38MarDelPlataFF – Diario de festival: Daaaaaaalí!, Evil Does not exist, In our day, La bestia, Love at first sight

Por Luciano Salgado

No pude estar mucho tiempo en Mar del Plata, pero les puedo asegurar que la ultramegapanzada que me di en escasos días está volcada en este diario desparejo y torrencial. Por lo pronto empecé mal cuando me perdí Hombre de la esquina rosada, la notable película de Mujica que se presentaba restaurada. Llegué tardísimo a las entradas y no fue posible ni escabullirme. No obstante empezaron a brotar alternativas. Sobre ellas es lo que sigue.

Daaaaaaalí (si, con 7 as) es otra incursión de quien a esta altura de los acontecimientos podemos denominar un amigo de la casa del festival de Mar del Plata, el fantástico señor Dupieux. Aquí, un poco con la excusa de una entrevista fallida, la película construye un sistema de muñecas rusas, una puesta en abismo hermosa y libre (aunque también bastante arbitraria, como toda libertad que se precie de tal) que rememora no solo a estrategias surrealistas, sino que tiene algunos ecos en el Kitano de su tetralogía de la autoconciencia y la creación. Pero como Dupieux se siente cómodo en el slalom, su juego se mueve también entre el proletariado y el mundo del arte (ahí también se siente otra influencia indirecta, que es la de Otar Iosellani, otro director de libertades que no se olvida de la lucha de clases y del snobismo de las clases más acomodadas), pero nunca lo hace bajando línea ni con solemnidad, lo que vuelve a la película una experiencia rejuvenecedora (más después de un viaje interminable en tren).

Con Evil does not exist me metí de lleno en un terreno que nunca fue 100% de mi agrado. Ese terreno es el del (a mi modesto modo de ver) sobrevaloradísimo Hamaguchi, que en los últimos años condensó sobre su obra todos los números de la lotería de la obra de cine contemporáneo por antonomasia. Por un lado los intereses de lo que podríamos llamar “el mundo real”, por otro la persistente necesidad de atacar cualquier atisbo de realismo con formas expermientales. Como si siempre tuviera que “demostrar” su talento ecléctico, Hamaguchi también se adentra en sus personajes, que son lo más querible de la película. El problema es que todo el tiempo en el que la narración podría hacerse lugar es boicoteado por momentos anticlimáticos, verdaderos contrapiés narrativos. Como si en el fondo la película no confiara en narrar, entrega una última media hora que nos obliga a preguntarnos si realmente sabemos donde estamos yendo o solo se trata de un gesto.

Otro abonado marplanense desde hace año es Hong Sang-Soo, que con In our Day vuelve a su sistema de simetrías inorgánicas sobre las que todo el tiempo nos vemos obligados a generar conexiones. Dos historias en paralelo. Nuestra voluntad de reunión (infructuosa) en el medio, porque nos llevamos muy mal con el vacío. Otra vez simplicidad, depuración, no más de tres actores por plano, dialogos ingeniosos, pero…¿con esto solo alcanza? Me sucede que, con los años, comienzo a cuestionar cada vez más al sistema rohmerano de rodaje. Pero peor aún, cuestiono a aquellos que lo asimilan irrefexivamente. En este punto me reaparece la misma pregunta ante un nuevo opus de Hong: si, el encanto está, si, es un cine que funciona y en su depuración hay una identidad. Pero es también un cine que no evoluciona, que no se problematiza a sí mismo. Por eso cuando termino de ver In our day la pregunta que permanece es si hay alguna otra cosa detrás de este cine de la felicidad inmediata. Posiblemente no. Y en nuestra condescendencia las cosas de ordenan. No toquemos al maestro dormido.


Las películas de Bonello son, a su manera, devenires intensos. Derivas sin centro donde todo puede cambiar de tono, de registro y de género de un momento para otro. En su adscripción a la contemporaneidad bien entendida (comparte ese gesto con varios directores mencionados en este diario) puede resultarnos atractivo o expulsivo. O ambas cosas a la vez. Por eso el cine del director casi no reconoce matices entre un todo y la nada. O entramos o nos expulsa. En La bestia, en este sentido el juego del montaje (como estrategia de viaja en el tiempo) afecta directa o indirectamente a la comprensión de una película que es cualquier cosa menos lineal. Pero ese pareciera ser el menos de los problemas frante a la solemnidad galopante, que incluso le agrega una pátina qualité a un cine que siempre distó de serlo. Una experiencia ardua, debo decir. Pero se supera. Lo que no podemos asegurar es que se vuelva a este cine.

Lo de Love at first sight es una de esas maravillas que trae el azar. La película de Rezo Esadze , un gregoriano hasta hace poco desconocido para el gran público. Un cine costumbrista a la vez que sofisticado en sus modos de representación lo real, en ella vemos o reconocemos a la tradiciones que la precedieron, que son las llamadas vanguardias de posguerra. Pero además de eso hay personajes, tension politica, crítica a la tradición, como si en el fondo en en la superposición y el eclactiscismo estuviera la vida, no en el bronce. Para este director viejo y nuevo a la vez, y su obra maestra, solo podemos decir: qué pena haber llegado tan tarde.

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