Crímenes de familia

Por Sergio Monsalve

Crímenes de familia 
Argentina, 2020, 99′
Dirigida por Sebastián Schindel
Con Cecilia Roth, Miguel Ángel Solá, Benjamín Amadeo, Sofía Gala Castiglione, Yanina Ávila, Paola Barrientos, Diego Cremonesi, Marcelo Subiotto, Claudio Martínez Bel, Santiago Ávila, Marcelo D’Andrea

Todo mal (esto no es una crítica)

Por Sergio Monsalve

Una mujer de la provincia sale del baño recurrentemente, en un flash retórico. Le vemos ensangrentada al final de un pasillo. La imagen pertenece a la galería de filtros del cine de terror.  La fotografía, el ritmo y la actuación imprimen una caracterización melodramática, con pretensiones de denuncia. Solo falta el voicer over de Lanata para semejar el set de una acción recreada del programa PPT. Así empieza la morbosa y fallida Crímenes de Familia, distribuida por Netflix, donde Argentina es la nueva víctima de los bajísimos estándares de producción de la plataforma de streaming, para su mercado de LATAM. 

Crimenes De Familia 4

A propósito, es el documental el formato más consistente de la barra hispánica del multimedio de la “N” grandota. “N” de “nos da igual llenar de bosta el algoritmo suraméricano, con tal de cruzar fronteras demagógicamente”. El administrador de la parrilla, en idioma castellano, nos suele castigar, subestimar, cosificar y unificar en una nada insalvable de alusiones al color local, al exotismo de la Street Food, al sensacionalismo del narco, al buen salvajismo y la responsabilidad social. 

Del grueso de la telebasura podemos abstraer excepciones como Todo sobre el AsadoMi obra Maestra y El Ciudadano Ilustre. No son películas perfectas, obviamente, pero representan a directores con ideas en el oficio, conscientes de los mecanismos de representación audiovisual, empeñados en escrutarnos desde la distancia de la sátira. 

Crímenes de Familia, por el contrario, supone una nueva tortura de Sebastián Schindel, a quien padecimos por El patrón: radiografía de un crimen, cocinado en los fogones de Ibermedia, entre Buenos Aires y los oportunismos progresistas de Estrella Films, cooperativa de caraqueños veganistas y feministas, según su página de Facebook. La prensa de propaganda del régimen de Maduro anunció su estreno como un acontecimiento y lo cubrimos a la semana siguiente en una sala semivacía. A los cuatro gatos de la función nos aburrió el sentido grueso y maniqueo de la puesta en escena, ilustrando con cromos el catecismo del manifiesto comunista. En aquel film el carnicero comete un delito, casi en defensa propia, por someterse al estrés de un propietario explotador e inescrupuloso. (Al dictador Maduro le fascinan dichas justificaciones de su agresiva política de expropiaciones, de cacería de brujas contra el emprendimiento independiente y civil. En paralelo, durante la proyección, el estado fijaba los precios de las panaderías, cerraba negocios y perseguía a sus llamados “infractores”.) Por ende, disiento plenamente del empaquetamiento discursivo del realizador Sebastián Schindel y sus pragmáticos parásitos de la red venezolana, acostumbrados a crear para complacer a sus patrones del sistema oficial. 

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Alguna vez, en uno de los programas de El Amante TV, Rafael Filippelli sentenciaba: “lejos de ser cineastas que han cumplido 30 años, se parecen más a delincuentes que a directores de cine”. Asociaciones que se me ocurren.

El subsidio determina e impone la línea editorial, consiguiendo la respuesta plavoviana y adaptativa de un instrumentador del discurso aceptado, censurado, filtrado, hegemónico.La actividad audiovisual acepta el juego de poder y se rinde a una plasmación edulcorada de los relatos admitidos. 

Crímenes de Familia resume la asimilación condescendiente de un canon momificado por el INCAA y luego exhibido en la pantalla chica. En la pantomima vuelve a figurar el rostro legitimador de Cecilia Roth, disecado en un vano recuerdo de Todo sobre mi madre, el sobrevalorado melodrama de Almodóvar. Dentro de poco, no lo duden, prohibirán a la crítica de cine, cancelarán la oportunidad de comentar deslenguadamente. 

Aprovechemos para dejar constancia de cómo se escribe al margen de pactos y romanticismos de posers, de colegas reprimidos y educados para elogiar bodrios a través de descripciones farragosas e incomprensibles. No tengo inconvenientes en decirles que la película es insostenible, que no me creo sus interpretaciones, que sus argumentos manifiestan una redacción torpe, que se fuerzan cosas, que ni siquiera hay comprensión de los personajes como entes verosímiles y autónomos a las decisiones de unos autores prejuiciosos. 

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Del acoso sexual al aborto, pasando por la decadencia de una pareja de clase media alta, Crímenes de Familia dicta sentencia en los primeros minutos, imposibilitando descubrir una vuelta inesperada. El plot twist está tan anunciado y marcado como la caricatura de la nana triste de la que abusan todos, porque carece del don de la palabra, habida cuenta de un pasado de agresión, discriminación y violencia doméstica. El tema ciertamente es preocupante y digno de visibilizar, no vayan a pensar que somos unos monstruos insensibles. Lo negativo es que los protagonistas deban escenificar un libreto que los simplifica, que los convierte en títeres de una trama previsible de folletín altermundista. Estimo que el calvario judicial y burocrático, con sus diálogos de sordos, abrevian los mejores segundos de la faena. 

En cuanto a lo demás, sospecho que Netflix gusta en vernos como el estereotipo de la señora muda que hay que defender y reivindicar, como el epílogo de la fiestica infantil de cumpleaños, picándole la torta al reencuentro de las mujeres atormentadas por el hijo inútil y consentido.

Todo mal. 

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