Sospecha mortal

Por Rodrigo Martín Seijas

The Informer 
Reino Unido, 2019, 108′
Dirigida por Andrea Di Stefano
Con Joel Kinnaman, Rosamund Pike, Clive Owen, Common, Ana de Armas, Nasir Jama, Emanuel Coelho, Edwin De La Renta, John D. Hickman, Joanna Kaczynska, Tommy McInnis

Insinuar y concretar

Aunque cada vez más escasos (y en general cada vez menos populares), en Hollywood continúan apareciendo thrillers policiales donde los límites entre la ley y el delito son sumamente difusos y confusos. No es una producción sistémica, sino más bien espasmódica, como si se quisiera mantener vigentes estructuras narrativas clásicas, para no así expresarse a través de relecturas o reversiones, como la que promete la próxima versión de Batman. Sospecha mortal es una nueva muestra de este posicionamiento, que se sostiene en buena medida a partir de lo que aporta Joel Kinnaman en el protagónico.

Es que Kinnaman, con su casi metro noventa y su físico granítico, viene dedicándose hace un rato al policial desde diferentes caminos, apareciendo en películas como Dinero fácil y Una noche para sobrevivir, además de esa serie irregular pero atractiva que era The killing. No es un gran actor, pero desde sus performances transmite dosis equilibradas de vulnerabilidad y fortaleza que lo hacen más que adecuado para el género. En el caso de Sospecha mortal, interpretando a Pete Koslow, un ex convicto que trabaja encubierto para el FBI y que, luego de una operación que sale mal, debe retornar deliberadamente a la cárcel para reunir pruebas sobre la participación del jefe de la mafia polaca en el tráfico de drogas dentro del circuito de prisiones de máxima seguridad. Como era de esperarse, el asunto se complicará aún más para Pete, que deberá lidiar con los mafiosos polacos, otras pandillas dentro de la prisión, las autoridades carcelarias, los agentes federales (Rosamund Pike y Clive Owen) y hasta un detective de la Policía de Nueva York (Common) que piensa que es culpable de un homicidio. Todos están en mayor o menor medida en contra suya y lo usan como peón para sus propios juegos de poder. Las únicas que están de su lado son su esposa (Ana de Armas) y su hija, que lo acompañan pese a todo y son posiblemente los personajes más sufridos, incluso más que el castigado protagonista.

La estructura argumental de Sospecha mortal se va configurando a partir de varios giros dramáticos que arrinconan a Pete, pero que también deparan consecuencias para otros personajes con los que establece lazos. El mérito principal del director y co-guionista Andrea Di Stefano está en no caer en remarcaciones excesivas y aplicar un ritmo narrativo que va acelerando a medida que pasan los minutos, sin resignar una leve reflexividad y estallidos de violencia muy puntuales. El otro aspecto rescatable es cómo, a pesar de un montaje que despliega sucesos, personajes y subtramas que van en paralelo -y que darían para una miniserie-, no deja de otorgarle centralidad al conflicto de Pete. Eso le permite hacerse cargo de que el desafío esencial -y un poco desesperante- que afronta el tipo es cómo tomar decisiones propias cuando todos los bandos lo tironean. Esas virtudes se mantienen principalmente durante la primera mitad, trabajando más que nada los sentimientos de angustia, ansiedad y frustración que cargan y los suyos.

Sin embargo, ya en la segunda parte -y particularmente en la última media hora- Sospecha mortal cae en una trampa usual para el género, que es la de verse obligada a resolver apresuradamente lo que antes venía desarrollando pausadamente. Esa aceleración en el ritmo de la narración termina siendo contraproducente, no solo porque algunos giros son un tanto inverosímiles y dejan varios cabos sueltos en el camino, sino también porque le resta consistencia y potencia al conflicto central. La disputa de poderes, con Pete como rehén de las decisiones de los demás, queda bastante disuelta cuando se arriba a un cierre relativamente abierto, pero que no deja de ser tranquilizador. Por eso Sospecha mortal es un thriller tenso y relativamente interesante, pero al que le falta audacia para llegar a concretar lo que insinuaba en su planteo inicial.

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