La rebelión

Por Sergio Monsalve

Captive state
EE.UU., 2019, 109′
Dirigida por Rupert Wyatt
Con John Goodman,  Ashton Sanders,  Vera Farmiga,  Madeline Brewer, Machine Gun Kelly,  D.B. Sweeney,  Kevin Dunn,  Lizzy Leigh,  Daniel Craig Baker, Jonathan Majors,  Marc Grapey,  Brian Wolfman Black Bowman, José Antonio García, Chronicle Ganawah,  Giota Trakas,  Jackie Saland

Guerrilla líquida

Los aliens han tomado el control del estado. Se comunican con sonidos estridentes que traducen un grupo de burócratas kafkianos. Existen los colaboradores, los enajenados y los disidentes. La policía persigue y purga a los sediciosos, acusándolos de terroristas. Me siento en Venezuela.

En su visión paranoica y conspirativa, la nueva película de Rupert Wyatt trafica con las mismas ideas subversivas que hicieron de su reboot de El Planeta de los Simios una de las obras emblemáticas del género distópico en la posmodernidad. 

La tendencia se ha consolidado en los últimos años, dando pie a un filón que evidencia un serio dilema político, por cuanto propone el derrocamiento del sistema establecido desde las propias plataformas del status. En consecuencia, habría que medir el impacto de tantos largometrajes apocalípticos que enfrentan al mundo y la globalización, tras el once de septiembre, para terminar afianzando el concepto democrático de la mayoría de los gobiernos y naciones del planeta. 

También estamos por sondear si semejantes propuestas del descontento cumplen un rol de servir de soma o placebo para las masas progres que claman por cambios de ruta y de régimen. En cualquier caso, Captive State explota el mercado de la contracultura como negocio, buscando comunicar sus mensajes alternativos en vías de domesticación. 

La paradoja del filme llega en un momento difícil para la distribución del cine adulto que sale del parámetro de la cadena familiar y súper heroica. De hecho, pude ver Captive State en una sala donde apenas me encontraba con un par de espectadores desorientados y confundidos frente a la pantalla.

La película tuvo una comercialización limitada en Estados Unidos debido a su contenido “divergente”. Pareciera que el único destino, para piezas así, es el cajón de sastre de Netflix. Por algo los críticos comparan a Captive State con los mejores derroteros de la saga Cloverfield

No resulta una coincidencia que John Goodman preste su figura más ambigua e insurgente para dar vida al protagonista de la historia, concentrada en la aparente desactivación de una célula “terrorista” que planea organizar un operativo de desestabilización para derrocar a la tiranía de los extraterrestres aliados al poder fascista. Todo huele a V de Vendetta contra Trump. 

Al margen de las obvias correspondencias y concomitancias, la película funciona como alegoría de anticipación, como bomba de relojería a lo Alfred Hichtcook, cuya simbología procura interpelar al quietísimo y la pasividad contemporánea. 

La habilidad del realizador se muestra en su capacidad de narrar un tenso relato de suspenso, tomando la inspiración de los polares franceses de la resistencia. Autores como Melville y Bresson vienen de inmediato a la mente del auditor curtido, cuando la cámara descubre en silencio la ejecución de una perfecta coreografía de complot. La sequedad expositiva bebe del documental hiperrealista y de los simulacros naturalistas de monstruos del juego de espejos, como Paul Greengrass y Peter Watkins. 

La compleja planificación audiovisual estalla en el clímax, logrando reavivir el enfoque estilizado de genios del thriller urbano y neonoir. Por el argumento del subtexto, el guion reescribe el plot de La Batalla del Argelia en un plano gélido de resonancias melancólicas y pesimistas. 

Los movimientos del objetivo recuperan la ingravidez y la atmósfera de Gus Van Sant en Elephant, así como el desplazamiento de la primera secuencia de Drive. De una dirección incontestable, Captive State conviene admirarse en su contexto, a pesar de sus deslices creativos. Ciertamente, revierte el concepto de Invasión de los Ladrones de Cuerpos, infiltrando a las fuerzas de ocupación con el fin de provocar su derrota y caída. 

Empero, difiero del tono kamikaze del mensaje. No me gustaría inmolarme para generar cambio social alguno.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter