La madre

Por Marcos Ojea

The Mother
EE.UU., 2023, 115′
Dirigida por Niki Caro
Con Jennifer Lopez, Joseph Fiennes, Omari Hardwick, Gael García Bernal, Paul Raci, Lucy Paez, Jesse Garcia, Yvonne Senat Jones, Edie Falco.

Una loba como yo no está pa’ tipos como tú

Se veía venir. La madre, producida y protagonizada por Jennifer López, nos anunciaba ya desde el póster lo que podíamos esperar: una de esas películas construidas alrededor de una estrella para probar su valía. Una excusa para mostrar versatilidad, matices dramáticos, compromiso con la actuación y, desde el tema, con el mundo actual. Al margen de su carrera musical y su vida empresarial, López es una actriz con más de 25 años en el rubro, aunque lo cierto es que le costó ser considerada por sus dotes interpretativas. Estafadoras de Wall Street (2019) y Cásate Conmigo (2022) la mostraron en su mejor versión, dentro de la comedia, pero la crítica y los premios no suelen ser muy benévolos con el género. Y si bien La madre es esencialmente una película de acción, el fondo sobre el que está construida la ubican dentro de ese tipo de proyectos pensados con un afán consagratorio. Lo que sucede, sin embargo, es lo opuesto. ¿De qué manera? Vengan conmigo a los párrafos siguientes.

Dirigida por la irregular Niki Caro (capaz de embarrarla con el live action aburridísimo de Mulan, y destacarse con McFarland: USA, una gran película deportiva), La madre se propone como una contracara femenina de producciones al estilo Búsqueda implacable, donde un progenitor va solo contra todos para recuperar y proteger a su linaje. El personaje de López, cuyo nombre jamás conocemos, es una ex soldado embarazada que, en el pasado, se vinculó con oficiales corruptos y traficantes de armas. Tras un parto de emergencia, consecuencia del ataque por parte de uno de estos tipos, el FBI la obliga a entregar a su hija a una familia, con el propósito de resguardarla y no convertirla en un blanco. Sin mucha opción, firma el acuerdo y se recluye en un paraje inhóspito de Alaska. Pero 12 años después (un montón de tiempo, pero el mínimo indispensable para darle a la niña una edad acorde a sus acciones futuras en la película), los antiguos villanos resurgen y posan su interés sobre la niña, lo que obliga a la madre a volver a la acción.

El primer obstáculo que encuentra la película es la presencia de López en el rol de una francotiradora de sangre fría, apaleada por sus decisiones y circunstancias. Acá surge una pregunta: ¿hay una construcción machista que nos impide ver a una actriz indiscutiblemente atractiva en un papel como éste? Una producción similar como Misión de rescate, con Chris Hemsworth a la cabeza, no nos plantea ninguna duda respecto a la verosimilitud de su protagonista. La misma inquietud surgió hace un tiempo con Angelina Jolie y Aquellos que desean mi muerte, aunque en esa ocasión el talento de Taylor Sheridan se llevó puesto cualquier interrogante. En todo caso, no tengo una respuesta definitiva a esta cuestión, pero lo cierto es que en La madre la figura de Jennifer López hace ruido, aunque la culpa no sea enteramente de ella. ¿Quiénes son, entonces, los responsables? Para eso si hay una respuesta.
El segundo y definitivo obstáculo contra el que se estrola la película es el guión, firmado a seis manos por Misha Green, Andrea Berloff y Peter Craig. Lo que en apariencia podría resolverse con el desarrollo a tiro limpio de una premisa simple, se convierte en un comentario de trazo grueso sobre la maternidad, garabateado sobre una serie de secuencias bastante inexplicables. Por ejemplo: el motivo por el que los malos quieren secuestrar a la niña nunca se termina de entender, aunque se ensayen algunas razones. Todas tambalean en algún momento. Lo referido al personaje de Gael García Bernal, el traficante de armas, es absurdo por donde se lo mire: desde uno de sus colaboradores, que no para de empujar gente cuando corre (primero un niño, después una mujer, después una monja), hasta la secuencia en su fortaleza, donde le dice a López lo buena que está a pesar de los años. Todo ese primer tramo del rescate, sumado a la actuación desangelada del mexicano (aunque entendible con ese personaje imposible), da ganas de balearse en un rincón. Bueno, tampoco tanto.

Como si se tratara de una concepción antinatural del ritmo, lo que sigue repite el esquema, pero con otro villano (esta vez en la piel de Joseph Fiennes), y le suma una larga secuencia en el bosque, donde la madre entrena a la hija en plan Sarah Connor. A pesar de los simbolismos obvios, como esa loba protegiendo a sus cachorros que aparece por ahí, es durante estos minutos cuando la película alcanza cierta humanidad. Quizás se deba a la frescura que aporta Lucy Paez en el papel de Zoe, la hija, que rompe un poco la seriedad artificial de López. Es ahí, en ese artificio, donde radica uno de los principales problemas de La madre: a pesar de que estamos viendo una historia sobre vínculos familiares y sacrificios, el peso de las emociones nunca se vuelve palpable. Vuelta a Taylor Sheridan, pero esta vez con Viento salvaje, una película que también incluye padres, hijos, nieve y violencia, pero cuyo fondo emocional es atronador, en el mejor de los sentidos. Acá lo único que resuena son los golpes y los disparos, en escenas de acción ejecutadas con oficio pero sin gracia. Cuando los personajes importan, las vueltas absurdas de un guión hasta pueden encontrar sentido, más en el cine de tiros. Cuando no sucede, lo que queda se parece mucho a esta película.

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