Tren Bala

Por Rodrigo Martín Seijas

Bullet Train
EE.UU., 2022, 126′
Dirigida por David Leitch
Con Brad Pitt, Joey King, Aaron Taylor-Johnson, Brian Tyree Henry, Andrew Koji, Hiroyuki Sanada, Michael Shannon, Sandra Bullock, Zazie Beetz, Logan Lerman, Masi Oka, Miraj Grbic, Bad Bunny, Johanna Watts, Pasha D. Lychnikoff

La velocidad y el objetivo precisos

Ver Tren bala es un poco como experimentar un ligero salto hacia atrás en el tiempo: da la sensación de estar viendo esas películas de finales de los noventa que se subieron al boom generado por el primer Tarantino, pero apropiándose solo de algunos elementos, y del que el cine de Guy Ritchie fue posiblemente el exponente más relevante. Es decir, un despliegue narrativo y visual donde el tono canchero es la norma dominante, con una violencia caricaturesca que roza lo banal; una combinación entre comedia y policial sarcástico; y una sumatoria de estrellas de diverso calibre montando shows propios que interactúan entre sí. Pero, por suerte, todo eso no se convierte en un desfile de egolatría insoportable gracias a Brad Pitt, que, contra lo esperable, le aporta una ligereza chispeante a todo el ensamblaje.

Y eso que la presencia detrás de cámara de David Leitch -que pinta para ser un digno seguidor de Ritchie, para bien y para mal- prometía autoconsciencia hasta el límite de lo superficial y la conversión de los personajes en meros estereotipos. Convengamos que algo de eso hay, porque tanto la narración como su galería de personajes exhiben un juego constante con el artificio y los esquematismos. Pero claro, está Pitt como verdadero autor -o, al menos, como gran estrella conductora y unificadora-, que parece haber entendido que ya no necesita buscar prestigio, no solo porque ya se llevó el Oscar, sino porque encima lo obtuvo por la actuación correcta, ese monumento al desparpajo que era el Cliff Booth de Había una vez en…Hollywood. Y que también comprende que está bueno divertirse, pero incluyendo en ese mecanismo de diversión al espectador, para que todo no sea una simple fiesta de amigotes, como en la trilogía de La gran estafa, de Steven Soderbergh, otro realizador que suele privilegiar el gesto astuto y canchero. En esta película logra dar ese salto cualitativo a partir de la interpretación de un criminal a sueldo (a veces ladrón, otras asesino) que está en un proceso de armonización con el universo y al que le toca un trabajo aparentemente sencillo: ingresar a un tren bala que va de Tokio a Morioka, extraer un maletín y bajarse en la siguiente estación. Por supuesto, todo se complicará rápidamente, porque hay allí varios asesinos, todos con diferentes orígenes y propósitos, que chocarán en ese transporte de alta velocidad.

La premisa que funciona como punto de partida parece limitar todo a una serie de confrontaciones físicas y profesionales en el tren, pero la estructura narrativa irá complejizando todo, con unos cuantos flashbacks que trazan un universo donde conviven varias organizaciones criminales, más algunas historias entre trágicas, cómicas y disparatadas. De fondo, el gran dilema: quién y para qué armó un plan para meter a toda esa gente dentro del tren, ya que no están allí por pura casualidad. La clave para que se sostenga el relato -que, cuando se lo piensa mínimamente, roza lo inverosímil- es la velocidad: no solo la del tren, sino también la de los personajes (desde lo físico, pero también desde el habla), la trama (que suma vueltas de tuerca a cada minuto) y la puesta en escena, apoyada en un montaje vertiginoso y hasta por momentos frenético. Pero también el humor, que juega con lo ácido e irónico, sin dejar de permitirse una ligereza infrecuente, que hace todo mucho más juguetón y liviano: Tren bala no pretende mostrar -y mostrarse- que es más inteligente que el espectador y, en cambio, lo hace un poco parte de esa fiesta violenta en la que se embarca.

Esa vocación por el entretenimiento aleja a la película del efectivismo temático e incluso visual, además de la pedantería o la canchereada vacua, como ocurre a menudo en los films de Ritchie, Soderbergh y hasta el mismísimo Tarantino. El mundo que construye Tren bala es ciertamente superficial, artificioso y efímero, pero también entretenido y alejado de todo didactismo artístico. Pitt se propone entretenernos durante un rato y todos los que rodean, por suerte, entienden esa propuesta: hasta Michael Shannon está desatado, aunque efectivo en su actuación. De ahí que Tren bala recupere buena parte de esa voluntad lúdica que ha quedado un tanto marginada y aislada en el Hollywood de los últimos años. Por eso también cimenta la impresión de ser una película del pasado, aunque en un sentido virtuoso, porque su vértigo confluye con su madurez, de la mano de las ambiciones justas.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter