Misterios de Lisboa
Volviendo a Proust, se puede o no haber leído esa obra descomunal que atraviesa toda la literatura, pero si se ha visto El tiempo recobrado (1999) de Raúl Ruiz, esa experiencia es más que suficiente para sumergirse en aquel mundo de salones lujuriosos repletos de falsedades y de burdeles sórdidos repletos de vidas paralelas, en la memoria reciente y no tan reciente de un dictado desde una cama en la que alguien muere, en el espejo de su imagen, en la magia siempre terrena del cine. Que es también, para decirlo pronta y llanamente, lo que ocurre en Misterios de Lisboa, en su final, en ese círculo que se cierra sobre la memoria, en un lecho de muerte anunciado desde un origen desconocido y conocido azarosamente entre los vericuetos de un film que podría durar casi eternamente