Venganza implacable

Por Rodrigo Martín Seijas

Honest Thief
EE.UU., 2020, 99′
Dirigida por Mark Williams
Con Liam Neeson, Robert Patrick, Jai Courtney, Kate Walsh, Jeffrey Donovan, Anthony Ramos, Jamie Ghazarian, Janelle Feigley, Devon Diep, Arthur Hiou, Adrian M. Mompoint, Birol Tarkan Yildiz, Kayla Caulfield, Jose Guns Alves, Marcela Jaramillo, Lewis D. Wheeler, Michael Malvesti, Patty O’Neil, Osmani Rodriguez, Ineke Garbacz, Guy Cooper, Adam Teper, David Palandjian, Tazzie, Rickland Powell

¿Por la senda de Eastwood?

Mientras miraba Venganza implacable, en varios pasajes no podía evitar recordar a películas de Clint Eastwood como La mula, Gran Torino, Crimen verdadero y especialmente Deuda de sangre. Particularmente el último film, un policial con unas cuantas vueltas de tuerca, un trasfondo romántico en el argumento y donde conceptos como la vejez y el retiro están siempre sobrevolando. Incluso el título original, Honest thief -mucho más apropiado que la infame traducción que le pusieron acá- evoca un clasicismo reposado, casi nostálgico. Sin embargo, la película de Mark Williams es una versión devaluada, un intento con algunos rasgos atractivos, pero bastante fallido de conectar con las atmósferas de ese cine y que se apoya excesivamente en el carisma aportado por Liam Neeson.

Porque lo cierto es que Neeson es el motor principal de un film donde el actor pareciera emprender un camino similar al que Eastwood inició en los noventa: el de utilizar las estructuras genéricas para reflexionar sobre lo que se podría caratular como “el reposo del guerrero”. De hecho, se lo puede enlazar con otra película reciente de Neeson, El protector, que incluso tiene como director y co-guionista a Robert Lorenz, habitual colaborador de Eastwood. En el caso de Venganza implacable, con la historia de Tom Dolan, un hábil ladrón de bancos que, luego de conocer a Annie (Kate Walsh), que parece ser la mujer de su vida, decide encauzar su camino y entregarse al FBI, solo solicitando a cambio una sentencia reducida. Sin embargo, es traicionado por dos agentes corruptos, con lo que termina encontrándose inculpado por un homicidio que no cometió y huyendo mientras intenta proteger a su amada. 

Si Neeson interpreta con solidez a un profesional que quiere hacerse cargo de lo que ha hecho, pero al que las circunstancias lo obligan a volver a ser su antiguo yo, el ensamblaje narrativo que lo rodea se muestra bastante frágil. Esos problemas ya pueden apreciarse en ese interés amoroso que es Annie, un personaje con rasgos amables, pero también bastante ingenua -hay algunas decisiones que ejecuta que rozan lo inverosímil- y sin la suficiente fortaleza para darle credibilidad a la subtrama romántica, que es el verdadero núcleo del relato. Esas dificultades se potencian con los antagonistas, especialmente el principal, John Nivens (Jai Courtney, uno de los peores inventos del Hollywood reciente), un agente inescrupuloso que nunca sale de lo esquemático, sin la malignidad suficiente y que hasta parece un poco pusilánime en su confrontación con el Dolan de Neeson. Apenas si se puede rescatar la nobleza que transmite Jeffrey Donovan como Sean Meyers, un agente que va a todos lados acompañado por el perro de su ex esposa -un chiste repetido pero que inesperadamente funciona- y que, pase lo que pase, siempre se comporta de manera honesta y recta.

De Venganza implacable se puede rescatar su consciencia y aplicación a una premisa acotada -aún a pesar de sus múltiples giros- y su voluntad permanente por narrar su pequeña historia sin grandes estridencias. La acción es precisa y no se deja llevar por pirotecnias exageradas, lo cual se agradece en tiempos donde las imágenes hiperbólicas llevan a que nada nos sorprenda como espectadores. Algo parecido se puede mencionar respecto a su ritmo pausado y las tonalidades ligeramente melancólicas que maneja, que son ciertamente inusuales dentro del espectro de la producción actual. Pero no hay mucho más que eso, como si Williams hubiera captado apenas la superficie del clasicismo de Eastwood, pero no su verdadera esencia, donde es indispensable el diseño de los personajes, marcados por el profesionalismo y la coherencia, además de códigos que rozan lo ancestral. Y si bien Neeson parece el candidato apropiado para heredar y continuar las gestualidades y conductas del cine de Eastwood, en Venganza implacable no encuentra a un realizar que lleva esas potencialidades a su máxima expresión.

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