Oliva
Oliva, no obstante, dista de ser una película de gangsters. Y en todo caso un poco dista de ser una comedia, aunque lo intente. No porque intente dar cuenta de ese código en tono de farsa, sino porque intenta aplicarlo a una premisa que no tiene mucho que envidiarle a Goodbye Lenin!, con la que comparte la necesidad de un hijo para sostener un delirio y ocultar una realidad para su padre. El punto es que el chiste de la doble percepción no dura demasiado sin volverse reiterativo y un tanto zonzo.