada, que se encuentra buscando comida en un bote de basura. La llevan a su casa y la alimentan, con el plan de encontrar a sus padres más tarde. La abuela descubre que la niña tiene varias cicatrices y lesiones propias de un abuso reciente. El intento de llevar a la niña a su hogar se aborta luego de que camino hacia allí escuchan una violenta discusión de sus padres. Entonces deciden quedarse con la niña, llamándola Yuri.

Shoplifters 3

Lo que previamente he escrito sobre la propuesta estética de films previos de Kore-eda se mantiene en Shoplifters: a diferencia de Yasujirō Ozu, maestro de la sutil transgresión moderna —con quien se insiste en comparar, a veces con paralelismos bastante forzados—, el realizador de Nadie sabeNuestra hermana menorno es un trasgresor formal, sino un narrador clásico, de demostrada habilidad para los relatos sensibles y prolijos. A diferencia de otros trabajos previos del cineasta, cuya principal virtud radica en su simpleza, esta película busca explícitamente poseer más capas. Esta mayor ambición es bienvenida, pero su ejecución choca con la incompatibilidad de una mirada indulgente y una supuesta (pero no lograda) mayor complejidad. Se le puede perdonar a Kore-eda el convencionalismo de la banda sonora para subrayar momentos, y siempre es elogiable el nivel actoral de sus intérpretes —Kore-eda es, antes que nada, un gran director de actores— pero esta vez su fórmula incorpora un ingrediente que la torna indigerible: aceptar, sin problematización seria, las dimensiones éticas del secuestro de menores de edad. Sin duda hay una tensión latente entre la empatía que se va logrando con los personajes y las cuestionables decisiones éticas de los actos que ejecutan.

Shoplifters 1600X900 C Default

Kore-eda no esquiva el debate ético por completo, pero equivoca rotundamente su centro: parece cuestionar el hecho que los personajes roben las pequeñeces que sustraen de las tiendas, pero con irresponsable ingenuidad se muestra compasivo con el secuestro de menores de edad. La base discursiva de esta insólita validación del secuestro es digna del Sindrome de Stockholm: la contraposición ese (supuesto) estado de “pureza” de la indigencia a la (supuesta) violencia de la vida urbana que proveen los padres y el Estado. Es decir, un nuevo ejemplo de los desastres que genera el abordaje de temas sociales complejos desde una perspectiva binaria. Ingenua y torpe, Shoplifters no llega a caer al precipicio porque todos los intérpretes aportan un desempeño notable, al punto de distraer al espectador de su muy debatible postura discursiva. Y no solo al espectador medio, también al jurado del Festival de Cannes que le dio la Palma de Oro y a la Academia de Hollywood que la nominó al Oscar. Irresponsables hay en todos lados

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter