#37MarDelPlataFF – Diario de festival: Juana Banana, A Woman Escapes, La reina desnuda, Sublime

Por Mariano Bizzio

Juana Banana intenta pero no encastra. Pero no porque no pueda, porque no esté en su espíritu esa potencia de combinación entre lo medianamente planificado (el guión) y la irrupción del azar (la improvisación pura y dura), sino porque quizás nunca se preguntó demasiado qué debía/podía/quería hacer con esos materiales. Producto entonces del desorden ordenado (o del orden desordenado), su sistema narrativo es como una calesita que empieza a subir la velocidad pero que en algún momento empieza a arrojar a los niños por el aire, porque la fuerza centrífuga hace su trabajo. El problema es que esa calesita gira y gana velocidad pero sigue parada sobre su eje, que tiembla indefinidamente mientras gira vaya uno a saber hacia donde mas que sobre si misma.

Poco viene al caso (o nada, porque una crítica no puede ser una descripción ociosa de la sinopsis de una película rodeada de unos cuantos adjetivos, sustantivos, verbos, adverbios y unas pocas palabras más) tratar de explicar a su protagonista, una excéntrica (básicamente pérdida de algo parecido a un “centro”) que puede ser amable e irritante al mismo tiempo. Poco importa narrar sus desventuras como actriz, como escritora o como amante. Ni como amiga, ni como cinéfila. De todas y cada una de esas partes está hecho el manojo de nervios que configura la vida de Juana, más adepta a perderse que a encontrarse. De ahí que cuando la película asume un riesgo físico (correr, saltar, tropezarse, ensuciarse, etc) es cuando mejor le va. Y que cuando los personajes hablan (excepto en algunos pasajes inspirados y notables, sean o no improvisados) todo se vuelve un poco áspero, pero en el peor de los sentidos, porque todo el sistema comienza a chirriar y a efectuar un ruido molesto.Ingresando por la puerta trasera de los festivales, en silencio, Juana Banana llega a las salas. Posiblemente para irritar de sobremanera. Pero bueno, de ese riesgo también está hecho el cine: de buscar encastrar sin hallar el lugar adecuado al que pertenecer.

A woman escapes, probablemente, termine por convertirse en la película más destacada dentro de una obra excéntrica como la de Sofia Bohdanowicz. Dueña de un cine cargado de ramificaciones, de bordes y recargas barrocas que rizan el rizo de lo narrativo. Organizada a partir de los intercambios entre tres personajes que enhebran la trenza narrativa (que a su vez conecta con otras películas suyas de años anteriores) la película de Bohdanowicz es un juego de espectros, un mundo fantasmagórico que retrotrae a otras épocas del cine. Cine de la melancolía, de la pérdida, de la oscuridad, lo que propone la película es también un modo, una estrategia resistente para ejercer y resguardar la memoria. Dueña de una sensibilidad capaz de captar los momentos más insignificantes, Bohdanowicz se entrega al duelo, al dolor, pero lo hace con unos modos y una sensibilidad luminosa y magnética, aùn en el extrañamiento llevado al paroxismo (jugando con los soportes, con las velocidades, con las duraciones). A woman escapes expresa una suma de obsesiones previas a la vez que despliega la construcción de un lugar donde resguardarse, uno hecho de cine, de melancolía y de dolor, pero en el que nos quedaríamos a vivir.

Con La reina desnuda Campusano retorna y se expande sobre su propio cine, que de por si es un mutante. Dueño de una identidad expansiva, sin miedo al riesgo, al error, a las patinadas en velocidad, el cine de JCC se organiza por medio de espasmos que, cuando funcionan, le otorgan a las imágenes una vitalidad que no es tan fácil encontrar en el sistema cinematográfico argentino. Por eso su condición de excéntrico (que no atracción turística) hace de cada nueva entrega de su cine prolífico un espectáculo, cuando menos, digno de indagar, un mundo extraño y ajeno, a la vez que propio. La reina desnuda elige, otra vez, lugares comunes como puntos de partida troncales que luego de ramifican hacia zonas imprevisibles capaces de correrse de cualquier tentativa de corrección política. Por eso el cine de JCC coquetea con el naturalismo, pero carece de un centro moral ocupado por la previsibilidad de lo que debe hacerse o decirse. Cine de frontera, con personajes de frontera, pero también sobre las fronteras que pueden atravesarse o habitarse según el caso. Con una protagonista dueña de una autonomía todo terreno, capaz de desarmar a cualquier caracterización programática (“feminista”, “empoderada”, “fácil”, “difícil”), lo que hace JCC es maravilloso, precisamente porque escapa a cualquier psicologismo facilongo. Lejos de la victimización (aunque expuesta a experiencias terribles frente a las cuales continúa como quien aprende del pasado pero no se obsesiona con este), La reina desnuda exhibe un cine en donde los personajes descubren (y nos hacen descubrir), como si todo fuera nuevo, como si la experiencia realmente sirviera para conocer y no como si fuera una simple excusa para explicar el mundo a partir de preconceptos derivados de la congoja moral.

Sublime es un coming of age anómalo. Determinada a contar una disolución matrimonial en cámara lenta, en el seno de una familia, acompañando un reconocimiento sexual y una salida al mundo, que también revela una vocación, la ópera prima de Biasin es una anomalía feliz, precisamente por el método desdramatizado de narrar los hechos, como si su tono bajo, su ausencia de lugares comunes fuera la gran clave de su sensibilidad, acaso como si su director fuera un experimentado detrás de cámara, como si no deseara comerse al mundo sino apenas narrar un fragmento, una parcialidad. En su recorrido organizado sobre la cotidianeidad, sobre el aprendizaje sostenido en el límite de lo posible (antes que poner en el horizonte lo deseable, lo “correcto”, lo que “debe narrarse”), Sublime comprende que la clave está en el abandono de las estridencias y, contrario a eso, el abrazo de las contradicciones en modo asordinado. Una de las grandes sorpresas que pasó debajo del radar. Ampliaremos.

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