No respires
El trabajo formal que detenta la película de Álvarez, por lo tanto, no es solo un ejercicio funcional a una treta hábil de guión sino un posicionamiento ético frente al dilema (también ético) al que nos somete la película. Mirar es una forma de moral, escuchar también. Por eso, bien ingresados en ese infierno, puntualmente en el sótano (moralizando así la arquitectura del espacio con precisión) la demanda no se sostiene exclusivamente en la mirada en la escucha, sino también en el tacto.