La escuela del bosque

Por Carla Leonardi

Argentina, 2020, 88′
Dirigida por Gonzalo Castro
Con Guillermina Pico, Isabel García Ponzoda, Alejandro García Schnetzer, Macarena Fernández, Oblit Baseiria, América Sánchez, Martín Tognola

Entre el origen y lo nuevo

En el comienzo, la cámara sigue a una joven mujer caminando por la vereda. El lugar es el barrio de Grácia, en Barcelona, donde en una casa con jardín y por un precio módico, vive María (Guillermina Pico), la mujer en cuestión, junto a su hija Isabel (Isabel García Ponzoda), de 6 años, tras la separación de Juan, el padre de la niña.

Filmada en blanco y negro, la película está concebida como momentos episódicos que, a través de los encuentros y diálogos que se establecen con amigos o familiares, retratan la vida de esta mujer argentina, exiliada en Barcelona, con clara impronta rohmeriana. 

El retrato de estos momentos de vida está marcado por el uso de la cámara fija en interiores, mientras que adquiere mucha más movilidad en exteriores, cuando sigue las caminatas de María junto a otros personajes. Al mismo tiempo, el uso del plano fijo da cuenta de la encrucijada de vida que atraviesa María, encerrada en una multiplicidad de situaciones y roles que la desbordan: un padre anciano que vive en la montaña y ya no sale de su casa, su trabajo en un estudio musical, una madre en Argentina (lo cual le produce culpa por no poder hacerla más presente en la vida de su hija), una hermana que le reprocha lo sola que la dejó junto a la crisis de su madre hace 10 años atrás cuando emigró, el ocuparse de su pequeña hija y una pronta mudanza que afrontar. 

A través de las distintas conversaciones, el director despliega temáticas como la visión idealizada que se tiene de Europa desde Argentina y viceversa (donde Argentina se ve como caótica, visceral y al mismo tiempo siempre igual); la dureza y la templanza que implican el exilio, la huella del paso del tiempo, el conflicto entre las marcas de origen y la asimilación de lo nuevo y la inevitable diferencia entre el recuerdo y el reencuentro, donde hay una pérdida estructuralmente irrecuperable. Decanta entonces la cuestión para María de cómo estar más presente en sus afectos, cómo preservar algo de su “argentinidad” sabiendo que el retorno a lo anterior, que la repetición de lo mismo es imposible, porque el tiempo introduce la hiancia de la diferencia.    

En este contexto, la escuela del bosque en la periférica zona de Vallvidriera, donde vive el abuelo de Isabel y a la que hace referencia el título de la película, puede leerse como la invención poética de un nuevo horizonte, que haciendo resonar algo del pasado, aparece como solución para madre e hija.  
Modesta en sus ambiciones, pero bien ejecutada, La escuela del bosque es una película sensible y digna sobre lo difícil que siempre resulta partir y también permanecer en un país otro, que nunca va ser plenamente el propio.

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