El gran movimiento 

Por Aníbal Perotti

Bolivia, Francia, Suiza, 2021, 85′
Dirigida por Kiro Russo
Con Julio César Ticona, Max Bautista Uchasara, Israel Hurtado

Tropical Malady (*)

Elder llega caminando a La Paz con sus compañeros mineros para reclamar en vano por un trabajo. El joven padece una extraña enfermedad respiratoria y su agotamiento físico resume una suerte de desaliento colectivo. Durante un viaje en micro, la imagen de su rostro encapuchado a contraluz se convierte lentamente en una sombra gigantesca sobre la que la cámara comienza a hacer zoom. La inmensa ciudad surge como un rompecabezas imposible de resolver: un retrato caleidoscópico de la capital boliviana con sus fachadas geométricas, sus espejos deformantes y las omnipresentes obras en construcción que hacen llover piedras. Al son de una sinfonía discordante en la que proliferan bocinas, sirenas y taladros, la cámara se detiene en el entrelazado de cables eléctricos: una maraña de proporciones inhumanas que contamina la imagen con sus raras perspectivas. La ciudad es un objeto fascinante de enigmáticos contornos con sonidos que brotan de sus callejones y de sus plazas bajo el dominio de la montaña que esparce misteriosas fuerzas telúricas. La cámara acaricia sus heridas mientras circula como un poeta alucinado, tan sensible a los pequeños detalles como a las escalas cósmicas.

Kiro Russo filma a las cholas que venden papas y cebollas como a estrellas de Hollywood, los primeros planos de sus rostros son paisajes a explorar. El cineasta capta una realidad tambaleante y dispersa con una estética que genera desconcierto. Elder se siente abrumado por la ciudad moderna, el tráfico de los autos, los teleféricos y los intercambios monetarios. La película adquiere otra dimensión cuando aparece un misterioso personaje llamado Max, mezcla de vagabundo y hechicero, que vive en el bosque y que cada tanto baja a la ciudad murmurando algún presagio. Cuando Elder se encuentra con Max y le pide ayuda surge una escena extraordinaria donde la imagen de su boca entreabierta se fusiona con la salida de unos mineros sumergidos en la noche más oscura. Cerca del final, Kiro Russo hace gala de su talento formal organizando una sinfonía urbana digna de Ruttmann y Vertov: los ruidos  de la ciudad mezclados con una partitura clásica responden a una secuencia de planos donde los gestos de los paceños se chocan en una gigantesca coreografía. Pero lejos del elogio a la modernidad de las vanguardias de los años veinte, el frenesí de las imágenes y el misterio que emana de ellas genera a una especie de hipnosis que lleva al espectador a un estado de trance similar al del personaje principal. La minuciosa radiografía de la ciudad con su deriva fantástica y el extraordinario uso de sus sonidos como elementos de una sofisticada composición musical, convierten a El gran movimiento en una película que deslumbra, emociona y encuentra su verdad en el montaje.

(*) Una versión extendida de este nota se publicó previamente en el sitio Cinemaramma en 2022

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