Todos lo saben

Por Rodrigo Martín Seijas

Todos lo saben
España-Francia-Italia, 2018, 132′
Dirigida por Asghar Farhadi
Con Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín, Bárbara Lennie, Jaime Lorente, Inma Cuesta, Eduard Fernández y Sara Sálamo.

Títeres

Por Rodrigo Martín Seijas

En el cine de Asghar Farhadi siempre está latente la posibilidad de manipulación de los acontecimientos y la aplicación de un tono sentencioso. Así y todo, el cineasta lograba muchas veces eludir estos peligros a partir de ingeniosas ideas de puesta en escena en las que siempre lo más relevante eran las acciones de los personajes y cómo eran afectados por los espacios-tiempo en los que se enmarcaban. En la estupenda La separación, el realizador conseguía una interacción entre los cuerpos de los protagonistas y el marco judicial que enriquecía la trama y los conflictos. Por eso su discurso socio-político iba adquiriendo diversas capas que evitaban caer en el terreno de la obviedad, ya que la película lograba eludir los esquematismos y estereotipos de los dramones festivaleros de exportación.

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En Todos lo saben, por el contrario, solo hay superficie. Las máscaras se caen pronto y enseguida la manipulación queda al desnudo. El andamiaje dispuesto por Farhadi solo se sostiene durante la primera hora media, segmento en el que se nos muestra la llegada desde Argentina de Laura (Penélope Cruz) junto a sus dos hijos al pueblo español donde nació. Lo hace para asistir al casamiento de su hermana. El reencuentro con los familiares y amigos; la ceremonia y la celebración posterior. Allí hay alegría, diversión, relajación, bromas, evocación de recuerdos, que demuestran que la felicidad puede ser tanto un estado posible como una mentira que se cree a partir de la vivencia. No hay conflictos en esos primeros minutos pero tampoco aburrimiento, y hasta da la impresión de que Farhadi miró muchas veces (y para bien) el arranque de El Padrino.  Pero luego llega el momento del secuestro de la hija de Laura, el pedido del rescate y el comienzo de la carrera desesperada por juntar el dinero, donde Paco (Javier Bardem) –quien fue el antiguo novio de Laura- juega un papel decisivo, mientras se produce el arribo de Alejandro (Ricardo Darín), el marido de Laura. Y desde ahí comienza el derrumbe.

La caída en picada de Todos lo saben se va dando porque Farhadi apela a una estructura de whodunit, donde el enigma central parece ser quién está detrás del secuestro y por qué, pero esa solo termina siendo una mera excusa porque lo que le interesa contar es otra cosa. El verdadero foco del film son las tensiones latentes entre la familia de Laura y el resto de los habitantes del pueblo a partir de las disputas que se han dado por la propiedad de las parcelas de tierra que rodean al núcleo urbano, que terminan explotando a partir de la búsqueda de dinero para el rescate y la revelación de un secreto que se venía guardando desde hace largo tiempo. Claro que el propio título de la película traiciona al relato: ese “todos lo saben” habla de un secreto a voces, de algo que no se dice a viva voz pero que es sabido o sospechado por toda una comunidad. A su vez  Farhadi quiere jugar un poco a la ironía, pero nunca escapa de la solemnidad, maneja la información con poca inteligencia y aniquila toda chance de suspenso, porque esa “gran revelación” se ve venir a kilómetros.

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A Farhadi tampoco parece importarle demasiado la trama policial –que tiene una enorme cantidad de cabos sueltos y en muchos pasajes es dejada de lado-, sino el drama familiar, materno-paterno y social, pero tampoco le brinda entidad a los personajes, que son meros vehículos para un discurso sobre las hipocresías que atraviesan a las capas medias que se aferran a lo que tienen porque eso parece ser su único rasgo identitario. Ahí es donde se dan algunas secuencias directamente teatrales, como la discusión que se da a partir de unos planteos que hace el padre de Laura, o la que revela quiénes están detrás del secuestro. Por eso la premisa, a poco de ser planteada, llega a una instancia de agotamiento mayúsculo, en un relato que en su segunda mitad gira en el vacío durante largos minutos hasta completar más de dos horas cuando debería haber durado no más de una hora y media.

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A Todos lo saben le falta consistencia, coherencia y verdadero compromiso con lo que está narrando, por lo que el titiritero que es Farhadi queda expuesto en su manejo de los hilos. De ahí que solo quede un mero show de actores, con Cruz exhibiendo un display de llantos varios, con Bardem zafando a partir de lo que consigue expresar, fundamentalmente, desde su presencia corporal y con Darín pagando los platos rotos, con un personaje que se pretende noble y honesto aún desde el patetismo, pero que termina siendo simplemente patético. Lo que se dice un seleccionado francamente improductivo.

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